viernes, 19 de marzo de 2021

MES DE MARZO CONSAGRADO A SAN JOSÉ COMO ABOGADO PARA ALCANZAR UNA BUENA MUERTE. DÍA 19: José cuida de la infancia de Jesús.


 

INVOCACIONES:

 

—Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.

 

—Jesús, José y María, asistidme en la última agonía.

 

—Jesús, José y María, muera yo en paz en vuestra compañía.

 

(Pió VII, 28 de abril de 1807. 100 días de indulgencia por cada jaculatoria, 300 por las tres.)

 

 

 

MODO DE HACER CON FRUTO EL MES DE MARZO EN HONOR DE SAN JOSÉ.

 

 

   De rodillas ante una imagen del Santo, y, si puede ser, en la iglesia, con el Santísimo Sacramento expuesto, empezaremos diciendo:

 

   Benditos y alabados sean el Santísimo Sacramento del Altar, la Purísima e Inmaculada Virgen María y el Glorioso Patriarca San José. Así sea.

Por la señal, etc.

 

 

ORACION PARA TODOS LOS DIAS.

 

 

   Poderosísimo patrón del linaje humano, amparo de pecadores, seguro refugio de las almas, eficaz auxilio de los afligidos y dulce consuelo de desamparados. José gloriosísimo, el último instante de mi vida ha de llegar sin remedio, y mi alma, sin duda, ha de agonizar terriblemente acongojada con la representación de mi mala vida y de mis muchas culpas; el paso a la eternidad ha de serme sumamente espantoso; el demonio, mi común enemigo, me ha de combatir con todo el poder de su infierno, a fin de que yo pierda eternamente a mi Dios; mis fuerzas, en lo natural, han de ser ningunas; yo no he de tener en lo humano quien me ayude; desde ahora, pues, para entonces te invoco, Padre m mío; a tu patrocinio me acojo, asísteme en aquel trance para que yo no falte en la fe, en la esperanza, ni en la caridad. Cuando tú moriste, tu Hijo y mi Dios, tu Esposa y mi Señora, ahuyentaron los demonios, para que no se atreviesen a combatir tu espíritu. Por estos favores, y por los que en vida te hicieron, te pido que ahuyentes tú a estos mis enemigos, y acabe yo la vida en paz amando a Jesús, a María y a ti, José mío, para alcanzar lo cual te consagro este Mes de Marzo.

 

 


 

DÍA 19

José cuida de la infancia de Jesús.

 

 

   El que es guardián de su Señor será glorificado. Dios dispone todas las cosas para sus fines; por eso da a sus criaturas las cualidades necesarias para llenar el fin que se ha propuesto al criarlas. Así vemos que ha llenado al sol de luz y de calor y lo ha coronado de resplandor y de gloria, porque debía ser como el ojo de la naturaleza y la imagen de la majestad de Dios, porque debía con sus rayos dar a la tierra su ornamento, y comunicarla, su vida y fecundidad: José, destinado para, ser el guardián de la infancia de Jesús, debió ser adornado, por razón de esta gloriosa prerrogativa, de todas las virtudes. ¡Qué pureza no debió tener para tocarle con sus manos y llevarlo en sus brazos! ¡Qué humildad para no ensoberbecerse de tan glorioso destino! Ejerce su autoridad sobre el Rey de reyes y Dominador de dominadores; lo conduce y lo sustenta, y parece que Jesús no tiene voluntad más que para, someterla a la, de José. ¿Cuál será, pues, su gloria en el cielo y cuál su poder? José fué el padre nutricio de Jesús y el esposo de María. Ahora bien; estos gloriosos títulos que le daban en la tierra tan grande autoridad no se han perdido en el cielo: antes, al contrario, allí tienen todo el brillo imaginable y le dan un crédito poderosísimo para con el Rey de reyes y la Reina de los ángeles, de modo que no hay favor alguno que no pueda conseguir. Además, como dice Santa Teresa., Dios le ha hecho su plenipotenciario, tesorero general y administrador de todas sus gracias. Así, San Bernardo, contemplando las prerrogativas y gloria de San José, exclama: «Este es el siervo fiel y prudente que Nuestro Señor ha establecido sobre su familia, para ser el sostén y consuelo de su Madre, su padre nutricio y digno cooperador en la ejecución de sus designios misericordiosos sobre la tierra...» ¡Qué dicha para él, no solamente ver a Jesucristo, sino también oírle, tenerlo en sus brazos y llevarlo de un lugar a otro, acariciarlo, abrazarlo, alimentarlo! ¡Oh, prodigio de elevación! ¡Oh, dignidad incomparable!, exclama el devoto Gersón, hablando con San José. La madre de Dios, la Reina del cielo os llama su esposo; el Verbo hecho carne os llama su padre y os obedece. ¡Oh, Jesús! ¡Oh, María! ¡Oh, José!, que hacéis en la tierra una gloriosa trinidad, en la que pone todas sus complacencias la augusta Trinidad del cielo. ¿Qué cosa se puede imaginar en la tierra tan grande, tan buena y excelente como ésta?

 

 

   José, esposo de María. Dios tenía en el mundo un precioso depósito que nunca perdía de vista. Este depósito era la pura e inmaculada Virgen María. El mismo Dios se había encargado de velar por Ella todo el tiempo que permaneció en el templo; pero al salir de aquel santo lugar, ¿quién se atreverá a encargarse de un tal depósito? ¿Quién podrá suceder en cierto modo al mismo Dios? Este será José, amante apasionado de la santa virginidad; él será encargado de conservar bajo el velo del matrimonio virginal toda la brillante belleza de esta hermosa. azucena, en la que descansa Dios con tanta complacencia. ¡Oh, José!¡Qué glorioso empleo os ha confiado el Todopoderoso!

 

 

   ¡Oh, felicísimo San José! Yo os constituyo en este día por guardián de la pureza de mi alma y de mi cuerpo, y os confío este precioso depósito, que prefiero a todos los bienes y tesoros de la tierra. Vengo, pues, en este día, a poner a vuestros pies los afectos de mi corazón, y repetiros con los ángeles y santos: ¡Viva, el digno esposo de María! ¡Viva la azucena de la virginidad, inseparablemente unida a la Rosa Mística, a la Rosa incorruptible!  ¡Ah!, castísimo y felicísimo esposo, obtenedme la gracia que os pido de imitar vuestro amor por la pureza; obtenedme la fuerza de vencer las tentaciones, de que fuisteis preservado, ya por razón del privilegio de vuestra elección, ya por vuestras sublimes virtudes. Amén.

 

 



 

EJEMPLO

 

 

   Es una gracia especial morir el día de la fiesta de San José. Este favor lo consiguió la joven María Francisca Tolouse. Sufría con santa resignación una enfermedad que la iba consumiendo lentamente. Día y noche, para distraerla, le lían piadosas lecturas acerca de los sufrimientos y del cielo. Ella repetía a menudo: «Dios mío, quiero todo lo que Vos queráis.» La vigilia de la fiesta de San José, su confesor le dijo: «Mañana es un gran día: ¿querríais morir en él?» «Ojalá; pero si Dios quiere que sufra más, me resigno a su voluntad.» Al día siguiente los dolores eran tan intensos, que le hicieron exclamar: «San José, ¡cuán dichosa sería si vinieseis a buscarme esta, noche!» Se le hizo la recomendación del alma: besaba con frecuencia un crucifijo con indulgencia plenaria para la hora de la muerte, y al llegar la noche dijo a uno de los circunstantes: «Roguemos el uno por el otro»; y luego añadió: «Cuando esté en el cielo, rogaré por todos». Al decir esto, expiró, cumpliéndose su deseo de morir el mismo día de San José.




DESPUES DE LA MEDITACION DIARIA.



 

 

   Para obtener del Santo Patriarca las gracias que en este mes le pedimos, rezaremos siete veces el Padrenuestro, Avemaría Gloría Patri, en memoria de los siete dolores y gozos que sintió en esta vida.

 

 

I

 

Viendo encinta a tu Esposa,

divino Atlante,

tu dolor volvió en gozo

la voz del ángel.

(San Mateo, 1.)

 

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

II

 

Cuando a Cristo naciendo

viste tan pobre,

te alegró verle en tantas

adoraciones.

(San Mateo.)

 

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

III

A Jesús cuando viste

circuncidarle,

Con su nombre tu pena,

pudo templarse.

(San Lucas, 2.)

 

—Padrenuestro, Avemaría, y Gloria.

 

 

IV

 

Si sentiste el presagio

de morir Cristo,

Os dio gozo el anuncio

de redimirnos.

(San Lucas, 2.)

 

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

 

V

 

Porque Herodes a Cristo

quiso prenderle,

en Egipto guardarle

supiste alegre.

(Isaías, 19.)

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

VI

 

Si al volver a Judea

tuviste susto,

Nazaret fué el alcázar

de tu refugio.

(San Mateo, 2.)

 

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

 

VII

 

Si os causó gran tristeza

perdido Cristo,

al hallarle fué el gozo

más excesivo.

(San Lucas, 2.)

 

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

 

—Cada, uno pida ahora a San José lo que necesite y le convenga.

 

 




 

ORACION FINAL A SAN JOSÉ.

 

 

    Gloriosísimo Patriarca José, fidelísimo esposo de María y padre de Jesús: En unión del amor con que el Eterno Padre encomendó su amado Hijo Jesucristo y la Sagrada Virgen María a vuestro cuidado, yo me entrego a vos desde hoy por todos los días de mi vida, y singularmente encomiendo mi alma y cuerpo a vuestra custodia en el trance de la muerte. A vos elijo por mi primer Patrón después de María Santísima; en vos pongo mi consuelo y esperanza, para que todas mis cosas se dirijan por vuestros méritos, todas mis obras se dispongan conforme a la voluntad divina; y os suplico me recibáis por vuestro perpetuo siervo, para que siempre os sirva, y logre con vuestra intercesión la gracia de Jesús y la protección de María. Amén.

 


APOSTOLADO DE LA PRENSA —1926.


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