sábado, 13 de marzo de 2021

MES DE MARZO CONSAGRADO A SAN JOSÉ COMO ABOGADO PARA ALCANZAR UNA BUENA MUERTE. DÍA 13.



INVOCACIONES:

 

—Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.

 

—Jesús, José y María, asistidme en la última agonía.

 

—Jesús, José y María, muera yo en paz en vuestra compañía.

 

(Pió VII, 28 de abril de 1807. 100 días de indulgencia por cada jaculatoria, 300 por las tres.)

 

 

 

MODO DE HACER CON FRUTO EL MES DE MARZO EN HONOR DE SAN JOSÉ.

 

 

   De rodillas ante una imagen del Santo, y, si puede ser, en la iglesia, con el Santísimo Sacramento expuesto, empezaremos diciendo:

 

   Benditos y alabados sean el Santísimo Sacramento del Altar, la Purísima e Inmaculada Virgen María y el Glorioso Patriarca San José. Así sea.

Por la señal, etc.

 

 

ORACION PARA TODOS LOS DIAS.

 

 

   Poderosísimo patrón del linaje humano, amparo de pecadores, seguro refugio de las almas, eficaz auxilio de los afligidos y dulce consuelo de desamparados. José gloriosísimo, el último instante de mi vida ha de llegar sin remedio, y mi alma, sin duda, ha de agonizar terriblemente acongojada con la representación de mi mala vida y de mis muchas culpas; el paso a la eternidad ha de serme sumamente espantoso; el demonio, mi común enemigo, me ha de combatir con todo el poder de su infierno, a fin de que yo pierda eternamente a mi Dios; mis fuerzas, en lo natural, han de ser ningunas; yo no he de tener en lo humano quien me ayude; desde ahora, pues, para entonces te invoco, Padre m mío; a tu patrocinio me acojo, asísteme en aquel trance para que yo no falte en la fe, en la esperanza, ni en la caridad. Cuando tú moriste, tu Hijo y mi Dios, tu Esposa y mi Señora, ahuyentaron los demonios, para que no se atreviesen a combatir tu espíritu. Por estos favores, y por los que en vida te hicieron, te pido que ahuyentes tú a estos mis enemigos, y acabe yo la vida en paz amando a Jesús, a María y a ti, José mío, para alcanzar lo cual te consagro este Mes de Marzo.

 

 



 

DÍA 13

Adoración de los Magos.

 

 

    Después de la presentación de Jesús en el templo, San José, con María y el Niño, se volvieron a Belén.

 

 

   Llevaban aquí algún tiempo, cuando unos sabios extranjeros que denotaban ser de estirpe real, llegaron a Jerusalén y preguntaron dónde había nacido el Rey de los Judíos. Aseguraban haber visto su estrella en Oriente y querían adorarle. Esta noticia, completamente ignorada en Jerusalén, puso en conmoción a Herodes y al pueblo. Herodes, con disimulo, trató de enterarse de todo lo concerniente al lugar del nacimiento, fecha y punto donde tenía su residencia la Sagrada Familia. Una vez conocido cuanto deseaba, dijo a los Magos el lugar del nacimiento y les encargó que buscasen al Niño y que a su vuelta le dijeran si le habían encontrado, pues deseaba él también adorarle. Fueron los Magos a Belén, y encontraron la morada del Niño, que les fué indicada por la estrella que les anunció su nacimiento. Cuando San José supo su llegada, los recibió con su cortesía habitual, invitándoles a que viesen al divino Infante. Penetraron en la estancia donde estaba la Virgen con su Hijo en brazos, y al ver al Niño-Dios se postraron ante Él, y llenos de fe, reverencia y humildad, le adoraron, ofreciéndose con cuanto poseían. Pasado un rato, durante el cual desahogaron sus corazones en la presencia de aquel hermoso Niño, le ofrecieron los presentes que llevaban: entre otros, había tres hermosos cofres que contenían oro, incienso y mirra, que indicaban los sentimientos de fe, amor y adoración de que estaban llenas sus almas, a la vez que simbolizaban la divinidad del Niño, su realeza y su misión de Redentor. El Niño agradeció la adoración y los dones de los Magos, pagándoles con innumerables gracias para ellos y para sus pueblos. Los Reyes, en esta época, eran gentiles, pero más tarde se hicieron cristianos e introdujeron la fe en sus países. Con pena se separaron de aquella encantadora morada donde residía el Rey del cielo, y con el corazón lleno de gratitud amor.

 

 

    La vuelta a su país no la hicieron por Jerusalén, como Herodes les había pedido, porque durante la noche recibieron en sueños la indicación de Dios de que volvieran por otro camino, pues Herodes pensaba matar al Niño.

 

 

   María y José se alegraron infinitamente con la visita de los Magos, pues éste era un gran honor, sobre todo para María y su Hijo. De este modo había recibido ya el niño la adoración de los pobres, representados por los pastores, y ahora la de la realeza, en la persona de los Reyes.

 

 

   La adoración de los Magos nos enseña: Primero, que ante Dios deben humillarse, no sólo los pobres, sino también los poderosos, pues en su presencia toda criatura es igualmente polvo y nada. Segundo, la fidelidad a las inspiraciones de Dios, viendo cómo los Reyes, una vez oído el llamamiento divino, no vacilan en seguirle, y esto no de cualquier manera, sino con toda perfección. ¿Seguimos, así nosotros los impulsos de la gracia y las inspiraciones del cielo? ¡Ah, no! Por desgracia, nos hacemos los sordos la mayoría de las veces, y si alguna vez respondemos, ¡de cuánta tibieza tiene que reprocharnos la conciencia!

 

 

   ¡Oh, Santo muy amado! Obtenednos de Dios la gracia de comprender y seguir su voz, de ser fieles como vos y los Reyes a sus llamamientos. ¡Rogad por nosotros, a fin de que obtengamos la dicha de alcanzar la perfección en esta vida y la salvación eterna en la otra! Amén.

 

 

 

EJEMPLO

 

 

   Es sabido cuánto tuvieron que sufrir los establecimientos religiosos en el Piamonte y en Saboya a mediados del siglo pasado. A consecuencia de estas pruebas, se halló con grandes dificultades una casa religiosa el año 1855. La caía de la Hermana Ecónoma estaba casi vacía. Pero lo que más aumentaba la aflicción de las monjas era una deuda de 2.000 pesetas, y no sabían por dónde procurarse dinero para pagarla. ¿Qué hacer? Pues muy sencillo: acudir al Padre nutricio del Salvador, recurso de los indigentes. Faltaban ocho días para el vencimiento del plazo. Comenzaron una Novena a San José. La hicieron con fervor y confianza, y llegado el día se presentó el acreedor al cobro. La Hermana Ecónoma no había recibido nada; pero tenía mucha fe en que al terminar la Novena podrían pagar. Por tanto, rogó al acreedor que volviese a la hora en que hubiesen terminado los rezos. San José premió aquella confianza. Un desconocido se presentó en el convento aquella tarde y entregó a la monja tesorera la cantidad precisa. Desde entonces la devoción a San José, que ya era grande, se hizo mucho mayor en aquella piadosa comunidad.

 



DESPUES DE LA MEDITACION DIARIA.



 

 

   Para obtener del Santo Patriarca las gracias que en este mes le pedimos, rezaremos siete veces el Padrenuestro, Avemaría Gloría Patri, en memoria de los siete dolores y gozos que sintió en esta vida.

 

 

I

 

Viendo encinta a tu Esposa,

divino Atlante,

tu dolor volvió en gozo

la voz del ángel.

(San Mateo, 1.)

 

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

II

 

Cuando a Cristo naciendo

viste tan pobre,

te alegró verle en tantas

adoraciones.

(San Mateo.)

 

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

III

A Jesús cuando viste

circuncidarle,

Con su nombre tu pena,

pudo templarse.

(San Lucas, 2.)

 

—Padrenuestro, Avemaría, y Gloria.

 

 

IV

 

Si sentiste el presagio

de morir Cristo,

Os dio gozo el anuncio

de redimirnos.

(San Lucas, 2.)

 

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

 

V

 

Porque Herodes a Cristo

quiso prenderle,

en Egipto guardarle

supiste alegre.

(Isaías, 19.)

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

VI

 

Si al volver a Judea

tuviste susto,

Nazaret fué el alcázar

de tu refugio.

(San Mateo, 2.)

 

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

 

VII

 

Si os causó gran tristeza

perdido Cristo,

al hallarle fué el gozo

más excesivo.

(San Lucas, 2.)

 

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

 

—Cada, uno pida ahora a San José lo que necesite y le convenga.

 

 




 

ORACION FINAL A SAN JOSÉ.

 

 

    Gloriosísimo Patriarca José, fidelísimo esposo de María y padre de Jesús: En unión del amor con que el Eterno Padre encomendó su amado Hijo Jesucristo y la Sagrada Virgen María a vuestro cuidado, yo me entrego a vos desde hoy por todos los días de mi vida, y singularmente encomiendo mi alma y cuerpo a vuestra custodia en el trance de la muerte. A vos elijo por mi primer Patrón después de María Santísima; en vos pongo mi consuelo y esperanza, para que todas mis cosas se dirijan por vuestros méritos, todas mis obras se dispongan conforme a la voluntad divina; y os suplico me recibáis por vuestro perpetuo siervo, para que siempre os sirva, y logre con vuestra intercesión la gracia de Jesús y la protección de María. Amén.

 

 

APOSTOLADO DE LA PRENSA —1926.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario