sábado, 28 de septiembre de 2019

SAN WENCESLAO, rey y mártir. (+ 936)— 28 de setiembre.




   El santísimo duque de Bohemia y glorioso mártir de Cristo Wenceslao fué hijo de Wradislao, príncipe cristianísimo, y de Dragomira, gentil y perversa mujer.

   Perdió Wenceslao a su padre siendo niño, y fué educado por Sudmila su abuela, que era santa matrona.

   Así lo había dispuesto el padre al morir, temeroso de que la madre pervirtiese al hijo mayor, como pervirtió al menor Boleslao de cuya educación se encargó.

   De suerte que Wenceslao imitó las santas costumbres de su abuela y el hermano menor las perversas de su madre.

   La cual como era tan impía y ambiciosa, contra lo dispuesto en el testamento de su marido, se alzó con el gobierno del estado y comenzó a perseguir la religión.

   Con esto Sudmila y los que bien sentían fueron de parecer que en todo caso se encargase Wenceslao del gobierno, como se hizo con rabia y despecho increíble de la madre.


   Era Wenceslao de lindo y grave aspecto, virgen toda su vida, templado y devotísimo.

   Visitando de noche las iglesias por nieves y hielos con los pies descalzos, un compañero que le seguía, calzado y bien arropado, se helaba; y poniendo los pies en las huellas que dejaba Wenceslao, cobró calor.

   Gobernaba más como padre benigno y santo príncipe que como señor temporal.
   Para ahorrar la sangre de los suyos, entró en singular batalla con Radislao que se le había revelado, y al tiempo de acometer, vio Radislao dos ángeles que daban a Wenceslao las armas y diciéndole a él «no le hieras»: y espantado con esto, se apeó y le pidió perdón, y Wenceslao le perdonó.

   En otra ocasión presentándose en Alemania al emperador, vio éste que acompañaban a Wenceslao dos ángeles hermosísimos, sirviéndole como de pajes; y levantándose de su trono, se adelantó para recibirle; le sentó a su derecha, le concedió entre otras reliquias el brazo de san Vito, y el título de rey con las armas imperiales, y le hizo otras muchas mercedes.

   Era tan devoto del santísimo Sacramento, que por su mano sembraba, cogía, trillaba el trigo y hacía las hostias.

   Todas estas virtudes eran tósigo que emponzoñaba más y más el corazón de su madre, y para acabar con él, hizo que Boleslao ofreciese un convite a Wenceslao, después del cual se recogió el santo a la iglesia a prepararse para la muerte que Dios le había revelado.



   Por instigación de la madre fué Boleslao a la iglesia con gente armada, y allí, con su propia mano, mató a su santo hermano y le hizo mártir de Jesucristo.

   Dios vengó esta muerte: porque la tierra se tragó a aquella madre inhumana; el impío Boleslao, por sobrenombre el Cruel, vencido del emperador Otón, fué obligado a dar satisfacción al mundo por la muerte de Wenceslao con una pública penitencia y a volver a llamar a los católicos desterrados; y acabó miserablemente su vida en la flor de la edad; y todos los demás reos de aquel crimen tuvieron fin desastroso.

   En cambio, el Señor ilustró con grandes y repetidos prodigios el sepulcro del santo mártir Wenceslao.



Reflexión: No es maravilla que sean tan reciamente castigados de Dios los perseguidores de sus santos; porque quien persigue y afrenta a los santos, persigue y afrenta a los amigos de Dios; y el Señor considera como hechos a su Majestad los agravios que se hacen a sus fidelísimos siervos.


   Respetémoslos, pues, y venerémoslos con devoción; pues la honra que les hacemos, la hacemos también a Dios.


Oración: Oh Dios, que por la palma del martirio trasladaste al bienaventurado Wenceslao del principado de la tierra a la gloria del cielo, guárdanos por sus ruegos de toda adversidad y concédenos gozar de su compañía. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.

martes, 24 de septiembre de 2019

NUESTRA SEÑORA DE LAS MERCEDES. — 24 de setiembre.



   Estaba todavía gran parte de España oprimida bajo el yugo de los sarracenos, y gran número de cristianos gemían en la más dura y cruel esclavitud con grave peligro de abandonar la santa fe que de sus padres habían recibido; cuando algunos piadosos varones, compadeciéndose de la miserable suerte de sus hermanos, se reunieron para tratar de socorrerlos y procurarles el alivio de sus penas.


   Desde el año 1190 se ocupaban en tan benéfica obra unos caballeros catalanes; mas no se instituyó la orden religiosa para la redención de cautivos, hasta principios del siglo siguiente.

   Esta obra heroica de auxiliar a los cristianos puestos en cautiverio traía muy pensativo a san Pedro Nolasco: cuando he aquí que una noche se le apareció la serenísima Reina de los cielos, consoladora de los afligidos, y le manifestó ser voluntad suya y de su benditísimo Hijo que en su honra se instituyese una religión que tuviera por fin principal redimir a los cristianos cautivos, y cuyos religiosos estuviesen prontos a perder su libertad y aun la vida en bien de sus prójimos y para conservación de su fe.


   El santo, corrió a su confesor, san Raymundo de Peñafort, a darle cuenta de lo que le había sucedido.

   Quedó sorprendido Raymundo al oír a su penitente, y al entender que había recibido del cielo el mismo favor que él; pues también a Raymundo se le había aparecido la santísima Virgen y descubiértole su voluntad y la de su bendito Hijo.


   Pero mucho mayor fué por una parte el asombro, y por otra el gozo y alegría de uno y otro, al referirles el rey de Aragón Jaime I, que aquella misma noche había tenido igual revelación, hecha por la misma misericordiosísima Señora.

   Asegurados, pues, los tres de la verdad de lo sucedido, trataron desde luego de poner por obra la voluntad del cielo, y el día 10 de agosto del año 1218 instituyeron una orden religiosa que, en honor de nuestra Señora, llamaron de santa María de las Mercedes, y del fin que al fundarla se proponían, le añadieron el nombre de «Redención de Cautivos».



   A los tres votos esenciales de pobreza, castidad y obediencia, añadieron los religiosos de esta orden un cuarto voto, por el cual se obligaban a quedarse en rehenes en poder de los sarracenos siempre que esto fuese preciso para alcanzar la libertad de los cristianos.


   Les concedió el rey que pudiesen llevar al pecho sus reales armas, y el soberano pontífice aprobó y confirmó tan pío y santo instituto.

   En conmemoración de tan insigne beneficio hecho por la santísima Virgen a los hombres, se estableció esta festividad de María con el título de las Mercedes.



Reflexión: ¡Cuántos miles y miles de cristianos, tratados en Argel y Berbería con grande crueldad, miserables, hambrientos, desnudos, cargados de cadenas o azotados y heridos bárbaramente por los látigos de los sobrestantes moros, se vieron libres del cautiverio y restituidos alegremente al hogar de sus familias por la generosa caridad de los religiosos de la Merced!



   Se echaron estos muchas veces al cuello las cadenas a trueque de libertar a los pobres cautivos, y en el primer capítulo general de la Orden, se hallaron ya presentes muchos venerables religiosos a quienes los moros habían sacado un ojo, o mutilado la nariz o las orejas, y otros que estaban cubiertos de heridas, recibidas por haberse quedado en rehenes para librar a pobres cautivos de aquella durísima esclavitud.



Oración: Oh Dios, que por medio de la gloriosísima Madre de tu unigénito Hijo te dignaste enriquecer a tu Iglesia con una nueva religión destinada a rescatar a los fieles del poder de los paganos; te rogamos que por los méritos y por la intercesión de la que veneramos como a iniciadora de tan pía obra, nos veamos libres de todos nuestros pecados y del cautiverio del demonio. Por el mismo Hijo tuyo y Señor nuestro. Amén.


FLOS SANCTORVM
                                          DE LA FAMILIA CRISTIANA.


lunes, 23 de septiembre de 2019

SANTA TECLA, virgen y protomártir. (+ hacia el fin del siglo I). —23 de setiembre.




   La esclarecida virgen y protomártir santa Tecla nació de ilustres padres en Iconio de Licaonia.

   Hallábase en dicha ciudad cuando llegó a ella el apóstol san Pablo a predicar el Evangelio.

   A la fama de la nueva doctrina, acudió Tecla a oír las enseñanzas del apóstol, y quedó tan convencida de la verdad de la fe cristiana y tan enamorada de la castidad por las alabanzas que de ella oyó, que desde luego resolvió firmemente consagrar su virginidad a Dios, renunciando al matrimonio que sus padres tenían ya concertado con un joven muy noble y bien apuesto, por nombre Tamiris.


   Y no se contentó con entablar ella sola una vida de oración y recogimiento conforme a las prescripciones del santo apóstol; sino que atrajo al mismo género de vida a gran número de doncellas.

   Bajo la disciplina de Tecla alcanzaron sublime grado de santidad, entre otras, dos matronas llamadas Trifena y Trifosa.

   Tanto los padres de Tecla como el joven Tamiris llevaron tan a mal que la santa, por seguir una ley nueva de tanta abnegación y humildad, renunciase a las bodas, que la acusaron ante el juez de que era cristiana.

   Mandó este encender una grande hoguera, amenazando a la santa virgen con arrojarla a ella, si no abandonaba su fe; pero Tecla movida por interior espíritu, hecha la señal de la cruz, se precipitó en medio de las llamas, mostrando estar ella más pronta a padecer aquel tormento que el juez a dárselo.

   En aquel mismo punto cayó una abundante lluvia, que apagó el fuego, dejando libre y sin lesión a la santa.


   La condujeron entonces a Antioquía, en donde se tentó una y otra vez su invencible constancia: porque, en primer lugar, fué arrojada a las fieras; mas por gracia de su señor y esposo Jesucristo no recibió de ellas daño alguno.

   Entonces se la ató fuertemente a dos toros, a los cuales se hizo correr en dirección contraria a fin de que dividiesen en dos partes el cuerpo de la santa virgen; pero tampoco alcanzaron los gentiles su malvado intento.


   Finalmente la metieron en una hoya llena de serpientes; y ninguna le causó la más leve molestia.

   Librada milagrosamente de tantos peligros, volvió Tecla, más firme que nunca, a su patria; y abandonando la comunicación y trato con los hombres, se entregó a la contemplación y amor de las cosas celestiales; para lo cual se retiró a la escabrosidad de un monte, y pasó allí sola el largo tiempo que le quedaba de vida, pues llegó a los noventa años de edad.


   Fué sepultada en Seleuecia; y en todo el oriente se tuvo a esta santa en gran veneración, viéndose su sepulcro frecuentado de gran concurso de gentes.

   Le visitó san Gregorio Nazianzeno, y tanto él como otros santos padres ensalzaron las virtudes y santidad de Tecla de palabra y por escrito, honrándola con el renombre de protomártir, por haber sido la primera de las mujeres que por la confesión de la fe cristiana fué condenada al tormento.



Reflexión: Se maravillan muchos de la invencible fortaleza con que tantas delicadas vírgenes padecieron los más atroces tormentos: mas ¿cómo no habían de animarse al martirio, viendo que su protomártir santa Tecla, revestida de la virtud de Dios, vencía a todos los tiranos y atormentadores y aun salía ilesa de todos los suplicios?



   Con tal auxilio de la gracia se explica la fortaleza de los mártires, y con tales martirios y prodigios, quedó admirablemente sellada la divinidad de nuestra santa fe católica.


Oración: Oh Dios, por la gloria de cuyo nombre sufrió con fe nunca vencida el gran combate de los tormentos la bienaventurada virgen Tecla, la primera mártir entre las mujeres; concédenos que a imitación suya sepamos despreciar las prosperidades del mundo y no temer ninguna de sus adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.

domingo, 15 de septiembre de 2019

Los siete Dolores de nuestra Señora. —15 de septiembre.




   En la fiesta de los siete Dolores de la Virgen sacratísima, hemos de recordar y venerar sus misterios de amor y de dolor.

   Porque no ha habido jamás madre en el mundo que haya amado a su hijo más que la Virgen, ni que haya padecido más que lo que ella padeció por su Hija Jesucristo Señor nuestro.

   Era Jesús hijo de María, e hijo unigénito, y tenía pues en él todo su amor: era Madre sin padre terrenal, y así reunía en su amor los afectos que están repartidos entre el padre y la madre: tenía además Jesucristo una perfecta semejanza con su Madre virginal, era el más amable de los hijos de los hombres, y era infinitamente amable como Dios por su naturaleza y persona divina: de donde podemos entender que la Virgen le amaba con amor más tierno que el de todas las madres, y con un amor semejante al de los querubines, y con un amor incomparable y propio de la Madre de Dios. Por esta causa no hubo madre más atribulada y dolorosa que ella.

   ¿Qué angustias y dolores pueden atravesar el corazón de una madre, que no afligiesen con grande extremo de dolor el corazón de la Virgen? Suelen las madres cifrar en sus hijos pequeños, las más hermosas esperanzas: pero la Virgen no tuvo ninguna de aquellas ilusiones del amor maternal: y desde qué oyó la profecía del santo Simeón, siempre miró a su divino Hijo como víctima que había de ser sacrificada por los pecados del mundo.


   Gran consuelo es para una madre ver al hijo de sus entrañas seguro de todo peligro: la Virgen hubo de ver a su divino Infante, perseguido ya de muerte por el cruelísimo Herodes, y desterrado a la tierra de Egipto.


   La presencia del hijo es tan agradable para una madre como triste su ausencia, y dolorosísima la pérdida: también hubo de sufrir la Virgen esta pena amarguísima, y llorar tres días y tres noches la pérdida de aquel su Hijo adorado. 


   Y si una madre padece en su corazón todos los tormentos que ve padecer a su hijo, ¿qué dolores sentiría el corazón maternal de la Virgen, cuando vio a su Hijo divino puesto en las manos de sus enemigos y padeciendo los acerbísimos tormentos de su sagrada pasión sin poderle remediar? 


   Qué espadas de dolor atravesarían sus entrañas, cuando le encontró en la calle de Amargura, oprimido con el peso enorme de la cruz, 



cuando le contempló colgado de tres clavos en aquel afrentoso patíbulo, 




y cuando recibió después en sus brazos su sacratísimo cadáver descolgado de la cruz; 



y finalmente cuando le dejó depositado en el sepulcro, quedándose ella huérfana de su Hijo y en la más triste soledad.


   Por estas siete espadas de dolor mereció la Virgen la corona de Reina de los mártires, y pudo decir con toda verdad aquella triste lamentación:

   ¡Oh vosotros todos los que pasáis por el camino, paraos y mirad si hay dolor semejante a mi dolor!




Reflexión: Ahora, pues, después de recordar los sublimes misterios de los siete Dolores de la Virgen santísima, considerando que los padeció por nuestra causa y por nuestro amor, miremos si es razón crucificar con nuevos pecados al Hijo de Dios, y atravesar con nuevas ofensas el pecho de su santísima Madre.

   Apártenos de toda culpa la consideración de tan negra ingratitud.



Oración: ¡Oh Dios! en cuya pasión fue atravesada con espada de dolor, según la profecía de Simeón, el alma tierna de la gloriosa Virgen y Madre María; concédenos propicio, que los que hacemos piadosa memoria de sus Dolores, por los gloriosos méritos y súplicas de todos los santos, tus fieles siervos y amantes de tu cruz, alcancemos los dichosos efectos de tu pasión. Que vives y reinas por todos los siglos de los siglos. Amén.


FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.

jueves, 12 de septiembre de 2019

EL SANTÍSIMO NOMBRE DE MARÍA. —Dominica después de la Natividad de Ntra. Sra.




   Nueve días después del glorioso nacimiento de la inmaculada Virgen nuestra Señora, según la costumbre de los hebreos, fué puesto a la soberana niña el nombre dulcísimo de María, que quiere decir excelsa y estrella del mar, porque ella es excelsa señora de todas las cosas criadas, y así como todas las criaturas reconocen a Dios por su Creador, así han de reconocer a María por Madre del mismo Dios, y sujetarse con profundo acatamiento a su imperio.

   También significa el nombre de María estrella del mar, porque, como dice san Bernardo, ella es aquella estrella de Jacob cuyo fulgor destella en los cielos, penetra en los abismos y recorre todo el orbe, e irradiando su calor más sobre los espíritus que sobre los cuerpos, fomenta las virtudes y abrasa y seca los vicios. Oh tú, que entre las ondas de este siglo andas fluctuando, si no quieres perecer en la tormenta, no desvíes los ojos de este norte y de esta estrella. Si se levantaren los vientos de las tentaciones, si fueres a dar en la roca de las tribulaciones, mira a la estrella y llama a María. Si te arrebata la ola de la soberbia, de la ambición, de la detracción o envidia, mira la estrella y llama a María. Si la navecilla de tu alma zozobrare, y estuviere en peligro por la codicia o algún apetito sensual, vuelve los ojos a María. Si te comienzas a ahogar por la gravedad de tus delitos y la fealdad de tu conciencia, y espantado del juicio divino te afliges y temes caer en el profundo abismo de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las caídas congojosas, piensa en María, llama a María. No se aparte de tu boca, no se aparte de tu corazón, y para que alcances el favor que le pides, no dejes de imitar sus ejemplos; porque siguiéndola no vas fuera de camino; rogándola no desesperas; pensando en ella no yerras; teniéndote ella no caes; defendiéndote no temes; siendo tu guía no te cansas, y siéndote ella propicia llegas al deseado puerto de tu eterna felicidad. Todo esto es de san Bernardo.

   Y es cierto, que ésta Virgen castísima y Madre benignísima toma debajo de sus alas y con especial amparo defiende a los que con entrañable afecto se encomiendan a ella e invocan su santo Nombre; el cual aunque en diversas partes de la cristiandad era ya venerado con señalado culto, con todo el romano pontífice Inocencio XI, después de la insigne victoria que los cristianos alcanzaron de los turcos, en Viena de Austria, por la invocación del nombre de María, mandó que este santísimo y dulcísimo Nombre fuese celebrado en todo el universo cristiano, en la dominica infraoctava del nacimiento de nuestra Señora.




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   Reflexión: Los santos doctores y teólogos enseñan que es singular gracia y favor de Dios y una como prenda de salvación el invocar a la Virgen santísima, y acudir a ella con confianza e imitar sus virtudes: de manera que el melifluo san Bernardo, devotísimo de nuestra Señora, osa decir: Calle vuestra misericordia, oh Virgen beatísima, si hay alguno que no haya hallado vuestro favor, cuando os lo pidió en sus necesidades.

   Tengamos, pues, con ella particular y filial devoción, invoquémosla en nuestros peligros y tentaciones, y sea este dulce Nombre de María, el último que pronuncien nuestros labios antes de cerrarlos la muerte.



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   Oración: Te rogamos, oh Dios omnipotente, que tus siervos fieles que se alegran con la invocación y protección de la santísima Virgen María, por su intercesión sean libres en la tierra de todos sus males y merezcan llegar a la eterna felicidad de los cielos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

SAN PAFNUNCIO, obispo y confesor. (+ hacia el año 356.). — 11 de setiembre.




   El ilustre confesor de Cristo y venerable obispo de la Tebaida superior, san Pafnucio, fué natural de Egipto, e hijo de padres cristianos y muy virtuosos.

  Oyendo desde niño la admirable vida que llevaban los santos anacoretas de los desiertos de la Tebaida, se sintió tocado del Señor para imitar sus ejemplos; y llegado a la mocedad, dio libelo de repudio a todas las cosas del siglo, para servir a sólo Dios en la soledad, debajo de la disciplina y magisterio del grande Antonio. 



   Teniendo delante de los ojos aquel perfectísimo ejemplar de todas las virtudes, hizo tan grandes progresos en el camino de la perfección, que, extendiéndose la fama de su gran santidad y de sus divinas letras, le obligaron a recibir las órdenes sagradas, y poco después de haber sido ordenado de sacerdote, fué elegido por común consentimiento para la silla episcopal de la Tebaida.

   Gobernaba santísimamente su iglesia como verdadero pastor el rebaño de Jesucristo, cuando el tirano Maximino-Daia levantó una de las más grandes y sangrientas persecuciones que eligieron aquella santa cristiandad.

   Entonces fué preso y cargado de cadenas el venerable obispo Pafnucio; y fué el primero de los santos confesores a quien cortaron los nervios de la corva izquierda, y le sacaron el ojo derecho, y le condenaron a trabajar en las minas.


   Pero habiendo sucedido a la persecución de los tiranos, la paz que dio a la Iglesia el emperador Constantino, el santo volvió a su silla con nuevo celo y con grande júbilo de todos los fieles de su diócesis; los cuales le recibieron como a su amado obispo y como a valeroso confesor de la fe.

   Por este título le hicieron también mucha honra los padres del Concilio de Nicea, en el cual se halló, y señaladamente el emperador Constantino el Grande, que se holgaba conversando con él largas horas, y jamás se despedía del siervo de Dios, sin besarle con reverencia el hueco del cual le habían arrancado el ojo. 



   Gozaba el santo de tan grande autoridad en aquel concilio, que viendo desasosegados los ánimos en cierta controversia de nuevas doctrinas en las cosas de fe, se levantó y dijo en alta voz: “Nada se mude: estad firmes en las sagradas Tradiciones”; y todos se aquietaron y le obedecieron.

  Fué san Pafnucio familiar amigo de san Atanasio y estuvo con él en el concilio de Tiro, donde al ver seducido por los Arríanos al obispo Máximo, se llegó a él y tomándolo por la mano, lo sacó de entre ellos, diciéndole:

   «No puedo sufrir ver entre herejes un obispo que ha padecido por la fe»: y oídas después las razones de Pafnucio volvió Máximo a confesar la fe católica.

   Finalmente, después de haber gobernado muchos años santamente su Iglesia, entregó su espíritu en manos del Creador.



Reflexión: Por ventura te parecerá cosa extraña que un obispo como Máximo que había sido confesor de la fe y había padecido por ella como nuestro san Pafnucio, cayese en los errores de los herejes Arríanos: pero has de recordar que la fe es siempre libre en sus actos, y que es sobremanera pestilencial la herejía y maligno su veneno. 



   Para librarnos pues del contagio de toda herejía e impiedad, es menester creer con fortaleza las verdades que nos enseña la santa Iglesia depositaría legítima de la doctrina de Dios, y estimarlas sobre toda doctrina humana, y preferirlas a nuestras propias ideas y discursos; porque es insensata soberbia querer poner la verdad de Dios en tela de juicio, y gran presunción el pretender tragar la ponzoña de los herejes e impíos sin envenenarse.


Oración: Concédenos, oh Dios omnipotente, que la venerable solemnidad del bienaventurado Pafnucio, tu confesor y pontífice, acreciente en nosotros la gracia de la devoción y de la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.



FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.