martes, 16 de marzo de 2021

MES DE MARZO CONSAGRADO A SAN JOSÉ COMO ABOGADO PARA ALCANZAR UNA BUENA MUERTE. DÍA 16: José se pone en camino para Egipto con Jesús y María.


 

INVOCACIONES:

 

—Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.

 

—Jesús, José y María, asistidme en la última agonía.

 

—Jesús, José y María, muera yo en paz en vuestra compañía.

 

(Pió VII, 28 de abril de 1807. 100 días de indulgencia por cada jaculatoria, 300 por las tres.)

 

 

 

MODO DE HACER CON FRUTO EL MES DE MARZO EN HONOR DE SAN JOSÉ.

 

 

   De rodillas ante una imagen del Santo, y, si puede ser, en la iglesia, con el Santísimo Sacramento expuesto, empezaremos diciendo:

 

   Benditos y alabados sean el Santísimo Sacramento del Altar, la Purísima e Inmaculada Virgen María y el Glorioso Patriarca San José. Así sea.

Por la señal, etc.

 

 

ORACION PARA TODOS LOS DIAS.

 

 

   Poderosísimo patrón del linaje humano, amparo de pecadores, seguro refugio de las almas, eficaz auxilio de los afligidos y dulce consuelo de desamparados. José gloriosísimo, el último instante de mi vida ha de llegar sin remedio, y mi alma, sin duda, ha de agonizar terriblemente acongojada con la representación de mi mala vida y de mis muchas culpas; el paso a la eternidad ha de serme sumamente espantoso; el demonio, mi común enemigo, me ha de combatir con todo el poder de su infierno, a fin de que yo pierda eternamente a mi Dios; mis fuerzas, en lo natural, han de ser ningunas; yo no he de tener en lo humano quien me ayude; desde ahora, pues, para entonces te invoco, Padre m mío; a tu patrocinio me acojo, asísteme en aquel trance para que yo no falte en la fe, en la esperanza, ni en la caridad. Cuando tú moriste, tu Hijo y mi Dios, tu Esposa y mi Señora, ahuyentaron los demonios, para que no se atreviesen a combatir tu espíritu. Por estos favores, y por los que en vida te hicieron, te pido que ahuyentes tú a estos mis enemigos, y acabe yo la vida en paz amando a Jesús, a María y a ti, José mío, para alcanzar lo cual te consagro este Mes de Marzo.

 

 



 

DÍA 16

José se pone en camino para Egipto con Jesús y María.

 

 

 

   Herodes se hallaba en tan continua agitación, que nada podía sosegarle: los remordimientos que le causan sus crueles órdenes, hacen más triste y congojosa su situación; los habitantes de Jerusalén se hallan consternados: la sangre de los inocentes corre por todas partes; sus padres se ven oprimidos del más profundo dolor, y las madres derraman torrentes de lágrimas. Jesús duerme tranquilamente al lado de su madre en su casita... José parte con María y su divino Hijo.

 

 

   Después de haber salido de la Judea, toman el camino de Egipto con el mayor silencio y con muy pobre equipaje. Todo, al parecer, debía inquietarlos, pero los corazones de José y de María gozan de la más profunda paz, porque llevan consigo a Jesús, que endulza sus amarguras convirtiéndolas en verdaderas delicias. Llega el momento de comer..., y apenas tienen qué...; llega la noche, ¿y en dónde hospedarse? Ni aun siquiera se halla un árbol donde abrigarse. José se separa un poco del camino. María le sigue, toma a Jesús entre sus brazos, le reclina en su seno para que descanse... Jesús cierra los ojos, María duerme... José los cubre con su manto, y queda velando a su lado; fija sus ojos en Jesús, y su corazón queda inundado de celestiales consolaciones. ¡Oh, ángeles santos!, venid aquí y admiraos del estado en que se hallan Jesús, María y José. Sé levantan por la mañana, y José toma a su vez el precioso depósito, lo estrecha en su corazón, y se olvida bien pronto de todas las fatigas del viaje; sólo Jesús le ocupa; con Jesús se pasan días serenos, porque es un sol que disipa todas las nieblas de tristeza. ¡Oh, dichoso José! ¡Oh, dichosa María!, sólo Jesús es vuestra felicidad.

 

 

   También nosotros somos viajeros: algunas veces nuestro camino está sembrado de espinas que nos punzan, de escollos que nos hacen temblar, de malos pasos que nos abaten. Pero Dios nos ha preparado para estos casos los socorros y alivios que nos son necesarios. Algunas veces comulgamos, y entonces, como José, y aun más que él, estamos con Jesús. Desde nuestro corazón, en donde descansa, nos fortifica, nos alienta, hace correr la vida por nuestras venas, produce y hace crecer las virtudes, nos consuela y disipa las tinieblas que rodean nuestra alma, enjuga nuestras lágrimas y nos colma de alegría. Entonces exclamamos y decimos: nada temo, pues Jesús está conmigo. Ya no vivo yo, sino Jesús vive en mí. Aprovechemos el tiempo que dedicamos a dar gracias después de la comunión, pues es el más precioso de la vida. Hablemos a Jesús como un pobre a un rico, como un enfermo a su médico, como un hijo a su padre, como un hermano a su hermano, como un amigo a su amigo. Abrámosle nuestro corazón, y lo llenará de sus riquezas. Si sufrimos, si sentimos los rigores de la pobreza, vayamos a Jesús, para que sea nuestro sustento y nuestra, consolación. Si algunas veces nuestro lecho está demasiado duro, pensemos en el sueño que tomaron Jesús y María sobre la dura tierra: pongamos también a Jesús sobre nuestro corazón, y El velará con San José, mientras nosotros dormimos. ¡Dios mío!, qué bondad la vuestra en haberos dado por alimento a vuestros hijos en esta tierra de destierro, en esta triste peregrinación. Por todas partes os encontramos, ¡oh, Pan de los Ángeles!, hecho pan de los hombres. En nuestra mano está el recibiros. ¿Por qué no lo hacemos más a menudo y con más fervor?

 

 


 

EJEMPLO

San José, abogado de la buena muerte.

 

 

   Un vicario de Munster (Westphalia) se hallaba durmiendo, cuando oyó llamar a la puerta. Era un desconocido, el cual le avisó que fuese a la casa que le indicó, para llevar los últimos Sacramentos a una señora anciana. Al momento se puso en camino el sacerdote. Llegó a la casa y encontró al hijo de la señora, que salió a abrirle. «¡Cómo es eso! —exclamó el hijo—, ¡Qué extraordinaria visita! ¿Quién está aquí enfermo?» «¿Qué es esto? — contestó el sacerdote—, ¿No me han llamado ustedes para que administre los Sacramentos a su madre?» «No, señor. Mi madre acaba de subir a sus habitaciones y está perfectamente. Yo no sé lo que esto significa.» El vicario empezó a creer que aquello había sido una chanza. «Sin embargo—le dijo el hijo—; quién sabe si Dios le envía a usted, y en efecto, se habrá puesto enferma de repente!» Subió corriendo en busca de su madre, y la encontró sumamente indispuesta: «¡Ah, hijo mío! —le dijo—, qué dicha es verte; ya no tenía fuerzas para pedir auxilio. Di que venga un sacerdote en seguida para que pueda confesarme.» Subió el vicario y después de haberle dado el Santo Viático, le preguntó si era devota de algún Santo a quien hubiese pedido la gracia de no morir sin Sacramentos. «Siempre he rogado a Pan José—dijo la enferma— que me consiguiese esta gracia.» Entonces comprendió el vicario que el Santo Patriarca había intervenido en este hecho.

 




DESPUES DE LA MEDITACION DIARIA.

 

 

   Para obtener del Santo Patriarca las gracias que en este mes le pedimos, rezaremos siete veces el Padrenuestro, Avemaría Gloría Patri, en memoria de los siete dolores y gozos que sintió en esta vida.

 

 

I

 

Viendo encinta a tu Esposa,

divino Atlante,

tu dolor volvió en gozo

la voz del ángel.

(San Mateo, 1.)

 

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

II

 

Cuando a Cristo naciendo

viste tan pobre,

te alegró verle en tantas

adoraciones.

(San Mateo.)

 

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

III

A Jesús cuando viste

circuncidarle,

Con su nombre tu pena,

pudo templarse.

(San Lucas, 2.)

 

—Padrenuestro, Avemaría, y Gloria.

 

 

IV

 

Si sentiste el presagio

de morir Cristo,

Os dio gozo el anuncio

de redimirnos.

(San Lucas, 2.)

 

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

 

V

 

Porque Herodes a Cristo

quiso prenderle,

en Egipto guardarle

supiste alegre.

(Isaías, 19.)

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

VI

 

Si al volver a Judea

tuviste susto,

Nazaret fué el alcázar

de tu refugio.

(San Mateo, 2.)

 

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

 

VII

 

Si os causó gran tristeza

perdido Cristo,

al hallarle fué el gozo

más excesivo.

(San Lucas, 2.)

 

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

 

—Cada, uno pida ahora a San José lo que necesite y le convenga.

 

 



 

ORACION FINAL A SAN JOSÉ.

 

 

    Gloriosísimo Patriarca José, fidelísimo esposo de María y padre de Jesús: En unión del amor con que el Eterno Padre encomendó su amado Hijo Jesucristo y la Sagrada Virgen María a vuestro cuidado, yo me entrego a vos desde hoy por todos los días de mi vida, y singularmente encomiendo mi alma y cuerpo a vuestra custodia en el trance de la muerte. A vos elijo por mi primer Patrón después de María Santísima; en vos pongo mi consuelo y esperanza, para que todas mis cosas se dirijan por vuestros méritos, todas mis obras se dispongan conforme a la voluntad divina; y os suplico me recibáis por vuestro perpetuo siervo, para que siempre os sirva, y logre con vuestra intercesión la gracia de Jesús y la protección de María. Amén.

 

 

APOSTOLADO DE LA PRENSA —1926.



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