miércoles, 24 de marzo de 2021

MEDITACIONES PARA LA CUARESMA: QUINTA SEMANA DE CUARESMA: MIÉRCOLES DE PASIÓN.


 


Tomado de “Meditaciones para todos los días del año - Para uso del clero y de los fieles”, P. André Hamon, cura de San Sulpicio.

 

 

RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE

 

 

Mañana consideraremos que debemos amar la cruz, porque en ella encontramos: nuestra fuerza; nuestra gloria.

   Nuestra resolución será: recordar la cruz en nuestras épocas de debilidad o desánimo, para reavivar nuestro valor; ya no preocuparnos más por la vana gloria del mundo, y unirnos únicamente a la sólida gloria de la cruz.

   Nuestro ramillete espiritual serán las palabras de San Pablo: “Dios no permita que yo me gloríe sino en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo”. (Gálatas VI, 14).

 


 

MEDITACIÓN DE LA MAÑANA

 



   Postrémonos en espíritu ante la cruz del Salvador y ofrezcamos a ella el homenaje de nuestra más ferviente piedad, de nuestra adoración, amor y alabanza (Sal. XCIV, 6).

 

 



PRIMER PUNTO: Debemos amar la cruz porque es nuestra fuerza.

 

 

   El hombre es débil por sí mismo y, por otro lado, se encuentra en posiciones tan críticas, tiene faltas y pasiones tan difíciles de vencer, virtudes tan dolorosas de practicar, que es necesario que una fuerza sobrenatural sea necesaria acudir al socorro de la debilidad humana. Ahora bien, es en la cruz donde se encuentra esta fuerza. Encontramos en él un ejemplo que avergüenza nuestra pusilanimidad y excita nuestro coraje; garantía de nuestras esperanzas inmortales que, elevando nuestro corazón al cielo, lo hace más fuerte que toda la tierra; una gracia que sostiene, un amor que provoca nuestro amor e inspira devoción; por último, el sello de los elegidos, que nos invita a caminar por el mismo camino que ellos hicieron para llegar a la meta que han alcanzado. San Pablo se adhirió a la cruz (Gálatas II, 19), y apoyándose en ella se estimó más fuerte que todo tipo de tentaciones y pruebas (Rom. VIII, 37). Los mártires y los confesores en sus tormentos pensaron en la cruz y encontraron en ella una fuerza que los hizo invencibles. Sufro mucho, dijo uno de ellos, pero ¿qué se compara con lo que Jesús sufrió en la cruz? Imitemos estos hermosos ejemplos. Si somos probados por los reveses de la fortuna, incluso hasta el punto de sufrir la más extrema pobreza, la desnudez de Jesús en la cruz nos hará más querida la privación y nos hará exclamar con valentía con San Jerónimo: Seguiré desnudo a Jesucristo desnudo. Si estamos afligidos en nuestro cuerpo por la enfermedad y el sufrimiento, las heridas de Jesucristo en la cruz nos harán apreciar el sufrimiento y nos permitirán decir con San Buenaventura:No viviré sin sufrir cuando te vea sufrir”; o con santa Teresa: “¡Oh sufrimiento o muerte!”. Tengo horror, dijo este gran santo, del goce y la comodidad, de la sensualidad y el afeminamiento. ¿Somos el blanco de la calumnia, la falta de consideración, el desprecio? el oprobio sufrido por Jesús en la cruz destruirá nuestras ilusiones respecto al amor de la estima y la alabanza. De ahora en adelante ya no tenemos ningún deseo por ellos; porque ¿cómo podemos tener respeto por la estima de un mundo que ha apreciado tan mal la sabiduría eterna? ¿Cómo podemos desear ser tratados mejor y ser más honrados que Dios? Por último, si tenemos problemas interiores que sufrir, un carácter que reformar, la voluntad propia que vencer, la mansedumbre y obediencia de Jesús en la cruz nos hará mansos y dóciles, sencillos y obedientes. Así, en cualquier posición que estemos, cualesquiera que sean los problemas en nosotros o alrededor de nosotros, la cruz será nuestra fuerza; con él triunfaremos sobre todas las dificultades, con él seremos felices en medio del sufrimiento, ricos en pobreza, contentos en medio de las contradicciones.

 

 



SEGUNDO PUNTO. Debemos amar la cruz porque es nuestro.

 

 

   La cruz y los sufrimientos son un honor tan grande que nuestros pecados merecen que seamos privados de ellos, y que seamos condenados a las riquezas, los honores y los placeres del mundo, contra los cuales Nuestro Señor pronunció este terrible anatema, “¡Ay de vosotros los ricos, porque tenéis vuestro consuelo!” (Lucas VI, 24). El alma a la que Dios concede estas posiciones falsas debe ser humillada y confundida, y debe temer la condenación en el día del juicio. El alma, por el contrario, favorecida por Dios con el don de la cruz debe tener miedo de entregarse al orgullo, porque entonces es tratada como un Dios, asimilada a Jesucristo, el Dios verdadero, y como Él, alimentado con sufrimientos, oprobio y pobreza. El mundo, que tiene ideas falsas sobre la gloria, no comprende en absoluto este lenguaje; sin embargo, ¿qué hay más claro?  Según el mundo, la gloria consiste en la nobleza de una sangre ilustre; pero la cruz da al cristiano una nobleza superior a toda la nobleza terrenal; por medio de ella el cristiano es un hijo de Dios, con derecho a decirle a Dios: Padre nuestro, que estás en los cielos; es hermano de Jesucristo y coheredero del reino celestial. Según el mundo, la gloria consiste en la posesión de vastos dominios; pero la cruz me asegura el cielo como herencia, un trono en el que juzgaré al mundo (Efesios II, 6), y beneficios infinitos comparados con los cuales el mundo entero es como nada Según el mundo, la gloria consiste en la superioridad de la mente por la que se distinguieron tantos sabios de tiempos pasados; pero en comparación con el misterio oculto de la cruz, toda la sabiduría del mundo no es más que una locura (I. Cor. I, 20). Según el mundo, la gloria consiste en un valor heroico; pero ¿qué héroes más grandes que esos discípulos de la cruz que se llaman apóstoles y mártires y santos? Por último, según el mundo, la gloria consiste en ser admitido en la intimidad de los grandes y de los reyes; pero la cruz me admite en la intimidad de Dios, de Jesucristo su Hijo, de todos los ángeles y de todos los santos. Entonces, ¿no es incomparablemente más glorioso? ¡Honor, entonces, a la cruz! Que sea bienvenido cada vez que se presente. ¡Honor a las almas crucificadas! Son los favoritos de Dios, Sus amigos especiales, que visten las libreas del gran Rey Jesús. ¿Es así como apreciamos la cruz? ¿No abrigamos acaso sentimientos muy diferentes, hasta el punto de murmurar y quejarnos cuando lo vemos acercarse?



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