martes, 2 de marzo de 2021

MES DE MARZO CONSAGRADO A SAN JOSÉ COMO ABOGADO PARA ALCANZAR UNA BUENA MUERTE. DÍA 2.



 

INVOCACIONES:

 

—Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.

 

—Jesús, José y María, asistidme en la última agonía.

 

—Jesús, José y María, muera yo en paz en vuestra compañía.

 

(Pió VII, 28 de abril de 1807. 100 días de indulgencia por cada jaculatoria, 300 por las tres.)

 

 

 

MODO DE HACER CON FRUTO EL MES DE MARZO EN HONOR DE SAN JOSÉ.

 

 

   De rodillas ante una imagen del Santo, y, si puede ser, en la iglesia, con el Santísimo Sacramento expuesto, empezaremos diciendo:

 

   Benditos y alabados sean el Santísimo Sacramento del Altar, la Purísima e Inmaculada Virgen María y el Glorioso Patriarca San José. Así sea.

Por la señal, etc.

 

 

ORACION PARA TODOS LOS DIAS.

 

 

   Poderosísimo patrón del linaje humano, amparo de pecadores, seguro refugio de las almas, eficaz auxilio de los afligidos y dulce consuelo de desamparados. José gloriosísimo, el último instante de mi vida ha de llegar sin remedio, y mi alma, sin duda, ha de agonizar terriblemente acongojada con la representación de mi mala vida y de mis muchas culpas; el paso a la eternidad ha de serme sumamente espantoso; el demonio, mi común enemigo, me ha de combatir con todo el poder de su infierno, a fin de que yo pierda eternamente a mi Dios; mis fuerzas, en lo natural, han de ser ningunas; yo no he de tener en lo humano quien me ayude; desde ahora, pues, para entonces te invoco, Padre m mío; a tu patrocinio me acojo, asísteme en aquel trance para que yo no falte en la fe, en la esperanza, ni en la caridad. Cuando tú moriste, tu Hijo y mi Dios, tu Esposa y mi Señora, ahuyentaron los demonios, para que no se atreviesen a combatir tu espíritu. Por estos favores, y por los que en vida te hicieron, te pido que ahuyentes tú a estos mis enemigos, y acabe yo la vida en paz amando a Jesús, a María y a ti, José mío, para alcanzar lo cual te consagro este Mes de Marzo.

 

 





DÍA 2.

Dignidad de San José.

 

 

 

   Quizás piense alguno tener una idea completa de la perfección de San José. No; el resumen precedente no se aproxima siquiera a la realidad. Es una regla general seguida por la Sabiduría infinita, nos asegura San Bernardino de Sena, el dar con abundancia a los hombres destinados a cualquier función las gracias necesarias para llenar sus deberes. Dios escogió a San José para ser el esposo de María. Procurad comprender el tesoro de gracia supuesto por una cosa tan única.

 

 

   No nos detendremos en buscar comparaciones que nos ayuden a penetrar en el santuario de los dones del casto esposo de la Madre de Dios. Este frío de la tierra no sabría comprenderlo, pero los siglos no vieron ni verán nada semejante; lo que la tierra no sabría hacer, el cielo lo hará ¡Arriba los corazones! Hasta, los cielos, y hasta los cielos de los cielos, porque no serán los elegidos ni las jerarquías angélicas los que podrán instruimos, sino que será la Santísima Trinidad.

 

 

   En el seno del Dios Todopoderoso no tuvo otro esposo María que el Espíritu Santo, procedente del Padre y del Hijo.

 

 

   Pueden distinguirse dos puntos en la tercera Persona de la Santísima Trinidad: su vida divina, eterna, y su misión en el tiempo. Su misión nos ayudará más tarde a comprender la función asignada a San José en la Iglesia. Ahora sus relaciones con las otras dos Personas divinas nos revelarán el puesto de José en la Sagrada Familia, y, por consecuencia, una parte de sus gracias. Destinado a vivir con la Virgen Inmaculada, se le asignó el primer lugar en el seno de la Santa Familia, y José tenía que ser muy parecido a la Virgen María y a su Divino Hijo. Él es la raíz de Jesé, y María es el tallo coronado de la flor divina, del Niño de Belén. ¿Hay mayor alabanza que dar a San José?

 

 

   Durante treinta, años su corazón humilde y generoso ha recibido las efusiones del Sagrado Corazón de Jesús y del Corazón Purísimo de María. Sin su fidelidad, ¿hubiera sido posible su vida al lado de la Trinidad terrestre? ¡Ah, qué abismos de santidad nos descubre esta verdad en el alma del bienaventurado José!

   El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo como de un solo principio. Parece que ninguna analogía puede hallarse con San José, cuyo nacimiento, según el orden del tiempo, es muy anterior al de la Madre de Dios. Pero hay un orden superior al del tiempo, y es el orden de los divinos decretos. En el pensamiento de Dios, el fin fué la Encarnación; los medios más inmediatos para ese fin son la maternidad divina y la presencia de José dentro de la Sagrada Familia en calidad de esposo de María. Y el esposo de la Madre de Dios debió ser tal que, hablando de él a Jesús, pudo decir María: “Tu padre y yo”.

 

 

   Por fin, la tercera Persona de la Santísima Trinidad es el beso del amor recíproco del Padre y del Hijo, el lazo de su unión eterna.

 

 

   Luego de su muerte, el Señor comienza su vida pública y, por consiguiente, se separa de su Madre. Hecho misterioso que no puede ser sino gloriosísimo para San José. El amor recíproco de la Madre y del Hijo no se altera por ningún acontecimiento. A pesar de esto, la vida en común cesa con la partida del Padre putativo.

 

 

   La lengua humana no sabría expresar las riquezas y las perfecciones de vuestro corazón de esposo, ¡oh, José! Que los ángeles las canten, que María las proclame: de nosotros recibid el silencio, este silencio respetuoso, que es también una alabanza.

 

 

   ¡Oh, Señor! Os suplicamos que nos ayudéis por los méritos del esposo de vuestra divina Madre a obtener una caridad perfecta, Vos, que vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.

 

 



 

EJEMPLO

 

 

   Un joven de Lyon, de vida muy edificante cuando niño, hasta el punto de creer sus padres que abrazaría la vida religiosa, fué cambiando insensiblemente por efecto de una mala compañía, y desoyendo la voz de su piadosa madre, quiso, cual otro hijo pródigo, marchar de su casa a conocer otros mundos. Con estas locas ideas desapareció un día del lado de su familia, sin que hubiese medio de dar con él. Acudieron a San José en aquel trance, pidiéndole les iluminase para conseguir la vuelta de su hijo, y que tomase bajo su protección a aquel desgraciado para que no pereciese. Mientras tanto, el referido joven; envuelto en toda clase de vicios y hastiado de los placeres, empezó a sentir vivos sentimientos de amargura por su mal proceder. Deseando sabor de sus padres, determinó valerse de persona de su confianza que le ayudase a encontrar la reconciliación de su familia. Y sucedió que, estando pensando en esto, recibió carta de sus padres, que, llenos de dolor, le suplicaban que volviese a su lado y que sería bien recibido. Como tenía buen corazón, se sintió mudado por completo interiormente, volviendo a casa de sus padres para empezar una nueva vida, digna de su primitivo fervor.

 

 


DESPUES DE LA MEDITACION DIARIA.

 

 

   Para obtener del Santo Patriarca las gracias que en este mes le pedimos, rezaremos siete veces el Padrenuestro, Avemaría Gloría Patri, en memoria de los siete dolores y gozos que sintió en esta vida.

 

 

I

 

Viendo encinta a tu Esposa,

divino Atlante,

tu dolor volvió en gozo

la voz del ángel.

(San Mateo, 1.)

 

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

II

 

Cuando a Cristo naciendo

viste tan pobre,

te alegró verle en tantas

adoraciones.

(San Mateo.)

 

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

III

A Jesús cuando viste

circuncidarle,

Con su nombre tu pena,

pudo templarse.

(San Lucas, 2.)

 

—Padrenuestro, Avemaría, y Gloria.

 

 

IV

 

Si sentiste el presagio

de morir Cristo,

Os dio gozo el anuncio

de redimirnos.

(San Lucas, 2.)

 

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

 

V

 

Porque Herodes a Cristo

quiso prenderle,

en Egipto guardarle

supiste alegre.

(Isaías, 19.)

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

VI

 

Si al volver a Judea

tuviste susto,

Nazaret fué el alcázar

de tu refugio.

(San Mateo, 2.)

 

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

 

VII

 

Si os causó gran tristeza

perdido Cristo,

al hallarle fué el gozo

más excesivo.

(San Lucas, 2.)

 

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

 

 

—Cada, uno pida ahora a San José lo que necesite y le convenga.

 

 





 

ORACION FINAL A SAN JOSÉ.

 

 

    Gloriosísimo Patriarca José, fidelísimo esposo de María y padre de Jesús: En unión del amor con que el Eterno Padre encomendó su amado Hijo Jesucristo y la Sagrada Virgen María a vuestro cuidado, yo me entrego a vos desde hoy por todos los días de mi vida, y singularmente encomiendo mi alma y cuerpo a vuestra custodia en el trance de la muerte. A vos elijo por mi primer Patrón después de María Santísima; en vos pongo mi consuelo y esperanza, para que todas mis cosas se dirijan por vuestros méritos, todas mis obras se dispongan conforme a la voluntad divina; y os suplico me recibáis por vuestro perpetuo siervo, para que siempre os sirva, y logre con vuestra intercesión la gracia de Jesús y la protección de María. Amén.

 



APOSTOLADO DE LA PRENSA —1926.







No hay comentarios.:

Publicar un comentario