martes, 30 de enero de 2018

EL RETRATO DE UNA MUJER ADMIRABLE: MAMÁ MARGARITA.





     El último capítulo del bello libro de Los Proverbios en la S. Biblia nos presenta el retrato de una madre admirable. Dice así: 

     “UNA MUJER BIEN CUMPLIDORA DE SU DEBER ¿QUIÉN LA ENCONTRARÁ? 

     “Es mucho más valiosa que las perlas y las joyas.
     En ella confía el corazón de su marido y con gran provecho. Ella trae el bien y no el mal, todos los días de su vida.
     Busca lana e hilos y los trabaja con manos hacendosa.
     Ella es como una nave que trae provisiones para el hogar.
     Se levanta de madrugada y prepara el alimento para todos. Atiende el campo y con sus manos cultiva la tierra.
     Trabajo con vigor todo el día y su trabajo lo hace bien.
     Aun durante la noche trabaja varias horas en favor de todos. Da limosna a los necesitados y no niega sus ayudas al pobre. Se preocupa porque todos en su casa tengan los vestidos necesarios.
    Su marido es estimado y alabado en las reuniones de vecinos.
    Hace costuras y las vende y así ayuda a la economía del hogar.
     Su boca pronuncia enseñanzas de sabiduría y palabras de amabilidad.
     Está atenta a todo lo que hace falta en la casa y no come gratis su pan.
     Sus hijos la proclaman dichosa y admirable y su marido la elogia.
     Muchas mujeres hicieron obras admirables, pero ésta las supera a todas.
     Engañosa es la belleza. Vana la hermosura. La mujer cumplidora de su deber es la que merece todas las alabanzas.
     Recibirá el fruto de sus buenas obras y la gente hablará bien de ella”. (Prov. 31).




   Esta hermosa página de la S. Biblia, parece el retrato de Mamá Margarita, escrito 25 siglos antes de que ella naciera.

   Madre de un gran Santo: San Juan Bosco.


Una Madre admirable
MAMÁ
MARGARITA.
P. Eliécer Salesman.


SANTORAL DÍA 30 de enero.





—SAN FÉLIX I, papa y mártir. 




   Sucedió a San Dionisio en la cátedra de San Pedro, en el año 269, reinando el emperador Clandio II. Defendió la verdad católica acerca de la Santísima Trinidad y de la Encarnación contra Pablo de Samosata. Mandó construir una basílica en la vía Aurelia, y en ella parece que se le sepultó después de su muerte, ocurrida en el año 274, durante el reinado de Aureliano. La Iglesia le da el título de mártir, pero se ignoran las circunstancias de su muerte.





—SAN LESMES o Adelmo, abad en Burgo. 



   Floreció en el siglo XI, siendo hijo de un gentil hombre de la región de Poitiers, en Francia. Después de seguir la carrera de las armas, se entregó totalmente a Dios. Toscamente vestido emprendió un viaje a Roma, no por pura curiosidad, sino obedeciendo a una imperiosa necesidad de su espíritu; este viaje no fue sino una larga peregrinación de penitencia. Regresó de Roma después de dos años, y al llegar al monasterio benedictino llamado Casa de Dios, pidió al abad le recibiera como monje; fue recibido y vivió como modelo de religiosos y de penitentes. Atraída por su fama de santidad y de taumaturgo, la reina doña Constanza, esposa de Alfonso VI, rey de Castilla y de León, rogó al Santo que viniese a España. Obedeció Lesmes y se estableció en Burgos, en un hospicio que el rey había mandado levantar. Más tarde se construyó allí mismo un monasterio, del cual fue Lesmes el primer abad. Lleno de méritos se fue al cielo a gozar de la vista de Dios, hacia el año 1100. En 1480 se le dedicó la parroquia que lleva su nombre y la ciudad le venera como Santo Patrono. 



—SAN HIPÓLITO, presbítero y mártir. 





   Era un presbítero de Antioquía, que habiendo incidido en el cisma de los novacianos, por la gracia de Dios volvió al seno de la Iglesia, en la cual acabó haciendo ardiente profesión de, fe, por lo que en el mismo instante le degollaron. Vivió en el siglo III.



—Otro Hipólito, mártir en la Polla (Italia);


—Nicolás y Domingo Sarraceno, mártires, en España;


—Feliciano y Alejandro, mártires.


—Santa Jacinta Mariscotti, virgen; 




   En la ciudad de Viterbo, en el Lacio (hoy Italia), santa Jacinta Mariscotti, virgen, de la Tercera Orden Regular de San Francisco, la cual, después de perder quince años entregada a vanos deleites, abrazó con ardor la conversión y promovió confraternidades para consolar a los ancianos, fomentando el culto a la Eucaristía (1640).




—SANTA MARTINA, virgen y mártir. 



   Esta santa virgen procedía de ilustre familia romana, pues su padre había ejercicio por tres veces la dignidad consular.
   Fue educada en el santo temor de Dios y tenía hondamente arraigadas en su corazón las creencias de nuestra santa religión. Los cristianos eran entonces perseguidos, aunque con menos saña que en tiempos anteriores. Martina se vio denunciada y tuvo que presentarse ante el juez, que quería hacerle ofrecer sacrificios a los dioses; pero la joven cristiana se negó en absoluto. Fue llevada al templo de Apolo, pero éste quedó desplomado y la estatua del dios destrozada, lo mismo que la de Diana. Martina fue apaleada con gruesas y nudosas varas; sus propios verdugos se convirtieron al ver tal heroicidad y sufrieron el martirio allí mismo, siendo decapitados. La misma suerte cupo a Martina, que consiguió la palma de su triunfo en 228, imperando Alejandro Severo.





—Aldegunda, fundadora. 





   En el monasterio de Maubeuge, en Neustria (hoy Francia), santa Aldegunda, Abadesa, en tiempo del rey Dagoberto (c. 684).



lunes, 29 de enero de 2018

SANTORAL DEL DÍA 29 de enero.





—Santos Francisco de Sales, obispo, doctor y fundador; 






 —Valero, obispo de Zaragoza; 





 

—Sulpicio Severo, historiador; 






 —Aquilino y Mauro, mártires; 



SAN AQUILINO




SAN MAURO




—Gildas, abad;
 





—Seustio, Constanzo de Perusa y Sabiniano, mártires; 







—Julián el Hospitalario, en Cataluña; y el venerable Tajón, escritor, discípulo de San Braulio y obispo de Zaragoza. 
 

JULIAN EL HOSPITALARIO




TAJÓN, OBISPO de ZARAGOZA.




—Santas Radegunda y Sabina, vírgenes.










EL SANTO
DE CADA DÍA
POR
EDELVIVES.


SAN FRANCISCO de SALES, obispo, confesor y doctor. (+ 1622) — 29 de enero.



San Francisco de Sales nació en el castillo de Sales en el ducado de Saboya. Siendo niño, repartía a los pobres lo que le daba para su entretenimiento la condesa, su madre; y llegado a la edad competente, aprendió las letras humanas y divinas en el colegio que tenían en París los Padres Jesuitas, y tuvo por maestro de teología al sapientísimo Padre Maldonado, y por maestro de las lenguas hebrea y griega al famoso Genebrardo.
   Comulgaba cada ocho días, ceñíase el cilicio tres días a la semana; y siendo prefecto de la Congregación de María Santísima, hizo voto de perpetua virginidad. De París pasó a la universidad de Padua para estudiar Jurisprudencia, y escogió por confesor al insigne Padre Posevino de la Compañía de Jesús. Allí fue donde algunos malignos escolares le llevaron a la casa de una dama ruin, de cuya tentación hubo de librarse el castísimo mancebo tirándole a la cara un tizón que halló a mano.
   Habiéndose ordenado de sacerdote, le confiaron el ministerio de la palabra, y en su primer sermón convirtió trescientos pecadores. Andaba de aldea en aldea y de choza en choza, padeciendo fríos, lluvias, hielos, insultos y persecuciones de muerte por ganar almas a Cristo. 



   Siempre iba entre lobos aquel cordero mansísimo, pero con su caridad mudó los lobos en corderos. Cuando entró en Tonón no había más que siete católicos en toda la ciudad; y poco después pasaban ya de seis mil: y no paró hasta reducir a la verdadera fe los protestantes de Ger, de Ternier, de Gaíllac y del Chablais. El mismo heresiarca Teodoro Beza se convenció y lloró; aunque por haber diferido su conversión, murió apóstata en Ginebra.  




   El rey de Francia Enrique IV ofreció al santo el obispado de París, y el capelo cardenalicio; mas rehusó él estas dignidades: y si admitió la mitra de Ginebra, fue porque el sumo Pontífice se lo mandó con riguroso precepto. 


   Visitó a pie todas las parroquias poniéndose mil veces en peligro de muerte, predicó muchas Cuaresmas, fue como el oráculo de su tiempo, y escribió muchos libros de piedad y entre ellos la “introducción a la vida devota”, del cual se dice, que son más las almas que ha convertido que las letras que tiene; y el “Tratado del amor de Dios”, suficiente para encender en el amor divino los corazones más fríos y helados. 





   Fundó además la Orden de, la Visitación, inspirando a sus religiosas un espíritu de suavidad y caridad de Cristo, que jamás ha padecido menoscabo. 





   Finalmente, después de increíbles trabajos y méritos, a la edad de 56 años, murió el santo en el humilde aposento del hortelano de la Visitación. Su corazón precioso y conforme al de Cristo se conserva, en una urna de oro que mandó labrar el rey Luis XIII por haber recobrado la salud en el mismo instante que se le mostró aquella sagrada reliquia.


*


   Reflexión: La mansedumbre, hija de la caridad de Cristo, fue la virtud en que más se señaló el suavísimo y apostólico varón san Francisco de Sales; porque el Señor se propuso como ejemplar de ella, diciendo: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón. (MAT. XI.).

   Imitémosle también nosotros, recordando que así como el desabrimiento, la altanería y la cólera suelen ser pruebas de una conciencia lastimada; así a la dulzura, la humildad y suavidad siempre han sido el propio carácter de la santidad verdadera.



   Oración: ¡Oh Dios! que ordenaste que el bienaventurado Francisco, tu confesor y pontífice, se hiciese todo para todos por la salud de las almas, concédenos benignamente, que llenos de la dulzura de tu caridad, por los consejos y méritos de este gran santo, consigamos los eternos gozos de la gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.



FLOS SANCTORVM

DE LA FAMILIA CRISTIANA



domingo, 21 de enero de 2018

SANTA INÉS, virgen y mártir.


   Nació esta gloriosísima niña y fortísima mártir de Cristo de padres cristianos, ricos y nobles. 

   Catorce años tenía, y ponderaban su extraordinaria hermosura hasta en la corte imperial. Enamorado de ella el hijo del gobernador de Roma, llamado Procopio, envió a la doncella un riquísimo presente, y usó de todo linaje de halagos, promesas y amenazas para alcanzarla por esposa. 

   Respondió ella que quería ser leal a otro Esposo mucho más noble, el cual sólo le pedía por dote la virginidad. Por donde entendiendo el gobernador que Inés era cristiana, le concedió veinticuatro horas de tiempo para escoger una de dos cosas: o dar la mano a su hijo, y ser una de las primeras damas romanas, o resignarse a morir en los más afrentosos y dolorosos suplicios. 

   «No es menester tanto tiempo; — respondió Inés — lo que me está mejor es morir, y coronar mi virginidad con la gloria del martirio».

   «Irás, pues, al lugar infame — replicó el prefecto — y morirás sin ser virgen».

  «Esas son las infamias que os inspiran vuestros dioses, — repuso la niña — pero no las temo, porque hay quien me librará de ellas».

   La cargaron, pues, de cadenas, y la llevaron como arrastrando al templo de los ídolos, y allí le movieron por fuerza la mano para que ofreciese incienso a los dioses, y ella al levantar la diestra hizo la señal de la cruz, por lo cual de allí fue conducida al lugar de infamia: más un resplandor celestial atajó los pasos de los mozos deshonestos que se le llegaron, y el hijo del prefecto, que osó entrar en aquel sitio, cayó repentinamente muerto. 

   Consternado el padre de este joven, rogó a Inés que, si podía, le resucitase; y la niña oró y el mancebo resucitó, confesando delante de todos que Jesucristo era Dios.

   Al ver estos prodigios, los sacerdotes de los ídolos conmovieron al pueblo contra la niña cristiana, diciendo que era una gran hechicera y sacrílega, por lo cual el teniente del gobernador dio sentencia de que fuese quemada. Se encendió la hoguera y con asombro de todos apareció la niña sin lesión en medio del fuego. 


   Entonces, temiéndose una sedición del pueblo, mandó el presidente que allí mismo fuese degollada; y atravesándole el pecho un verdugo, voló el alma de Inés a su celestial Esposo. 


   Pusieron su santo cuerpo en una heredad de sus padres, fuera de la puerta Nomentana, que ahora se llama de Santa Inés, donde muchos cristianos, concurrían a hacerle reverencia; entre ellos fue Emerenciana, virgen santísima, compañera y hermana de leche de santa Inés y reprendió en aquel lugar a los gentiles de su impiedad. Era catecúmena, y fue bautizada allí con su propia sangre. Su cuerpo fue sepultado junto con el de santa Inés.


   Reflexión: San Máximo, en un sermón que hizo de santa Inés, exclamaba: « ¡Oh virgen gloriosísima! ¡Qué ejemplo de vuestro amor habéis dejado a las vírgenes, para que os imiten! ¡Oh, cómo les enseñasteis a responder, despreciando la riqueza del siglo, desechando los deleites del mundo, amando solamente la hermosura de Cristo! Allegaos, doncellas, y en los tiernos años de la niñez, aprended a amar a Cristo con vivas llamas de amor. Dice Inés que quiere ser leal a su Esposo, y que desea a Aquél solo, que no rehusó morir por ella. Aprended, vírgenes, de Inés, que así está abrasada del amor divino tiene por nada todos los tesoros y delicias de la tierra».


   Oración: Todopoderoso y sempiterno Dios, que escoges lo más flaco para confundir a lo más fuerte; concédenos por tu clemencia que los que hoy celebramos la fiesta de la bienaventurada virgen y mártir Inés, experimentemos la virtud de su intercesión. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

FLOS SANCTORVM

DE LA FAMILIA CRISTIANA.

jueves, 18 de enero de 2018

LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO en ROMA. (Año 48 de Cristo.) — 18 de enero.


La fiesta de la Cátedra de san Pedro en Roma, la instituyó la santa Iglesia para celebrar aquel dichoso día en que el Príncipe de los apóstoles, después de haber tenido siete años la Cátedra apostólica en Antioquía, la colocó en aquella ciudad, que era señora y cabeza del mundo, para que estando en ella el Vicario de Cristo, más fácilmente abrazase y gobernase todas las provincias del orbe cristiano. 

   También nos recuerda hoy la Iglesia aquel singular beneficio que Cristo nuestro Señor hizo a san Pedro y en él a todo el mundo, cuando alumbrado no de la carne y la sangre, sino con la luz del Padre eterno, reconoció y testificó por Hijo coeterno suyo a Jesucristo, y el Señor, en pago de esta confesión, le hizo Piedra fundamental de su Iglesia, y le dio las llaves del reino de los cielos. 



   Por esta tan grande potestad fue constituido san Pedro pastor universal del rebaño de Cristo, y el primero de toda la serie de soberanos pontífices que por legítima sucesión habían de gobernar la Iglesia, la cual, conforme a la promesa del Señor, ha de durar hasta el fin de los siglos.

   Entró san Pedro en Roma hacia el año 48 del Señor, y en el segundo del emperador Nerón, que fue el mayor monstruo de crueldad que había de perseguir a la Iglesia todavía naciente.

   Si consideras a san Pedro pobremente vestido, descalzos los pies, una alforja al hombro, y un báculo en la mano, encaminándose a Roma con intención de asentar en aquella capital de los cesares el trono de su monarquía espiritual, no podrás menos de decir: estas son cosas de Dios; si fueran empresas humanas; no tuvieran ningún resultado. Pero el Señor es quien guiaba a Roma los pasos del pobre pescador de Galilea, desprovisto de todo humano recurso; y Dios es quien estableció allí la Cátedra de su Vicario en la tierra, y quien la ha conservado por espacio de diez y nueve siglos, y la conservará hasta el fin del mundo.



   Esta es la Cátedra de la verdad que Jesucristo dejó establecida perpetuamente sobre la tierra para conservar sin alteración la doctrina de su santo Evangelio, y enseñar a todos los hombres lo que han de saber y obrar para salvarse.

   Esta es la piedra fundamental de la Iglesia de Cristo, en la cual se han estrellado innumerables y poderosos enemigos, que jamás han cesado en su diabólico empeño de derribarla, y contra la cual, conforme a la promesa del Señor, no prevalecerá todo el poder del infierno. 


   En esta Cátedra gobernó san Pedro a la cristiandad por espacio de veinticinco años, y hasta ahora se guarda en Roma la pobre silla de madera en que se dice que se sentaba el glorioso Príncipe de los apóstoles, y por ella ha obrado el Señor muchos prodigios.



*

   Reflexión: Habiendo dicho Jesucristo a san Pedro: «Tú eres Pedro, y sobre ti edificaré mi Iglesia», han de saber todos los fieles que quieren estar incorporados en este edificio espiritual, que han de estar unidos con esta primera piedra, y con la fe y doctrina de la Iglesia romana, que los sucesores de san Pedro enseñan; y que así como el miembro para tener vida ha de estar unido con su cabeza y el ramo con su raíz y el río con su fuente; así cualquier fiel y católico cristiano ha de estar unido con la Cátedra de san Pedro y de sus sucesores, que después de Cristo son cabezas de todo el cuerpo de la Iglesia, fuera de la cual no se halla la vida, espíritu y la gracia con que se sustenta.


   Oración: ¡Oh Dios! que concediste a tu apóstol el bienaventurado san Pedro la autoridad pontificia de atar y desatar, dándole las llaves del reino de los cielos, concédenos por su intercesión que nos veamos libres de las ataduras y cadenas de nuestros pecados. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.


FLOS SANCTORVM

DE LA FAMILIA CRISTIANA.

miércoles, 17 de enero de 2018

SAN ANTONIO, abad. (+ 356). 17 de enero.



El admirable patriarca de los monjes, san Antonio, nació en Como de Egipto, de nobilísimos y cristianísimos padres, los cuales murieron siendo él de edad de diez y siete años.
   Entrando pues un día en la iglesia, al tiempo que se leía aquel Evangelio en que el Señor decía a un mancebo: «Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, que así hallarás gran tesoro en los cielos», Antonio tomó tan de veras aquellas palabras, como si para él sólo las hubiera dicho Cristo nuestro Señor, y volviendo a casa dio a su hermana la parte de la hacienda que le cabía y repartió todo lo demás a los pobres. Había ya en el desierto algunos solitarios, y entre ellos uno a quien el santo se propuso imitar; aunque como abeja solícita también iba a visitar a los otros monjes, para tomar de todos, como de flores, con que labrar la miel de su devoción; y sacar en sí un perfectísimo retrato de las virtudes que veía en los otros.
   Pero el demonio, temiendo tan gloriosos principios, le asaltó con todas sus fuerzas, tentándole reciamente para que dejase la soledad, acometiéndole con la llama de los apetitos libidinosos, apareciéndole en figura de una doncella sobremanera hermosa y lasciva, y atormentándole, ya con gritos, alaridos y horribles visiones de monstruos infernales, ya con azotes y otros suplicios, hasta dejarle como muerto. 


   Triunfó el santo de todo el poder del infierno, y aún acrecentó sus austeridades, encerrándose en la cueva de un castillo desamparado, donde moró por espacio de veinte años, hasta que, viniendo a él muchos hombres tocados de Dios, que querían vivir debajo de su santa instrucción, salió de su encerramiento y comenzó a fundar muchos monasterios, los cuales fueron tantos, que aquellos desiertos parecían ciudades populosas, habitadas por ciudadanos del cielo.
   Sabiendo entonces que muchos cristianos eran presos en la persecución de Maximiliano y llevados a Alejandría, se encendió en gran deseo del martirio; les servía en las cárceles, les acompañaba a los tribunales, les animaba en los tormentos, muriendo porque no moría por Cristo.
   Más no quiso el Señor que se acabase con el filo de la espada la vida del que era padre y maestro de innumerables monjes. No se puede fácilmente creer la grandeza de los milagros que obró el Señor por este su siervo fidelísimo, ni la muchedumbre de enfermos que prodigiosamente sanó.
   Finalmente, habiendo vivido ciento cinco años, y llenado el mundo con la fragancia de su santidad y de sus milagros y victorias, mandó a solas a dos discípulos suyos que en muriendo, le sepultasen, sin que ninguno supiese el lugar donde estaba enterrado, y despidiéndose luego tiernamente de todos, extendió los pies, y miró con alegría la muerte, como quien veía los coros de los ángeles que venían por su alma para llevarla al cielo.


   Reflexión: San Juan Crisóstomo decía; «Si alguno ahora viniere a los desiertos de Egipto, hallará que están más o menos y deleitosos que el paraíso, y verá innumerables compañías de ángeles en figura humana, y ejércitos de mártires y coros de vírgenes, y la tiranía del demonio derribada y el reino de Cristo resplandeciente ». ¡Oh, qué bien estaría la sociedad si se gobernase por las leyes del Evangelio! Fuerza tiene hasta para formar ciudades de santos, ¿cuánto más, para hacer a los ciudadanos, medianamente virtuosos? Desengañémonos; al paso que la sociedad se acerca a Dios, se va tornando en paraíso; y al paso que se aleja de píos, se convierte en infierno. Y lo mismo pasa en la familia.


   Oración: Te suplicamos, Señor, que nos recomiende a ti la intercesión del bienaventurado Antonio, abad, para lograr por su intercesión lo que no podemos alcanzar por nuestros méritos. Por Jesucristo, Señor nuestro. Amén. 



 FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.