Nació en Roma, y fué hija del patricio Símmaco,
a quien Teodorico, rey de Italia, hizo dar una muerte tan injusta como cruel.
Su vida y su muerte fueron narradas por san Gregorio Magno. Matrona romana, hija de Quinto Aurelio Memmio Símmaco el
Joven, miembro del Senado y cuñada del beato Severino Boecio; durante muchos
años, su marido fue consejero del rey Teodorico, que, sin embargo, lo mandó
matar en Ravenna (525) por sospechas infundadas de traición. Gala fue
entregada como esposa a un joven patricio del que no se conoce el nombre. Al
año del casamiento enviudó, y pese a que querían casarla nuevamente, prefirió
consagrarse a Dios, primero en el ejercicio de las obras de misericordia y más
tarde retirándose a un monasterio cerca de la basílica vaticana.
Afirma san Gregorio
que vivió muchos años “en la simplicidad del corazón, dedicada a la oración,
distribuyendo grandes limosnas a los pobres”. La
decisión de la joven viuda causó gran impresión en Roma, y sus ecos llegaron
lejos. Desde Cerdeña, en donde por segunda vez se encontraba en el exilio, san
Fulgencio de Ruspe (que a su paso por Roma había tenido ocasión de conocer a la
familia de la santa), le escribió una bellísima
carta, casi un pequeño tratado de veintiún capítulos en los que la confirma en
la decisión tomada y le imparte consejos ascéticos.
Sus considerables riquezas fueron patrimonio de los pobres, y durante su
vida fué el consuelo de todos los necesitados. Los obispos y todos los demás
personajes que eran a la sazón el ornamento de la iglesia de Occidente se
apresuraban a rendir homenaje de admiración a la piedad de la santa, que además
recibía sus instrucciones y sus consejos como órdenes del cielo.
Antes de morir la santa tuvo una visión del
Apóstol san Pedro invitándola al cielo. Por esta razón san
Gregorio en sus “Diálogos”,
en el libro IV, dice que puede demostrarse la inmortalidad del alma, a través
de las apariciones y visiones que tuvieron algunas almas selectas. Según la
tradición, mientras la santa llevaba a cabo una de sus obras de caridad se le
apareció la Virgen.
Según la leyenda mientras en el 524 cenaba
con su marido, dos querubines le trajeron un zafiro sobre el cual estaba
grabada la imagen de la Virgen con el Niño Jesús. Gala cayó de rodillas y de
inmediato las campanas de Roma se pusieron a repicar. El zafiro milagroso fue
depositado en la iglesia de Santa María in Pórtico. Murió de cáncer de pecho,
llena de méritos.
Los últimos años de su vida fueron una serie de enfermedades continuas,
y la última que la llevó al sepulcro fué un cáncer que le ocasionaba los más
agudos dolores. Gala murió mártir del sufrimiento y
de la penitencia a mediados del siglo VI.
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