Nació san Pascual Bailón en Torrehermosa, villa del reino de Aragón. Sus padres, que eran labradores, le dedicaron al oficio de pastor, y guardando las ovejas aprendió a leer y escribir.
Llevaba en el zurrón varios libros de piedad y el oficio de la Virgen, que rezaba todos los días con singular devoción.
Andaba descalzo por los lugares escabrosos y llenos de espinas, y vivía con la pureza e inocencia de un ángel.
Habiéndole propuesto su amo Martín García la intención que llevaba de adoptarle por hijo y hacerle dueño de muchas posesiones, le respondió el santo mozo que agradecía su buena voluntad, pero que su ánimo era imitar la pobreza de Jesucristo, haciéndose religioso.
Veinte años tenía cuando pasó al reino de Valencia y se presentó a un convento de religiosos descalzos de san Francisco, llamado de nuestra Señora de Loreto; querían admitirle por fraile de coro, mas él no lo consintió; y aunque lo pusieron los guardianes en la portería, él no dejaba por eso de cultivar la tierra y servir en la cocina.
Traía a raíz de las carnes una gruesa cadena de hierro, y rallos de hoja de lata; casi nunca cenaba, y en mucho tiempo no comió más que solo pan. Dormía en el suelo sobre una estera, y su sueño no pasaba de tres horas.
Cuando oraba delante del santísimo Sacramento no parecía hombre, sino serafín glorioso y abrasado en las llamas del amor divino, desfalleciendo de amor en los éxtasis y arrebatos de su alma.
Escribió un pequeño tratado de la oración donde se halla lo más sublime de la contemplación, lo más inspirado de los salmos y lo más divino de la santidad.
Multiplicó el pan para socorrer a los pobres, sanó innumerables enfermos y tuvo el don de profecía y el de penetrar los secretos del corazón.
Hallándose en el convento de Villa-real predijo el día de su muerte y rogó a uno de sus hermanos religiosos que le lavase los pies para recibir la Extrema-Unción.
Y en efecto, a los pocos días enfermó gravemente, y habiendo recibido los santos sacramentos con gran devoción y reverencia, pidió que le pusiesen en el suelo y allí espiró invocando el dulce nombre de Jesús.
Quedó su cuerpo hermoso y flexible, y en los tres días que estuvo expuesto, todos los enfermos que le tocaron recibieron la salud; era tan grande la muchedumbre que acudía a venerarle, que fué menester el auxilio de la autoridad civil y de la fuerza armada para poderlo enterrar.
Le pusieron en una caja llena de cal viva; pero a los diez y nueve años lo hallaron entero e incorrupto, continuando el Señor en obrar por este santo numerosos prodigios en favor de sus fieles devotos.
Reflexión: Suelen representar la imagen del seráfico san Pascual, hincada de rodillas y extática delante de la Sagrada Custodia, porque era singular y ardentísima la devoción que profesaba a nuestro Señor sacramentado.
En el sagrario está Jesús para que le visitemos y nos regalemos con su presencia adorable, allí nos está esperando con los brazos abiertos y con el pecho abrasado de amor.
No le seamos ingratos y desconocidos, que no es buen amigo de Jesús quien no le visita en el santísimo Sacramento del altar; y pues los que se aman suelen visitarse con frecuencia, vayamos a postrarnos cada día ante el sagrado Tabernáculo, donde tenemos nuestro hermano, nuestro amigo y nuestro amorosísimo Redentor Jesús.
Oración: Oh Dios, que adornaste a tu bienaventurado confesor Pascual con un amor maravilloso a los sagrados misterios de tu Cuerpo y Sangre, concédenos, misericordioso Señor, que merezcamos percibir aquella dulzura que sentía él en este divino convite del espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA
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