martes, 28 de mayo de 2024

SAN BEDA EL VENERABLE, PRESBÍTERO Y CONFESOR.

 




—El venerable Beda fué de nación inglés, y nació en una aldea, que se llamada Jeru, o Geruvico. Siendo de edad de siete años (como él mismo dice) fué entregado para que le criase, a un abad, llamado Benedicto, y después a otro, por nombre Georfrido, que tenían cargo de los monasterios de la orden de san Benito, dedicados a los apóstoles san Pedro y san Pablo, poco distantes entre sí. Había en estos monasterios seiscientos monjes (porque en aquel tiempo en los monasterios de san Benito había estudios y escuelas), entre los cuales se esmeró mucho Beda en la disciplina religiosa y en la observancia de su regla y en toda virtud. Tuvo por maestro a Juan Beverlacio, varón doctísimo; aprendió la lengua latina y griega, y las ciencias filosóficas y la sagrada teología, tan exacta y perfectamente, como lo muestran las obras muchas y varias que escribió, y en su tiempo fué tenido por un pozo de ciencia y oráculo de sabiduría, y dejó algunos buenos discípulos en todas buenas letras excelentísimos, como fueron Rábano, arzobispo de Maguncia, Alcuyno, maestro del emperador Carlomagno, Claudio y Juan Escoto, que fueron los primeros que enseñaron en la universidad de París, é ilustraron la Francia con su erudición y la enriquecieron con los muchos y doctos discípulos que instituyeron y enseñaron.


 



    Se ordenó diácono dé diez y nueve años y de misa a treinta de su edad. Gastaba los días y las noches, o en orar, o en escribir, o en enseñar. Vivió todo el tiempo de su vida en su monasterio, y aunque san Gregorio, papa segundo de este nombre, movido de la fama y opinión de la santidad y ciencia de Beda, le convidó y mandó que fuese a Roma para servirse de él en el gobierno de la sede apostólica, como él era humilde y amador de su estudio y quietud, se excusó modestamente y suplicó a su santidad que no se lo mandase.


 



   Vivió (según algunos) sesenta años; otros le dan sesenta y uno, y otros más, y Tritemio setenta y dos. El cardenal Baronio dice que vivió ciento y cinco años, por las razones que trae, sacadas de los mismos escritos de Beda. Todo este tan largo tiempo gastó Beda en servir al Señor con su vida y con su doctrina, y con muchos libros y muy provechosos que escribió. Y habiendo corrido su carrera tan felizmente, le dio una enfermedad algunos días antes de la pascua de Resurrección, de apretura del pecho y dificultad de respiración, la cual le duró hasta la Ascensión, aunque como él era tan fervoroso y amigo del trabajo, no dejaba de ir al coro y de enseñar, leer y dictar a sus discípulos, a los cuales mucha s veces decía aquellas palabras de san Pablo: «Horrible cosa es caer en manos de Dios vivo;» para despertarlos más al temor del Señor. Y otras veces les decía: «Daos prisa en aprender, porque no sé cuánto tiempo tengo de estar con vosotros.» Y cuando estaba más fatigado de su enfermedad, repetía mucha s veces: «Dios azota a los que tiene por hijos;» y aquel dicho de san Ambrosio: «No he vivido de tal manera que tenga vergüenza de vivir entre vosotros, ni tampoco temo la muerte, porque tenemos buen Señor.»

 




   También dicen que profetizó con divino espíritu la calamidad extremada y asolamiento lastimoso que en breve había de venir sobre la cristiandad, si no se apagaba el fuego que se comenzaba a encender, y que por sus cartas avisó a algunos príncipes, sus conocidos, de este peligro.

 


 

  Y poco después vino aquella terrible tempestad de los sarracenos, que arruinaron y destruyeron a Europa, y dicen que esta su profecía la declaró con un verso en latín, que dice: Regnaverunt Romee ferro, flammaque, famegue: Los reyes de Roma caerán con hierro, fuego y hambre.

 


MUERTE DE SAN BEDA


   Finalmente, conociendo que se le iba acabando la vida, y deseoso de ver a Jesucristo, su Señor, en su hermosura, y gozar de aquella que es verdadera vida, cantando el Gloria Patri, dio su espíritu al Señor, día de la Ascensión, y el Martirologio romano hace mención de Beda a los 27 de mayo. Pero adviértase que algunos autores han hallado misterios en el título que comúnmente se da a Beda. llamándole venerable y no santo, y han fingido o creído fácilmente algunos sueños y fábulas que no tienen fundamento. La verdad es que en vida le llamaron venerable por su grande excelencia, porque no le podían llamar santo hasta que muriese, y después de muerto continuaron aquel mismo apellido de venerable como en su vida se había comenzado. 


TUMBA DEL VENERABLE BEDA

Pero esto no quita que le llamen santo, porque santo le llama Alcuyno, Mariano Escoto, Albino Flaco, Amalario, Usuardo y otros graves autores, como lo notó el cardenal Baronio. También se engañan los que dicen que fué ciego, porque de sus escritos y de los otros autores que escriben de su vida no se prueba esto, sino antes lo contrario. Escribió su vida Cumberto, monje, en su tiempo, como lo dice Molano, aunque esta vida no se halla. En el principio de sus obras está una breve, y de ella y de Tritemio, y de una relación de su muerte, que está en el séptimo tomo de Surio, y de las Anotaciones del cardenal Baronio, y de su nono tomo se sacó lo que aquí queda referido.

 

(P. Ribadeneira.)


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