domingo, 12 de mayo de 2024

LIMOSNA.

 

NECESIDAD DE HACER LIMOSNA






   Nadie puede servir a dos dueños; no podéis servir a Dios y al dinero: nemo potest duobus dominis servire; non potestis Deo servire et Mammonœ - Nadie puede servir a dos señores; no se puede servir a Dios y a Mammon (Math IV,24). No podéis pertenecer a Dios y a la avaricia, al Cielo y a la tierra......

 

   El oro y la plata son bienes, no capaces de haceros un bien, dice S. Agustín, sino que se os han concedido para que hagáis el bien con ellos: Aurum et argentum bona; non quod te faciant bonum, sed unde facias bonum (Sentent.). Artículos de oro y plata; No es que te hagan bien, sino desde donde haces el bien.

 

   Dad el que os pida, dice Jesucristo: Qui petit á te, da ei - El que te pide, dale. (Math. V. 42).

 

   El rico del Evangelio dice: Echará abajo mis graneros para construir otros más vastos, y amontonaré allí los bienes y los frutos que me pertenecen, diciendo a mi alma: Alma mía, tesoros inmensos tienes que te bastarán por muchos años; descansa, come, bebe y alégrate. ¡Insensato! Esta misma noche te pedirán tu alma; y ¿de quién serán ya las cosas que tienes? (Luc. XII, 18-20).

 

   ¿Buscáis graneros? dice S. Basilio; ya los tenéis: esos graneros son el estómago de los pobres hambrientos: ¿Queris horrea? Habes horrea, scilicet ventres pauperum - ¿Quieres una tienda? Tienes tiendas, es decir, los vientres de los pobres. (Conc. IV. de Eleem.).

 

   Vuestra alma no os pertenece, dice S. Crisóstomo; ¿cómo ha de perteneceros vuestro dinero? No siendo vuestro el dinero que tenéis, sino del Señor, es menester que lo reportáis con vuestros hermanos. No digáis: Gasto mis bienes. Estos bienes no son vuestros, son los bienes de los pobres; o más bien son bienes comunes, como el sol, el aire y todas las cosas.

 

   Dios, dice aquel misino Doctor, os ha dado casa, dinero y frutos, no para que lo disfrutéis exclusivamente, sino para que lo repartáis entre los necesitados: Casam, pecunias et fruges dedit, non ut solus habeas, sed ut aliis, prœsertim egenis, impertías - Él te dio una casa, dinero y cosechas, no para que las tuvieras solo, sino para que las impartieras a otros, especialmente a los necesitados. (Homil, ad pop.).

 

   No olvidéis la hospitalidad, dice S. Pablo a los Hebreos: Hospitalitatem nolite oblivisci. (XIII, 2). No os olvidéis de ser bienhechores, y de dar parte de lo que tenéis a los que nada tienen: con semejante sacrificio nos haremos amigos de Dios: Beneficentiœ et communionis nolite oblicisci; talibus enim hostiis promeretur Deus -   No descuidéis la beneficencia y la comunión; por tales sacrificios Dios será recompensado.  (Hebr. Xlll, 16).

 

   Todos los bienes de los primeros cristianos eran comunes: Habebant omnia communia - Tenían todo en común (Act. II. 44). Lo mío y lo tuyo son causa de todas las discordias, dice S. Crisóstomo: Meum enim et tuum est causa omnis discordiœ - Porque mío y tuyo es la causa de toda discordia. (Ad pop. Antioch.).

 

   La piedad pura y sin mancha a los ojos de Dios, nuestro Padre, dice el apóstol Santiago, consiste en visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones: Rctigio munda et immaculata apud Deum et Patrem, hæc est: visitare pupilos et viduas in tribulatione eorum - Un acto limpio e inmaculado delante de Dios y Padre es este: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación. (I, 27).

 

   ¿Cómo puede tener amor de Dios, dice el apóstol S. Juan, el hombre que, teniendo todos los bienes de este mundo y viendo a su hermano en la miseria, le cierra su corazón y sus entrañas?  Muy culpable sois, dice S. Ambrosio, si, sabiéndolo, permitís que sufra hambre uno de vuestros hermanos. Sois el asesino del pobre, a quien no socorréis, dice S. Crisóstomo.

 

   Guardaos, dice el Señor en el Deuteronomio, de dejaros sorprender por el impío pensamiento de apartar vuestros ojos de vuestro hermano, que es pobre, sin querer asistirle; no sea que clame contra vosotros al Señor, y se os impute esta acción como un pecado. (XV, 9). Pero le daréis: y vuestro corazón no se endurecerá aliviando su miseria, para que el Señor os bendiga en todo tiempo y bendiga cuanto emprendáis. (Ibid. XV, 10). No faltarán pobres en la tierra que habitareis; por esto os mando que abráis la mano a vuestro hermano pobre y falto de auxilios. (Ibid. XV, 11).

 

   Haced limosna, dice Tobías, y no apartéis vuestro rostro del pobre, sea quien fuere. S. Agustín afirma que los ricos no pueden salvarse sin la limosna. El que cierra su oído al grito del pobre, dicen los Proverbios, gritará también, y no será escuchado. Esta sentencia se explica por la ley del Talión, que Dios ha sancionado, y por las palabras de Jesucristo: Seréis medidos con la misma medida que habréis empleado para los demás. Los ejecutores de las sentencias serán los hombres, y principalmente Dios. La historia del rico malo nos proporciona un terrible ejemplo.

 

   La riqueza y la pobreza son dos cosas opuestas, pero ambas necesarias. Ni el rico ni el pobre experimentarían necesidades si se auxiliasen mutuamente. El rico existe para el pobre, y el pobre para el rico. El deber del pobre es orar y resignarse; el deber del rico es hacer limosna. Dios está entre ambos para recompensarlos.

 

   El hombre que no da, no debe esperar recibir, dice S. Gregorio Nazianceno: Qui non dedit, accipere non speret -  El que no ha dado no esperará recibir. (In Distich).

 

   Hijo mío, dice el Eclesiástico, no prives de su limosna al pobre, ni separes de él tu mirada. No desprecies al que tiene hambre, y no entristezcas al pobre en su miseria (IV, 1-2).

 

   Admirables palabras pronunció S. Ambrosio. Ningún hombre, dice, puede llamar suyos los bienes que posee. ¿Dónde está, decís, dónde está la injusticia no quitando los bienes a otros, y conservando los nuestros con cuidado? ¡O impudencia! Me habláis de vuestros bienes. ¿Dónde están? ¿Son los que habéis traído al mundo? Habéis venido desnudos. ¿Son los que poseéis ahora? Si realmente os pertenecen, ¿por qué os los arrebata la muerte? Robar al que tiene, y negar auxilio al que nada tiene, pudiendo, son dos crímenes iguales: Non minus est criminis abenti tollere, quam, cum possis, et abundes, indigentibus denegare - No es menos crimen quitarles a los ausentes que, cuando se tiene poder y abundancia, negárselo a los necesitados. (Lib. De Nad).

 

   De la misma manera se expresa S. Jerónimo en su carta a Hedibia: Si tenéis más de lo necesario para comer y vestir, le dice, dadlo, y sabed que lo superfluo no es vuestro: Si plus habes quam tibi ad victum vestitumque necessarium est, illud eroga, el illo debitricem esse te noveris - Si tienes más de lo que necesitas para comida y vestido, gástalo, sabiendo que estás en deuda con él.

 

   Oigamos a S. Crisóstomo: Eres, oh hombre, el simple administrador de tus bienes, y tu posesión es semejante a la del sacerdote encargado de distribuir los bienes de la Iglesia. No has recibido tu fortuna para emplearla en placeres, sino para invertirla en limosnas. ¿Es acaso hacienda tuya lo que posees? No; es la hacienda de los pobres, que se te ha confiado; ya la hayas adquirido por medio de honrosos trabajos, o por herencia de tus padres, poco importa. Lo superfluo del rico pertenece al pobre, dice S. Agustín; el que lo guarda, guarda lo que no es suyo. En virtud del derecho natural, dice Sto. Tomás, lo superfluo debe consagrarse al sostenimiento de los pobres. Y aquel gran Doctor asegura que tal es el parecer unánime de todos los teólogos. Contentos debemos estar, dice S. Pablo a su discípulo Timoteo, si tenemos lo suficiente con que comer y vestir: Habentes alimenta, et quibus tegamur, his contenti sumus - Teniendo comida y con qué vestirnos, estamos contentos con estas cosas. (1 VI, 8).

 

   Si queréis ser perfectos, dijo Jesucristo, id, vended lo que tenéis, dadlo a los pobres; y tendréis un tesoro en el Cielo: venid luego, y seguidme. (Math. XIX, 21).

 

   ¡Qué es esto! exclama S. Ambrosio dirigiéndose a los ricos, suntuosos y avaros: ¡cubrís de oro las paredes de vuestra casa, y despojáis a los hombres! El pobre que está desnudo, grita ante vuestra puerta: os hacéis sordos a sus clamores; ¡y os preocupa el calcular con qué clase de mármol cubriréis vuestras habitaciones! El pobre solicita un óbolo, y no lo consigue; ¡un hombre os pide pan, y vuestro caballo anda enjaezado con oro y plata!

 

   No rechaces la oración del afligido, dice el Eclesiástico, y no apartes tu rostro del pobre. No apartes tus ojos del pobre por miedo de la ira, y no dejes que los que te imploran te maldigan por detrás; porque la imprecación del que te maldice en la amargura de su alma, será oída por el que le ha creado. Manifiéstate afable en la asamblea de los pobres. Presta sin enojo oído al pobre; dale lo que le es debido, y contéstale con la mayor dulzura. (IV, 4-8)

 

   Partid vuestro pan con el que tiene hambre, dice Isaías, y recibid bajo vuestro techo a los que no tienen asilo; cuando veáis a un hombre desnudo, cubridle, y no despreciéis la carne de que estáis formados: Frange esurienti panem tuum, et egenos vagosque indue in   domum tuam; cum videris nudum, operi eum, et carnem tuam ne despexeris - Parte tu pan al hambriento, y trae a tu casa al necesitado y al vagabundo; Cuando lo veas desnudo, cúbrelo y no menosprecies tu carne. (LVIII, 7).

 

   Es menester hacer limosna, para que, teniendo piedad de los pobres, merezcamos la piedad de Dios, dice S. León.


TESOROS

DE

CORNELIO Á LÁPIDE. (1882)

 


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