lunes, 4 de octubre de 2021

NOVENA A NUESTRO SANTO PADRE SAN FRANCISCO DE ASÍS. DÍA NOVENO.


 


COMENZAMOS: 26 de septiembre.

 


FINALIZAMOS: 4 de octubre (Festividad del Santo).

 

 

 

La preparación para todos los días será, después de hecha la señal de la cruz, decir con fervor y de corazón los actos de fe, esperanza y caridad, en la forma siguiente:

 

 

ACTO DE FÉ

 

   Creo firmemente en el Misterio de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espirita Santo, tres personas distintas y una sola naturaleza y esencia divina. Creo el Misterio admirable de la Encarnación, por el cual la segunda persona de la Santísima Trinidad, que es el Hijo, se hizo hombre por obra del Espíritu Santo, en las purísimas entrañas de María, quedando ésta virgen siempre, y verdadera Madre de Dios. Creo que Dios es remunerador, que premia a los buenos y castiga a los malos: y, por último, creo y confieso todo cuanto nuestra Santa Madre la Iglesia católica apostólica y romana, tiene y enseña: y protestó vivir y morir, con la divina gracia, en esta fe y creencia; y si tuviera mil vidas todas las sacrificara y ofreciera en su defensa, y rubricara gustoso con mi sangre todas las verdades católicas que la Iglesia propone, como dichas y reveladas por el mismo Dios…

 

 

 

ACTOS DE ESPERANZA.

 

 

   Dios mío, esperanza mía, y único refugio mío: desconfiando enteramente de mi miseria, en tí pongo todas mis esperanzas. Espero firmemente en tu infinita bondad y misericordia, que arrepintiéndome como me arrepiento de mis culpas, por ser ofensas contra tí, a quien amo con todo mi corazón como a mi Dios y bienhechor, me las has de perdonar por los méritos de tu Santísimo Hijo y Redentor mío Jesucristo. Espero que me has de dar gracia para perseverar en este santo propósito quo ahora hago, de morir primero que volverte a ofender: y espero así mismo que perseverando hasta la muerte en tu gracia y amistad, me has de conceder la bienaventuranza eterna que me tienes prometida por solo tu bondad y piedad infinita. Amén.

 

 

 

ACTOS DE CARIDAD.

 

 

   ¡Oh vida de mi alma! ¡oh alma de mi vida! ¡Oh amor mío dulcísimo, mi Dios y mi Señor! Te amo Señor y Dios mío, te amo con todo mi corazón, con toda mi alma y con todos mis sentidos, te amo sobro todas las cosas; y quisiera, Señor, abrazarme en el fuego de tu amor y amarte como te aman los ángeles, los santos del cielo y justos de la tierra: como te amo y ama la purísima Virgen María mi Señora; y si fuera posible, quisiera amarte con el amor infinito con que te amas a tí mismo; y quisiera que con ese amor te amaran las criaturas todas, y te hubieran amado desde el principio del mundo, y lo continuaran por toda la eternidad. Amén.

 

 

 

 

Bendición de San Francisco

 

 

El Señor te bendiga y te guarde. El Señor te muestre su rostro y tenga misericordia de ti. Vuelva el Señor su rostro hacia ti y te conceda la paz. El Señor bendiga este tu siervo.

 

 

   Con esta bendición acostumbraba el Santo Padre bendecir a todos, y con ella bendijo a Fray León, su compañero, molestado por las tentaciones, librándole de ellas. Se exhorta a todos a llevar consigo esta bendición, porque se sabe por experiencia que es maravillosísima contra los demonios, tentaciones, asechanzas de enemigos, tempestades, incendios, muertes repentinas y contra otros males y peligros.

 

 

RESPONSORIO (se ha de decir todos los días).

 

El mundo, Francisco, admira

tus portentos y milagros,

rendidos los elementos,

los muertos resucitados:

la naturaleza corre

a obedecer tus mandatos.

Música te dan las aves,

los peces te escuchan gratos,

el demonio huye vencido,

vuelve atrás la muerte el paso;

y los tristes y afligidos

se levantan consolados.

 

 


 

NOVENO DÍA (4 de octubre).

 

 

MEDITACIÓN:

                      Llegó el dia cuatro de octubre de mil doscientos veintiséis en que Dios tenia dispuesto dar al Seráfico Patriarca el premio de sus servicios; y rompiendo para esto el lazo que ataba el alma al cuerpo; subid ésta en una refulgente estrella, a quien serbia de trono una nube hermosísima: hizo más pomposo el triunfo la gloriosa comitiva de muchos hijos y devotos suyos que salieron del purgatorio y entraron con él al cielo. El cuerpo quedó tan fresco, tan flexible, tan blanco y hermoso, que desmentía los horrores de cadáver, sobresaliendo entre la blancura de la carne, la variedad de colores rubicundo y cerúleo, de las llagas y los clavos. A los tres años lo canonizo el Pontífice Honorio III. Después de dos siglos quiso el Sumo Pontífice ver el cuerpo del Santo Patriarca, y entrando en la bóveda en que lo habían sepultado, acompañado de algunos cardenales, obispos y religiosos, le hallaron de esta forma: en pie derecho, en el aire sin arrimo alguno, cubierta la cabeza con la capilla, las manos cruzadas y metidas en las mangas, un pie sentado sobre la fimbria del hábito y el otro casi en el aire, y los ojos claros y resplandecientes como si estuviera vivo.

 



—Meditación y petición.

 

 

ORACIÓN

 

 

   Justísimo remunerador de los hombres. Jesús mío dulcísimo: que para hacer patente al mundo la justificación de tus juicios, hiciste que el alma de tu siervo fidelísimo Francisco subiese en forma visible a recibir el galardón de sus servicios en el palacio real de tu gloria: humildemente te suplico por los méritos de este Santo Patriarca, y por tu preciosísima sangre derramada en el ara de la Cruz para aplacar a tu Padre celestial, me concedas un auxilio eficaz de tu gracia, para que borrando con lágrimas de penitencia las culpas que me hacían merecedor de las penas eternas, haga obras que me negocien la vida eterna, y me aseguren el premio que tienes prometido a los que te sirven. Amén.

 



—Se rezan cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, en reverencia de las cinco llagas que imprimió Jesucristo Señor nuestro, en el cuerpo de N. S. Padre, y se dice después la Oración de Seráfico Padre mío, que es para todos los días.

 

 

ORACIÓN FINAL.

(Para todos los días)

 

 

   Seráfico Padre mío, prodigio de la naturaleza, portento de la gracia, asombro del mundo, admiración de los ángeles, gozo de los bienaventurados, imagen viva de Jesucristo, varón apostólico, mártir de deseos, Ángel de la pureza, Serafín en el amor, crédito de las maravillas del Señor, a quien los brutos obedecen, las aves festejan, los peces escuchan y la naturaleza toda se le rinde, viéndose humilde contra todos sus fueros, obligado a arrojar vivos de los sepulcros a los que escondía muertos. Reparador del mundo, que como clarín evangélico sonó por todas partes, despertando del funesto letargo de la culpa los pueblos, las ciudades, las provincias. Vaso de elección, destinado como otro apóstol de las gentes, para hacer se reverenciase en todo el mundo al verdadero Dios. Alférez de Jesucristo, que con extraordinario privilegio lleva en su mismo cuerpo impresas y estampadas las insignias y triunfos de nuestra redención. Padre mío gloriosísimo, ¿qué son todos estos ilustres títulos con que te saludo y reverencio, sino motivos poderosos que alientan mi confianza, y empeñan tu piedad y compasión para dar favorable despacho a mis humildes súplicas y ruegos? Triunfante ya en la gloria, y colocado junto al trono de la Agustísima Trinidad, anegado en un piélago de gozo y alegría, que ha de durarte por toda una eternidad; qué otra gloria puede desear sino la gloria accidental de que los moradores de este mundo acabemos de conocer, que no hay otro verdadero bien sino ese que posees; que no hay otras riquezas sino esas que tú gozas; ¿que no hay otra hermosura, sino esa que es objeto de tu amor?  pues esto es, Santo mío, lo que te pido y te suplico. Esas llagas, que son sello real con que el Señor autorizó tu valimiento, esas son las que abogan por mí. Muéstralas a Eterno Padre, para que reconociendo en ellas el precio con que su Hijo compró nuestra salud eterna, y nuestra redención, se mueva a concedernos los auxilios que necesitamos para cooperar a este fin. No cabe en la perfecta caridad que arde en tu pecho, despreciar los clamores con que llega a tus puertas un afligido corazón. No puede, no, sufrir tu compasión, que quien se acoge a tu piadosa y poderosa protección, pierda a su Dios por una eternidad. Mira que no es otro nuestro temor sino perderle, no es otro nuestro dolor sino haberle ofendido, ni es otro nuestro deseo sino amarle y servirle, para después gozarle y alabarle por toda la eternidad. Amén.

 

 

GOZOS

 

Pues con tan altos favores

Te miras de Cristo honrado:

Ruega, Serafín llagado,

Por nosotros pecadores.

 

Con prodigio nunca visto

Un pesebre te dio cuna,

Para que seña ninguna

Falte al retrato de Cristo.

Sin duda Dios te ha provisto

Para portentos mayores:

Ruega, Serafín llagado,

Por nosotros pecadores.

 

Sale del vientre materno,

Impresa al hombro una cruz,

Llenando al mundo de luz

Y de sustos al infierno.

Quien esto hace niño tierno,

¿Qué hará en sus años mayores?

Ruega, Serafín llagado,

Por nosotros pecadores.

 

 

Padre, parientes, riquezas,

A todos le das de mano,

Y vas a arrojarte ufano

En brazos de la pobreza.

Tu amor hacia ella aquí empieza

A publicar sus ardores.

Ruega, Serafín llagado,

Por nosotros pecadores.

 

Doce las columnas son

Que Cristo a su Iglesia pone,

Y en otras tantas dispone

Francisco su religión.

Menos fiel imitación

No cuadrara a sus fervores,

Ruega, Serafín llagado,

Por nosotros pecadores.

 

Finezas son peregrinas

Las que obras con tu pureza,

Pues defiendes su limpieza,

Con fuego, nieve y espinas.

A esta belleza encaminas

Tus más constantes amores;

Ruega, Serafín llagado,

Por nosotros pecadores.

 

La indulgencia general

De Porciúncula, es testigo

Que nada puede contigo

Sino el bien universal.

Nadie hay a quien diga tal

No abrase con sus ardores.

Ruega, Serafín llagado,

Por nosotros pecadores.

 

 

Por un favor sin igual,

Jamás en los siglos visto,

Su llaga imprime Cristo

En tu cuerpo virginal.

Para una copia cabal

Faltaban esos primores.

Ruega, Serafín llagado,

Por nosotros pecadores.

 

Aunque te dejó frio y yerto

De la parca el liado esquivo

Ni puedes juzgarte vivo,

Ni parece que estás muerto.

Que huyes puesto en pie, eso os cierto

De la muerte los horrores:

Ruega, Serafín llagado,

Por nosotros pecadores.

 

En la forma de un lucero,

Tu alma que tanto se humilla

Va al cielo a tomar la silla

Que dejó el ángel postrero.

Así honra el divino Azuero

Al padre de los menores:

Pues con tan altos favores

Te miras de Cristo honrado:

Ruega, Serafín llagado,

Por nosotros pecadores.

 


 

   ¡Oh mártir de deseo, Francisco! con qué afecto tan tierno y compasivo sigues por el camino de la cruz, al que ves que la carga por tu amor.

  

   En vano suspiras por el martirio, pues ya el mismo Señor crucificado imprime en ti sus llagas, y hace que sientas la atrocidad de sus dolores. Atiende desde el cielo a tus devotas ovejuelas, y alcánzales de Dios vayan a aumentar el número de tus dichosos compañeros en la gloria. Amén.

 

 

—Ruega por nosotros, Padre nuestro San francisco.

 

— Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

 

 

ORACIÓN.

 

 

   Dios, que por los méritos del Bienaventurado Francisco fecundaste tu Iglesia con una familia nueva; concédenos, que, a imitación tuya, despreciemos las cosas de la tierra, y nos hagamos dignos de ser participantes de los dones celestiales; por Jesucristo Señor nuestro.

 

 

 

—Tres Padre nuestros y Ave Marías por la perseverancia en el cumplimiento de su Regla las tres Ordenes Franciscanas.


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