En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh
Sangre Preciosísima de vida eterna!, precio
y rescate de todo el universo, bebida y salud de nuestras almas, que protegéis
continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia,
yo os adoro profundamente y quisiera compensar, en cuanto me fuese posible, las
injurias y ultrajes que de continuo estáis recibiendo de las creaturas humanas
y con especialidad de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. ¡Oh! ¿Quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién
no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí
si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las
venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! Nadie podía ser sino el amor. ¡Oh amor inmenso,
que nos ha dado este bálsamo tan saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, salido de
la fuente de un amor inmenso! Haced que todos los corazones y todas
las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros gracias ahora, por siempre y
por toda la eternidad. Amén.
DÍA PRIMERO (1º de julio)
CONSIDERACIÓN:
LA DEVOCIÓN A LA PRECIOSA SANGRE
I.
Toda dignidad exige reverencia y honor; y mientras más sublime es, tanto mayor
obsequio se le debe. Honramos a los Santos porque son amigos y cortesanos de
Dios. A la Virgen Santísima tributamos una veneración más especial, porque es
Madre de Dios. Pero a la Preciosa Sangre debemos rendir el máximo honor, porque
está unida hipostáticamente a la Divinidad, porque es Sangre de un Dios hecho
hombre. Almas creyentes, pongamos en práctica eso que nos enseña la fe: encendámonos en el más tierno amor hacia la Divina
Sangre, y honrémosla con la más afectuosa devoción.
II.
A todo bienhechor se le debe amor y gratitud en proporción de los beneficios
que comparte. La Preciosa Sangre es el verdadero precio de nuestra redención,
ella nos ha reconciliado con el Padre celestial, nos ha hecho amigos e hijos
suyos y nos ha conquistado una felicidad sobrenatural, cual es el eterno goce
de Dios mismo, bien infinito. En una palabra, nos ha hecho tales beneficios,
que no se puede esperarlos mayores. Por tanto, todos debemos encendernos del
amor más ardiente, demostrar los más sinceros afectos de gratitud, y profesar
sumo reconocimiento a tan benéfica Sangre.
III.
Es necesario que los indigentes estén siempre allegados a la fuente de las
gracias, y los enfermos al depósito de las medicinas. La Sangre de Jesús, por
ser el precio infinito de nuestra redención, constituye la fuente inextinguible
de todos los bienes y el remedio de todos los males. Siendo nosotros pecadores
y viles creaturas no podemos, ni merecer, ni hacer bien alguno por nosotros
mismos; por eso nos conviene correr continuamente a saciar la sed en esta
fuente de la Preciosísima Sangre. Vamos pues,
piadosos cristianos, vamos a beber las aguas de todas las gracias, que manan de
las llagas del Salvador, por medio de una tierna devoción a su Sangre,
especialmente en el curso de este mes a ella dedicado, empezándolo y
prosiguiéndolo hasta el fin con gran fervor y afectuosa devoción.
EJEMPLO
En Beirut, ciudad de la Siria, habiendo
llegado a manos de algunos hebreos una imagen del Redentor, con rabia diabólica
renovaron éstos los insultos y tormentos que un día sus padres hicieron sufrir
a Jesús cuando vivía en la tierra. Blasfemias, salivas, golpes, clavos, todo
ello emplearon para deshonrar esta santa imagen: y al fin con una lanza le
traspasaron el costado, el cual apenas herido, comenzó a manar viva Sangre. Sin
conmoverse lo más mínimo ante tan gran prodigio, acercaron un vaso a la herida,
y una vez lleno de aquella Sangre, lo llevaron a la Sinagoga; donde, entre
improperios y burlas, ungieron con él a toda clase de enfermos, los cuales al
instante sanaron. Caminaban expeditamente los cojos, veían los ciegos, oían los
sordos, hablaban los mudos, y los moribundos mismos recobraban la salud apenas
eran ungidos con la milagrosa Sangre. Ante tan portentoso número de curaciones
instantáneas, operadas bajo sus propios ojos, no pudiendo ya resistir su
obstinación, y arrepentidos todos se condujeron al Obispo de Antioquía para
pedirle el bautismo; y con ellos mismos muchos otros hebreos abrazaron la fe de
Cristo (César Card. Baronio, Anales Eclesiásticos.
Ant. 787, n. 23, etc. El Martirologio Romano conmemora este prodigio el 9 de
Noviembre).
Procuremos también nosotros la más tierna devoción a la misma Sangre divina, y
obtendremos de Jesús gracias espirituales, y aún corporales, si nos sirven para
la salvación del alma.
—Se medita y se pide lo que se desea
conseguir.
OBSEQUIO: Rezar cinco Pater noster,
Ave María y Gloria a las cinco llagas de Jesús.
JACULATORIA: A vuestra Sangre rendir
honor, siempre deseo, caro Señor.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA.
¡Oh
Sangre preciosísima de mi Jesús! Yo
os adoro como a Sangre de mi Dios, os doy gracias como a mi perpetuo
bienhechor, os alabo y bendigo como al precio de mi redención, os amo como a
fuente de los dones celestiales, y quiero amaros y honraros por todo el resto
de mi vida. ¿Qué
sería de mí, si me alejase de Vos, que sois mi bien, mi vida, mi todo? Ciertamente
me perdería. Para evitar tan grande desventura quiero estar siempre unido a
Vos, y alimentar para con Vos, la más tierna devoción. Amén.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh Corazón de mi amado Jesús, cargado con la pesada Cruz
de mis culpas, coronado con las espinas de mis ingratitudes y llagado con la
lanza de mis pecados! ¡Oh Jesús de mi vida!
Cruz, espinas y lanza he sido para vuestro Corazón con mis repetidas
ofensas: éste es el retorno con que, ingrato, he correspondido a las dulces y
amorosas lágrimas de Belén y a la extrema pobreza en que por mi amor nacisteis;
éste es el agradecimiento y recompensa que han tenido vuestros trabajos y
vuestra Preciosísima Sangre derramada con tanto amor por la salud de mi alma;
esta es la paga de aquella excesiva fineza que obrasteis en el Cenáculo,
cuando, abrasado en caridad y encendido en divinas llamas, os quedasteis por mi
amor sacramentado, buscando amante la bajeza de mi pecho para recreo de vuestra
bondad. ¡Oh
Jesús de toda mi alma! Parece que
hemos andado a competencia los dos, Vos con finezas, yo con ingratitudes; Vos
con un amor que no tiene igual, y yo con un menosprecio que no tiene semejante;
Vos con tanto amor regalándome y dándome en el Sacramento la dulzura de vuestro
Corazón y yo dándoos por la cara con la hiel de mis culpas. ¡Oh Corazón de
mi amado Jesús! ¡Oh Jesús de mi corazón, piadosísimo en esperarme! Compadeceos de mi miseria y perdonadme
misericordioso cuanto ingrato os he ofendido, concediéndome benigno que esas
espinas con que os veo punzado saquen lágrimas de mi corazón contrito, con que
llore mis repetidas ingratitudes, y por esas vuestras amorosas y dulces llagas,
llagad y herid éste mi corazón con la dulce y ardiente flecha de vuestro amor,
para que os ame y sirva, para que os alabe y bendiga, y después eternamente
gozaros. Amén.
℣. Señor, nos redimisteis con vuestra sangre.
℟. Y nos habéis hecho un Reino para
nuestro Dios.
ORACIÓN
Dios omnipotente y eterno, que habéis constituido a vuestro
Hijo único Redentor del mundo y que quisisteis ser aplacado con su Sangre; te
rogamos nos concedas que de tal modo veneremos el precio de nuestra salvación,
y por su virtud seamos preservados en la tierra de los males de la presente
vida, que nos regocijemos después con fruto perpetuo en los cielos. Por el
mismo Jesucristo Nuestro Señor, que contigo vive y reina por los siglos de los
siglos. Amén.
En el nombre del Padre, y
del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
COMPARTIDO DEL BLOG MILES CHRISTI
RESÍSTENS.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario