sábado, 6 de noviembre de 2021

SAN SEVERO, OBISPO Y MÁRTIR. —6 de noviembre.


 


   Nació en Barcelona, de familia ilustre. Sus padres le dedicaron al estudio de las letras, y Dios le llamó al estado eclesiástico. En su juventud era ya distinguido entre el clero catalán por su doctrina y el candor de sus costumbres. Habiendo vacado la sede episcopal de Barcelona, por elección del clero y del pueblo fué Severo elevado a ella, y le consagraron obispo de la misma ciudad con gran satisfacción de todos. En esta dignidad resplandeció el siervo de Dios como antorcha de verdadera luz, y su alma estuvo siempre inflamada de aquel celo santo tan necesario en aquellos tiempos de calamidad para la Iglesia. Su principal ocupación era predicar incesantemente al pueblo, alentándole a la constancia de la fe y al amor mutuo que tiene a Dios por principio, a fin de que no llegase, nunca a romperse entre sus ovejas la cadena de la caridad, que mantiene a todos los fieles unidos con Jesucristo; pero no descuidaba por esto Severo su propia santificación: la oración, la contemplación y la penitencia eran su más sabroso alimento, y por esto sin duda mereció que el cielo le revelase que se acercaban nuevos días de amarga tribulación para la iglesia de España. En efecto, poco tardó en aparecer en ella el presidente Daciano, que tantos ríos de sangre cristiana hizo correr por el suelo español. Llegado el gentil a Barcelona y sabiendo Severo que le buscaba para ensayar en él su furor, acordándose del consejo evangélico: «Si os persiguen en un lugar huída otro;» se escapó al Valles, dirigiéndose a un lugar llamado entonces Castro Octaviano, y ahora San Cugat del Valles. A la mitad del camino encontró a un labrador que estaba sembrando habas, llamado Hemeterio, hombre muy cristiano y devoto del venerable obispo. Le contó éste lo que sucedía y le advirtió que si pasaban por allí los ministros del juez les dijese si le buscaban que en Castro Octaviano le hallarían; pues estaba resuelto a derramar su sangre por Jesucristo. Poco después llegaron, efectivamente, los perseguidores, y Hemeterio les dijo que por allí había pasado el santo pastor, y les contó la maravilla de haber ya crecido las habas que entonces sembraba. Habiéndole preguntado además si era cristiano, y contestado que sí, lo llevaron consigo hasta donde estaba el obispo, el cual se les presentó en cuanto supo que habían llegado. Le pusieron enseguida preso con Hemeterio y con los cuatro sacerdotes de Barcelona que le habían acompañado. Al cabo de poco fueron los seis azotados cruelmente, y luego degollaron a los cuatro sacerdotes y a Hemeterio en presencia de Severo, a fin de que, intimidado y horrorizado con aquel espectáculo, se resolviese a sacrificar a los ídolos. Mas viendo que nada lograban, uno de los verdugos le clavó un clavo en la cabeza, en cuyo martirio entregó su espíritu al Criador. Algunos dicen que no falleció entonces, sino que, dejándole los gentiles por muerto, fueron allá los cristianos y le hallaron vivo, y que, habiéndolos bendecido, pasó al galardón de su pelea. También hay quien dice que fué atravesada su cabeza con tres clavos, y otros aumentan el número hasta diez y ocho. Su sagrado cuerpo fué sepultado por los fieles en el mismo Castro Octaviano, donde después hubo una iglesia dedicada a san Severo, cerca de la principal del monasterio de benedictinos que después se fundó.

 


   Aquella iglesia se arruinó en 1029, y las reliquias del obispo fueron trasladadas a la del sobredicho monasterio, que estaba dedicado al apóstol san Pedro. En el año 1405, el día 3 de agosto, fueron llevadas algunas de estas reliquias a la catedral de Barcelona. Dio ocasión a esto un milagro que obró Dios con D. Martín, rey de Aragón, curándole repentinamente una pierna que le iban a cortar, por intercesión del santo, de quien era el príncipe muy devoto; de cuya traslación celebra fiesta todos los años la diócesis de Barcelona el domingo primero de agosto. Créese que la muerte de san Severo sucedió por los primeros años del siglo IV. Su culto es muy antiguo en España, y muchas de sus iglesias tienen rituales primitivos en que se encuentra continuado su nombre. Según el P. Caresmar su fiesta se celebraba ya con rezo y misa propios a principios del siglo IX, y cuando todos los martirologios antiguos y modernos ponen su nombre en el día 6 de noviembre, se cree que su martirio fué en dicho día.

 

 

LA LEYENDA DE ORO.


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