viernes, 26 de noviembre de 2021

Elisabetta Canori Mora ve las tribulaciones de los últimos tiempos. —Segunda parte.


 

Conspiración contra la Iglesia, revelada por Dios.

 

   A partir de entonces, Dios le fue revelando el lamentable actuar de ciertos sectores eclesiásticos que atraían la cólera divina, siendo cómplices con la Revolución que derrumbaba tronos y seculares costumbres cristianas en el orden temporal. Tales visiones tornan patente, un siglo antes de las revelaciones de Cova de Iría, que el mal ya se había infiltrado en la Iglesia y en la sociedad civil.

 

   Se ve bien que en Fátima Nuestra Señora hizo una advertencia final para ese mal, que progresaba a pesar de todos los avisos en sentido contrario.

 

   Los ángeles condujeron espiritualmente a la Beata Elisabetta a antros secretos donde se tramaba esa conjura. Cada vez, nuevas aberraciones le eran develadas. El 24 de febrero de 1814 le fueron exhibidas escenas que recuerdan la crisis de los días en que vivimos: “Veía —narra ella— muchos ministros del Señor que se despojaban los unos a los otros; rabiosamente se arrancaban los paramentos sagrados; veía como eran derrumbados los altares sagrados por los propios ministros de Dios”.

 

   El 22 de mayo de 1814, mientras rezaba por el Santo Padre, “lo vi viajando rodeado de lobos que hacían complots para traicionarlo”. La visión se repitió los días 2 y 5 de junio. En esta última, narra la vidente: “Vi el sanedrín de lobos que lo circundaban (al Papa Pío VII, entonces reinante) y dos ángeles que lloraban. Una santa osadía me inspiro a preguntarles la razón de su tristeza y de su llanto. Ellos, contemplando la ciudad de Roma con los ojos lleno de compasión, dijeron lo siguiente: ‘Ciudad miserable, pueblo ingrato, la justicia de Dios te castigará’.  

 






“Todo el mundo estaba en caos”

 

 

   El 16 de enero de 1815, los ángeles le mostraron a muchos eclesiásticos que “bajo el manto de bien, persiguen a Jesús Crucificado y Su Santo Evangelio”, y que “como lobos rabiosos tramaban derribar de su trono al jefe de la Iglesia”. Entonces ella fue llevada “a ver el cruel estrago que la Justicia de Dios está por hacer entre aquellos miserables: con sumo terror, vi que en torno de mi fulguraban los rayos de la Justicia irritada. Vi edificios cayendo en ruinas. Las ciudades, provincias enteras, todo el mundo estaban en caos. No se oía otra cosa sino débiles voces implorando misericordia. El número de muertos era incalculable”.

 

   Pero lo que más le impresiono fue ver a Dios indignado. En un lugar altísimo y solitario, vio a Dios representado por “un gigante fuerte y furioso hasta el extremo contra aquellos que Lo perseguían. Sus manos omnipotentes estaban llenas de rayos y su rostro estaba repleto de indignación: solo su mirar bastaba para incendiar el mundo entero. No tenía ni santos ni ángeles que lo circundasen, sino solamente su indignación lo rodeaba por todas partes”.

 

   Tal Vision duro apenas un instante. Según la Beata Elisabetta, “si hubiese durado un momento más, ciertamente yo habría muerto”. La descripción de más arriba recuerda la Vision del infierno presentada a Lucia, Francisco y Jacinta.

 

   Entre ambas visiones hay una correlación profunda. En cuanto a la Beata, Dios le manifestó su justa indignación por las ofensas que sufre; en Fátima, Nuestra Señora apunto el destino de las almas que ofenden a Dios y mueren impenitentes.

 

CONTINUARA…

 


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