lunes, 3 de septiembre de 2018

SANTA SERAPIA, virgen y mártir. (+ 120)— 3 de setiembre.


   La inocente virgen y esforzada mártir de Cristo, santa Serapia, llamada también Serafina y Serafia, nació en Antioquía de Siria, de padres cristianos, los cuales dejando su patria para escapar de la persecución de Adriano, se fueron a Italia y acabaron santamente sus días en Roma. 


   Quedó pues huérfana de padre y madre, Serapia a la edad de quince años no cumplidos, y sin tener otro amparo que el de su esposo Cristo Jesús, a quien había ofrecido la flor de su virginidad.

   A pesar de que algunos nobles mancebos prendados de su hermosura la pidieron por esposa, prefiriendo ella la humildad de la cruz a los regalos y gloria del mundo, entró a servir en la casa de una dama romana, joven y viuda, por nombre Sabina, cuyo genio áspero y antojadizo le dio sobradas ocasiones de padecer por Cristo muchas injurias y malos tratamientos.


   Se maravilló Sabina de la extraña paciencia de su sierva, y deseosa de saber la causa, entendió que la fe cristiana que Serapia profesaba era la que tanto aliento le infundía, para llevar con tan grande sosiego y gozo los insultos: y trocado con esta noticia su corazón, quiso abrazar la misma fe y se hizo bautizar.

   Al poco tiempo por consejo de Serapia se retiraron ambas con algunas otras doncellas cristianas a una de las posesiones que tenía la señora de Umbría, donde vivieron más como religiosas en el retiro del claustro, que como seglares en el mundo.

   Llegó a noticia del prefecto de la ciudad, llamado Berilo, lo que pasaba en la casa de Sabina, y que quien todo lo dirigía era Serapia, y envió allá ministros que la trajesen presa.


   No permitió Sabina que fuera sola, sino que ella misma la acompañó; y viendo el juez ante su tribunal tan noble dama, no creyendo fuese cristiana, por respeto de su nobleza, mandó que soltasen a Serapia, y permitió que las dos volvieran a su casa.

   Pasados tres días, se acordó Berilo de Serapia y con maligna y liviana intención mandó otra vez prenderla.

   A las pocas demandas y respuestas de Berilo con Serapia, dijo ésta que conservándose casta y pura era templo de Dios; y entendiendo por estas palabras el impío juez que era cristiana, la entregó a dos mozos lascivos para que la deshonrasen, pero la santa al verse sola con ellos, suplicó a Jesucristo que la guardase, y al punto cayeron muertos los mozos como si fuesen heridos de un rayo del cielo, y ella perseveró toda la noche en oración.

MARTIRIO DE SANTA SERAPIA.

   A la mañana se espantó el presidente al saber lo que había pasado: más atribuyéndolo a artes de magia diabólica, mandó que abrasasen los costados de la santa con hachas encendidas, las cuales tocándola se apagaron, cayendo muertos los verdugos; la hizo después azotar como a cristiana y hechicera, y se sintió luego un gran terremoto.


   Finalmente el prefecto, corrido, ordenó cortarle la cabeza, en cuyo martirio entregó la santa virgen y mártir gloriosa su purísima alma al Creador.

SABINA ENTIERRA A SANTA SERAPIA.

   Dio a su sagrado cuerpo honrosa sepultura Sabina, en cuyo piadoso oficio, sorprendida de los ministros, mereció también sellar la fe con su sangre después de padecer cruelísimos tormentos.

JUICIO Y MARTIRIO DE SANTA SABINA.


   Reflexión: Con los ejemplos que de sus virtudes dio la gloriosa virgen santa Serapia logró que Sabina, su señora, abrazase la fe de Jesucristo, alcanzase la palma del martirio y con ella un trono de eterna gloria.

   Seamos pues mansos y sufridos, que no poco se edifican de esto los mundanos que viven como gentiles.


   Oración: Te rogamos, Señor, que nos alcance el perdón de nuestras culpas la bienaventurada virgen y mártir Serapia, la cual fué agradable a tus divinos ojos así por el mérito de su castidad, como por la manifestación de tu divina virtud. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.

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