domingo, 19 de enero de 2025
MARTIROLOGIO ROMANO: 19 DE ENERO.
viernes, 17 de enero de 2025
SAN ANTONIO, abad. (+ 356). 17 de enero.
domingo, 12 de enero de 2025
FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA: JESÚS, MARÍA Y JOSÉ. PRIMER DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA.
La Sagrada Familia, imagen terrestre de la Santísima Trinidad
Quiere
la Iglesia que, además de los días dedicados a festejar separadamente al Niño
Jesús, a María Santísima y al Patriarca San José, se
haga recuerdo hoy de los tres juntos, formando la familia ejemplar y modelo de
lo que debe ser, según Dios y el Evangelio, la familia cristiana de nuestros
tiempos. En este concepto se venera hoy al
Hijo de Dios como hijo de familia; y se recuerda a los padres, a las
madres y a los hijos atolondrados de hoy, su condición de tales y sus
respectivos y mutuos deberes, y la obligación de todos juntos para con Dios. Esto ha tenido presenta la Iglesia al renovar con la
Fiesta de la Sagrada Familia el hermoso ideal de la antigua familia cristiana,
a la que anhela reconducir otra vez al mundo, hijo pródigo, y prófugo de ella,
que ha convertido al hogar en un hotel si es rico, o en una posada si es pobre.
La celebración de esta fiesta en toda la Iglesia, data sólo
desde el Pontificado de Benedicto XV. Con ella nos transporta la liturgia a
Nazaret, para contemplar allí la vida de la Sagrada Familia, ejemplar y modelo
de la familia natural en que nacemos, y de la familia sobrenatural en la cual
hemos sido adoptados por la gracia de Dios. El
Evangelio nos retrata la existencia de la familia
de Nazaret caracterizada por su fervor religioso, por su amor a la oración y
por la unión íntima de los que la componen. La Epístola nos pone ante
los ojos el espíritu y las virtudes que en ella reinaban: misericordia, benignidad, humildad, modestia, paciencia
y, ante todo, caridad, que es el vínculo de la perfección. ¡Maravilloso
modelo, cuya imitación llevará la paz y la alegría a los hogares cristianos!
La tradición dice que en la casa de Nazaret Jesús llevó una vida
sencilla, humilde y oscura hasta la edad de 30 años. En el seno de esa familia
aprendió el oficio de carpintero que ejercía San José. Allí creció en edad y
sabiduría. Junto a ellos, María se sentía feliz de aliviar las fatigas de su
esposo. Los tres santificaron la vida familiar con el ejercicio de las virtudes
domésticas.
ORACIÓN
Señor Nuestro
Jesucristo, que sujeto a María y a José, consagraste con inefables
virtudes la vida doméstica: haz por intercesión de ambos, que sepamos
instruirnos con los ejemplos de la Sagrada Familia, y conseguir su eterna
compañía en el cielo. Tú que con Dios Padre... Amén.
miércoles, 8 de enero de 2025
DEL PRIMER MILAGRO QUE HIZO CRISTO EN LAS BODAS DE CANA, DEL CUAL HACE MENCION LA IGLESIA EL DIA DE LA EPIFANIA. —8 de enero.
Advertencia. Si este
día cayere en domingo, se traslada como el precedente; y así de los demás de
infraoctava respectivamente.
Para que el Hijo de Dios se manifestase en
el mundo no tenía necesidad de otra cosa más que dejarse ver en él. Pero la mayor parte de los hombres no aciertan creer, si
no ven cosas extraordinarias; y como el Señor predicaba a un pueblo material y
grosero, a quien nada hacía impresión sino lo que le entraba por los sentidos, quiso
por su bondad acomodarse a su flaqueza, y juzgó que para convencerlos de la
verdad de su doctrina era menester hacer obras de estrépito y de ruido,
descubriendo su divinidad por medio de los milagros.
Apenas salió Cristo del desierto, donde
había estado por espacio de cuarenta días, no bien comenzaba a darse a conocer
en el mundo, cuando fue convidado a unas bodas en
Caná, lugar corto en la provincia de Galilea. Asistió
también a ellas su santísima Madre, con los discípulos, que ya entonces le
seguían, y eran no más que cuatro o cinco. Sin duda nos quiso dar a en
tender en aquella concurrencia que no solo se encuentra a Dios en el retiro,
sino que también se le puede hallar en las funciones y en los convites del
mundo, cuando nos llama a ellos la caridad, la necesidad o la atención
cortesana.
Se sentó en la mesa la
Madre junto al Hijo; y como la caridad, más que algún otro motivo humano, le
había llevado al convite, reparó hacia el fin de la comida que se había acabado
el vino. Resolvió
remediar esta falta sin meter ruido. Se volvió a Jesús, persuadida que bastaba
representarle la necesidad para que hiciese el milagro, y se contentó con
decirle sencillamente:
—No tienen vino.
La respuesta del Hijo pudo parecería algo
seca, si no hubiera penetrado bien el misterio y el sentido.
—Mujer, ¿qué te va a tí en eso? Yo haré lo que conviene, y lo
haré a su tiempo.
No
le replicó María, pero llamó a los sirvientes, y en voz baja les previno que
hiciesen cuanto les mandase.
Había en la misma pieza seis grandes vasijas
de piedra prevenidas para las purificaciones, que estilaban mucho los judíos,
especialmente en las funciones y convites grandes. Cada vasija hacia tres medidas,
que corresponden a ochenta azumbres. Apenas había acabado la santísima Virgen
de hacer aquella prevención a los sirvientes, cuando dijo Cristo:
—Llenad esas vasijas de agua.
Lo hicieron así, llenándolas hasta rebosar;
y añadió entonces el Salvador:
—Llevad ahora de beber al arquitriclino, o al mayordomo del
festín.
Ordinariamente hacia este oficio uno de los sacerdotes,
de cuya incumbencia era dar orden en todas las cosas, y cuidar que todo se
hiciese con gravedad y con modestia. Gustó este la bebida, y llamando aparte al
novio, que andaba de mesa en mesa dando providencias para que
nada
fallase, y se sirviese la comida con orden y con puntualidad, le dijo
sonriéndose:
—¿Qué es esto? ¿qué chasco nos has dado?
Otros sirven el mejor vino al principio de la mesa, y cuando los convidados
están hartos de beber sacan el peor. Tú has seguido otra moda muy contraria:
sacaste el vino más ordinario al principio, y reservaste el más generoso para
los postres.
Probaron el
nuevo vino los convidados, y todos le graduaron de excelente. Se examinó
a los criados, y unánimemente contestaron que ellos habían llenado de agua las
vasijas, con que todos quedaron igualmente convencidos y admirados del milagro.
Este fue el principio de las maravillas conque manifestó
el Salvador su gloria y su poder, lo que no contribuyó poco a confirmar en la
fe a sus discípulos.
¡Qué dichosos serían
los matrimonios, si se hallara Cristo en todas las bodas! ¡Qué cristianos los
festines, las comidas, los saraos, si el Hijo de Dios fuera convidado a ellos! Nada nos faltara en nuestras necesidades,
como no nos faltara la confianza, y tuviéramos a Dios presente en ellas,
El primer
milagro que hizo el Salvador fue a petición de su santísima Madre, y aun
parece que por su respeto anticipó el tiempo de ostentar sus maravillas. Dichosos los que logran la protección de Madre tan
poderosa. Todas las gracias se derivan de Jesucristo, como de su origen;
pero la Virgen tiene gran parte en la distribución de todas. ¡Qué consuelo
para los que son verdaderamente devotos de esta Señora! Dos cosas principalmente concurrieron a este
milagro: la intercesión de la Virgen y la rendida
obediencia de los sirvientes. ¿Queremos que la Madre se empeñe en nuestro favor con su
Dijo? Pues seamos siervos obedientes y
fieles. En vano se implora la protección de la Madre, si se hace profesión
de ofender y desobedecer al Hijo.
Se necesita vino, y
Cristo manda que se traiga agua. La
obediencia para ser perfecta ha de ser ciega. Tantos discursos carnales,
tanta prudencia humana esterilizan la devoción, y destruyen aquella docilidad
religiosa de que habla el Salvador, y ella sola caracteriza los verdaderos discípulos
de Cristo. Obedezcamos a Dios puntualmente, y
no nos metamos en inquirir lo que después sucederá. Dios
sabe siempre conseguir sus fines, y nuestros fines no deben ser otros que los
de Dios. Haz siempre lo que te dice, y harás
siempre lo que debes.
Si los asistentes a la mesa hubieran sido
menos dóciles, acaso Cristo no hubiera estado tan benéfico. Contentémonos con representar a Dios nuestras necesidades
espirituales y corporales con resignación, con humildad y con confianza.
Interesemos siempre en nuestro favor a la santísima
Virgen por medio de una devoción tierna y sólida; y estemos seguros que el
Señor proveerá a todo cuando lo juzgare a propósito para nuestra salvación y para
su gloria. Muchas veces hace como que no nos oye, y es para probarnos y
para despacharnos mejor.
Se echa agua en las
vasijas, y las vasijas se encuentran llenas de vino. Dejemos obrar a la
Providencia, y hallaremos nuestra cuenta. No pocas veces desconcertamos su
orden y su economía en orden a nosotros, por querer tener demasiada parte en
los sucesos. Quisiéramos, por decirlo así, ser los únicos artífices de nuestra
fortuna. Desengañémonos, que nuestros alcances son muy débiles, son muy limitados,
y no pueden sernos muy útiles. Rindámonos a las
órdenes de la Providencia: no pongamos estorbos a los designios de Dios: tengamos
una firmísima confianza en su bondad y en su misericordia: en fin, dejémonos
gobernar, que el Señor cuidará de todo.
Por testimonio de san
Epifanio se sabe indubitablemente que la fiesta, de este primer milagro se
celebraba desde el cuarto siglo el día 6 de enero. No era esto suponer, como nota san
Agustín, que en este mismo día se había celebrado el milagro, sino que la Iglesia celebraba su memoria en este día, en que
juntaba las tres principales manifestaciones de la gloria y de la divinidad de
Jesucristo, debajo de un solo nombre de Epifanía. Porque, como añade el
mismo Padre, aunque en estos tres misterios las
opiniones sean diversas, nuestra fe y nuestra devoción es una misma. Una tamen Sanctæ
devotiónis
est fides: in omnibus Dei Filius creditur, in omnibus festivitas est vera: Sin embargo, una santa devoción es la fe: en todo se cree en
el Hijo de Dios, en todo es verdadera la fiesta. (August. serm. de Temp.). Que las manifestaciones
hubiesen sucedido en el día en que la Iglesia las celebra, que hubiesen
concurrido en días diferentes, siempre es el mismo Cristo el que es honrado por
ellas, siempre es la misma festividad la que se solemniza, siempre es la misma
Divinidad la que se reconoce y se adora: In omnibus festivitas est vera: Hay verdadera festividad en todas las cosas.
El mismo san
Epifanio refiere un prodigio bien extraordinario, asegurándonos que sucedía en
su tiempo. Dice que en el día de la Epifanía se
veían muchas fuentes, y aun algunos ríos, cuya agua, o se convertía en vino, o a
lo menos tomaba el gusto y el color de este licor. Certifica que él
mismo probó el vino de una de estas fuentes que estaba en Cibyra, pueblo del Asia
menor. Añade que otros aseguraban sucedía lo mismo en
no sé qué parte del Nilo. Seria imprudencia,
y aun picaría en temeridad, poner en duda la verdad de un hecho que depone un
hombre tan santo como testigo ocular o experimental, y que tantos hombres
grandes confirmaron después.
Se puede añadir
al culto de esta fiesta la veneración con que se guardan las hidrias o vasijas
que sirvieron de instrumentos al milagro. Es muy verosímil que por esta
circunstancia las hubiesen conservado cuidadosamente, o fuese por curiosidad, o
por devoción.
Se quiere decir que los príncipes del
Occidente las encontraron en Palestina en tiempo de las Cruzadas, y que
trajeron algunas a Europa. Se muestran cuatro en París, Puy, Tongres y Colonia.
No hay razón para negar que sean las mismas que sirvieron
en las bodas de Cana; porque es cierto que vinieron de Judea, que son de la
misma figura, y que tenían el mismo destino que las que sirvieron al milagro.
AÑO CRISTIANO
POR EL P. J. CROISSET, de la Compañía de Jesús. (1864).
Traducido del francés. Por el P. J. F. de ISLA, de la misma Compañía.
MARTIROLOGIO ROMANO: DÍA 8 DE ENERO.
DEL PRIMER MILAGRO QUE HIZO CRISTO EN LAS BODAS DE CANA, DEL CUAL HACE MENCION LA IGLESIA EL DIA DE LA EPIFANIA. Advertencia. Si este día cayere en domingo, se traslada como el precedente; y así de los demás de infraoctava respectivamente.
—SANTA GÜDULA, virgen, aparece en el firmamento en la Iglesia como estrella de una brillante constelación formada por otras estrellas de santidad de su misma familia. Entre estos luceros de deslumbrante santidad figuran las Santas Renalda, Farailda, Gertrudis, Aldegunda, Aldetrudis y Amalberga; ésta era su madre. Güdula no se dejó deslumbrar por el oropel de su abolengo, sino que vivió siempre, a imitación de su madre Amalberga, como una humilde violeta, entregándose por completo a la virtud y a la santificación de su alma. Sobresalió en la virtud de la caridad. Dios la distinguió con el don de milagros. He aquí uno de ellos: Una vez, estando sola orando en su celda, se le presentó una mujer cargada y casi consumida de lepra, suplicándole que la curase; hizo oración y puso las manos sobre ella, y al punto quedó limpia y sana. Murió llena de méritos el 8 de enero del año 712. La ciudad de Bruselas se honra teniéndola por Patrona.
santos: Luciano, Maximiano y Julián, mártires. |
—En Beauvais, en Francia, los santos mártires Luciano, presbítero, Maximiano y Julián. Los perseguidores hicieron primeramente morir con la espada a los dos últimos. San Luciano que había venido a las Galias con S. Dionisio, como persistiese en confesar de viva voz el nombre de Jesucristo, sin cesar de hacerlo aun después de ser cruelmente azotado, fué condenado al mismo suplicio que sus compañeros.
—Además, san Eugeniano, mártir.
—En Libia, los santos mártires Teófilo, diácono, y Heladio, los cuales, desgarrados primeramente a azotes, después frotados con cascos agudos de vasijas rotas, fueron en fin arrojados al fuego, donde entregaron su alma a Dios.
san Lorenzo Justiniano |
san Apolinar, Obispo. |
—En Hierápolis, en Asia, san Apolinar, Obispo, que brilló por su santidad y su doctrina bajo el reinado de Marco Antonino Vero.
En la noche tenebrosa de los primeros siglos del cristianismo, en que los emperadores romanos desencadenaron tormentosas persecuciones contra los cristianos, no dejaron de brillar, en el firmamento de la Iglesia, hombres distinguidos, varones ilustres por su sabiduría y santidad, cuyos destellos iluminaban al mundo, para que no errara en el camino que le debía conducir a la verdadera salvación. A estos adalidés de la causa católica se los llama apologistas. Uno de ellos fue San Apolinar, que floreció a mediados del siglo II. Ocupó este santo la sede episcopal de Alepo, y trabajó sin desmayos para lograr del emperador Marco Aurelio favor para los cristianos, inicuamente perseguidos. Aunque no era cosa fácil conseguir indulgencia del emperador, Apolinar lo consiguió en más de una ocasión, merced a la fuerza convincente de sus razones. Se ignora la fecha de su muerte, aunque se supone que fué el 8 de enero.
san Severino, obispo. |
—En Nápoles, san Severino, obispo, hermano de san Victorino mártir: después de haber obrado muchos milagros, murió en paz, lleno de virtudes y de méritos.
san Máximo, obispo y confesor. |
—En Pavía, san Máximo, obispo y confesor.
san Paciente, obispo. |
—En Metz, san Paciente, obispo.
san Severino, abad. |
—En Alemania, hacia los confines de la Baviera, de la Carintia y del Austria, san Severino, abad, que predicó el Evangelio a los pueblos de esta comarca, conocida otro tiempo con el nombre de Nórica, y fue llamado su apóstol. Su cuerpo milagrosamente llevado a Luculano, cerca de Nápoles, fué de allí trasladado al monasterio que lleva su nombre.
—Y en otras partes se hace la fiesta y la conmemoración de otros muchos santos Mártires, Confesores y santas Vírgenes.
Alabado y glorificado sea Dios eternamente.
AÑO CRISTIANO
POR EL P. J. CROISSET, de la Compañía de Jesús. (1864).
Traducido del francés. Por el P. J. F. de ISLA, de la misma Compañía.