—San Serapion, en Argel en África, el primero de los del Orden
de Nuestra Señora de la Merced, que por la redención de los fieles cautivos y predicación
de la fe cristiana, siendo crucificado y despedazado miembro a miembro, mereció
obtener la palma del martirio.
—San Serapion, mártir, en Alejandría; a quien en tiempo del emperador Decio
atormentaron cruelmente los perseguidores, descoyuntándole primero todos sus
miembros, y de esta suerte lo precipitaron desde lo alto de su misma casa, con
lo cual mereció ser mártir de Jesucristo el año 252.
—El triunfo de los santos mártires Clementino, Teodoto, y
Filomeno, en Heraclea en Tracia, durante
la persecución de Aureliano.
—San Venerando, mártir, en Troyes de Francia, en tiempo del emperador Aureliano. Después de un glorioso martirio, acabó su vida degollado en la misma ciudad, el año 272.
—Santa Veneranda, virgen, también en Francia; la cual en tiempo del emperador Antonino, siendo Asclepiades presidente, alcanzó la corona de mártir.
—San Hipacio, obispo, en Gangres en Paflagonia; el cual cuando volvía del concilio
Niceno, le apedrearon en el camino los herejes novacianos, y murió mártir, por
los años 326 ó 327.
—El martirio de muchísimas santas Mujeres, en Emesa, que por la fe de Cristo padecieron
muy atroces tormentos por el muy cruel Mady, caudillo de los árabes y fueron al
fin degolladas el año 773 de Jesucristo. Los fieles recogieron sus reliquias y
les dieron sepultura, y con su contacto se obraron muchos prodigios.
—San Jocundo, obispo y confesor, en Bolonia. Dice Ferrario que fue el décimo
obispo de Bolonia, cuya iglesia hizo florecer en pureza de disciplina y santidad
de costumbres. Murió el año 485.
—San Lorenzo (o Lorcan en irlandés), obispo de Dublín, en
Irlanda. Fue
hijo menor de un príncipe de Irlanda. Contaba doce años cuando abrazó el estado
eclesiástico, y a los veinte y cinco le nombraron abad del monasterio de Glendaloch.
Gobernó su numerosa comunidad con prudencia y virtud, y en una grande hambre
que afligió aquella tierra, como otro José fue el salvador de su patria con su
caridad ilimitada. No por esto faltaron tribulaciones a su paciencia para
ejercitar su virtud; porque algunos malos religiosos que no podían sufrir el
celo con que condenaba la irregularidad de su conducta, asaltaron su reputación
con la calumnia, más el Santo triunfó con su bondad y silencio. Á la edad de
treinta años fue unánimemente elegido arzobispo de Dublín: en su largo
pontificado tuvo lugar para desplegar su celo por la reforma de la disciplina eclesiástica
y las costumbres públicas. Los pobres le buscaban como a su padre; y en la
horrorosa hambre de tres años que asoló la Irlanda, mostró el venerable Pastor
que su caridad no tenía límites. Los pontífices, los reyes y príncipes procuraban
sus consejos, y hasta los Padres del onceno concilio general celebrado en Letrán
el año 1179, al cual asistió san Lorenzo, le tributaron los mayores elogios por
su sabiduría y su celo. El Señor le concedió el don de milagros, de modo que en
la bula de su canonización se refieren siete muertos resucitados. Su vida fue
siempre acompañada de bendiciones, y su muerte, acaecida el año 1181, fue también
gloriosa en el Señor. Butler.
—Y en otras partes se hace la fiesta y la conmemoración de otros
muchos santos Mártires, Confesores y santas Vírgenes.
Alabado y glorificado sea Dios eternamente.
AÑO
CRISTIANO
POR
EL P. J. CROISSET, de la Compañía de Jesús. (1864).
Traducido
del francés. Por el P. J. F. de ISLA, de la misma Compañía.
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