lunes, 16 de marzo de 2020

NOVENA EN HONOR DEL Glorioso Patriarca de los Monjes de Occidente SAN BENITO. DÍA 4.





COMENZAMOS: 13 de marzo.



FINALIZAMOS: 21 de marzo (fecha de su festividad).



Aviso: Antes de la Novena es muy conveniente que las personas que deseen practicar este piadoso ejercicio determinen exactamente las gracias o favores que desean alcanzar de Dios por intercesión del Santo.



Por la señal, etc.


Acto de contrición.



   Señor mío Jesucristo, que quisiste tomar forma de siervo y nacer de una Virgen Purísima, muriendo en una cruz para librarme del pecado y del infierno, acordaos de vuestra infinita caridad, ten piedad de mí, pobre pecador, que, oprimido con el peso de mis culpas y confesando su malicia, me arrepiento de ellas, y me pesa de lo íntimo de mi corazón de haberlas cometido, por ser ofensas a vuestra bondad inmensa, a quien amo sobre todas las cosas. Propongo firmemente, con el auxilio de vuestra gracia, nunca más pecar. Haced, Señor, por los méritos e intercesión de vuestro fiel siervo San Benito que no me rinda a las asechanzas del común enemigo, antes bien me mantenga constante en el propósito que hago de no ofenderos más, y así consiga, con vuestra gracia, perseverar en vuestro amor hasta el último instante de mi vida, para continuar amándoos, bendiciéndoos y alabándoos por toda la eternidad en el cielo. Amén.




ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS



   Señor Dios Todopoderoso, que queréis ser glorificado en vuestros Santos, haciéndoles participantes de vuestras riquezas y de vuestro poder; Vos que habéis ensalzado a vuestro fiel siervo Benito llenándole del espíritu de todos los justos y concediéndole gran poder ante vuestro divino acatamiento para ayudar a cuantos le invocan con amor y confianza; otorgadnos, Señor, por intercesión del Glorioso Patriarca la gracia de imitar sus virtudes y de sentir los efectos de su particular devoción. Por Jesucristo Nuestro Señor que con Vos vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.






DÍA CUARTO (16 de marzo).



Consideración. San Benito, modelo en nuestras tentaciones.



PRIMER PUNTO. —Tres años había pasado Benito en su estrecha cueva empleando el tiempo en la oración y penitencia cuando el Señor, para aquilatar más su virtud y dejarnos un ejemplo admirable de constancia y de victoria en nuestras tentaciones, consintió que el demonio tendiese un terrible lazo a su siervo. Tan vehementes fueron los movimientos e ímpetus de la carne que en el joven suscitó el enemigo, que estuvo al punto de ceder a las sugestiones diabólicas y abandonando la soledad volverse al mundo. Mas asistido de la divina gracia sale de su cueva, y viendo los abrojos y ortigas que junto a ella había, cual generoso atleta, desnudándose de las pieles que le servían de vestido, se arroja sobre las punzantes espinas y zarzas revolcándose por ellas hasta quedar su cuerpo hecho toda una llaga. Así triunfó de la delectación de la carne con el dolor; así arrojó por las llagas de su cuerpo el fuego interior que le abrasaba. Y Dios, en premio de su valor, le concedió, según declaró el mismo más tarde a sus discípulos, el no sentir nunca los movimientos de la carne.



SEGUNDO PUNTO. — ¿Quién no tiene tentaciones más o menos vehementes, más o menos continuas? Esta es la condición del hombre mientras vive en la carne mortal. Pelear contra el mundo, demonio y carne tiene que ser la ocupación del cristiano. Pero ¿con qué armas nos defenderemos? San Benito nos las indica con sus doctrinas y ejemplos. Si sientes, dice en su Regla, alguna sugestión del demonio o de la carne, aparta tu corazón y tu mente del mal pensamiento y estrellato contra la verdadera piedra que es Cristo: esto es, piensa en los dolores y muerte de tu Salvador y esfuérzate para resistir con energía. Si la tentación persiste, declárala a tu padre espiritual. A estos consejos juntaba, como acabamos de ver, la práctica, mortificando la carne para mantenerla sujeta al espíritu.


   El Señor no exigirá de todos nosotros actos tan heroicos como el de Benito; tenemos, pues, por lo mismo, mayor motivo para no rehusarle los mínimos sacrificios que podemos ofrecerle. Admiración, al propio tiempo que confusión, causa que almas tan puras e inocentes como San Benito, San Plácido, San Mauro y otros mil se imponían penitencias asombrosas para domar su cuerpo y tenerle siempre sujeto al espíritu, mientras que nosotros nada o muy poco hacemos para lograr tan gran bien. Pidamos al Señor, que corona a los que pelean generosamente por él, nos otorgue por mediación de San Benito fuerzas para resistir a las tentaciones y valor para imponernos alguna mortificación.





Obsequio-—Imponerse en este día alguna mortificación corporal, o bien alguna privación.







—A esta intención, y además para alcanzar la gracia especial que se le pida en la Novena, rezaremos tres Padre nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri.



—Aquí se cantan los gozos, y al fin de ellos se puede decir la oración que sigue:







GOZOS AL GLORIOSO PADRE SAN BENITO



Estribillo. —Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.



Salve ¡oh preclaro Benito,
Brillante sol del Casino
Cuyo fulgor peregrino
A la Europa iluminó;
Salve egregio patriarca
De los monjes de Occidente,
Salve estrella refulgente
De la célica mansión.



Estribillo. —Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.



De noble estirpe nacido,
Ya de la ciencia anheloso,
A Roma vas presuroso
Como a foco del saber;
Pero Dios, que complacido
En ti sus ojos fijara,
Otro lugar te prepara
Donde vayas a aprender.



Estribillo. —Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.



Por eso dejas familia
Y placeres seductores
Y pasajeros honores
Y a Cristo buscando vas;
Y en la gruta de Subiaco
A retirarte convida
Donde comiences la vida
Que el cielo te ha de ganar.



Estribillo. —Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.



Mirando tu santa vida
El enemigo envidioso
Mueve sus artes mañosos
Con una vil tentación,
Pero tú, muy confiado
En los divinos favores,
Entre espinas los furores
Burlas del fiero dragón.



Estribillo. —Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.



Marchas de aquí perseguido
¡Oh Benito! hasta Casino
Donde te reserva el destino
Una misión sin igual.
Y tú vista allí tendiendo
Ves mil bárbaras naciones
Que gimen en las prisiones
Del enemigo infernal.



Estribillo. —Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.



Ardiendo de santo celo
Con tu código divino
Abres un nuevo camino
A numerosa legión.
Que cual rápido torrente
Se desborda, avasallando
Por doquier, y predicando
De Cristo la religión.



Estribillo. —Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.


A su frente y con la cruz
Rindes a aquellas naciones
Que Roma con sus legiones
Nunca pudo dominar,
Y aquellas incultas gentes
Cual leones antes fieros
Vienen cual mansos corderos
Su cerviz a presentar.



Estribillo. —Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.



Tus virtudes eminentes
Prueban milagros sin cuento,
Y no se da un elemento
Que te pueda resistir;
Mauro camina en las aguas
Cual, por suelo resistente,
Ordenas y clara fuente
Ves de una roca salir.



Estribillo. —Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.



Rómpese á la cruz la copa
Que veneno encierra y muerte
Al niño yerto é inerte
Vida muy pronto le das.
Recobra el ciego la vista,
La salud el moribundo,
Huye a tu vista al profundo
Averno el fiero Satán.



Estribillo. —Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.



De la muerte a los umbrales
Y al oratorio llevado,
De tus hijos circundado
No tardas en espirar;
Pero ven que tu alma pura
Por una luciente vía
Resplandeciente subía
Del alto cielo a gozar.




Estribillo. —Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.



¡Oh padre! Padre amoroso,
Haz que tus huellas siguiendo
Y tus mandatos cumpliendo
En el valle del dolor,
Ese camino, tomemos
Que te llevó luminoso
Á ese puerto venturoso
De la gloria y del amor.


AMÉN


—Ora pro nobis Sancte Pater Benedicte.


R) Ut digni efficiamur promissionibus Christi.


OREMUS



Excita, Domine, in Ecclesia tua Spiritum, cui Beatus Benedictus Abbas servivit, ut eodem nos repleti studeamus amare quod amavit, et opere exercere quod docuit.



En castellano. —Renovad, Señor, en vuestra Iglesia el espíritu a quien sirvió el glorioso San Benito, para que, llenos de ese mismo espíritu, nos apliquemos a amar lo que él amó y a poner por obra sus enseñanzas.
Amén.



ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS


   Os saludamos con filial afecto, ¡oh gloriosísimo Padre San Benito! vaso de elección, varón angélico, obrador de grandes maravillas, cooperador de Cristo en la obra de la salvación y santificación de las almas.

   ¡Oh Patriarca de los monjes! Mirad desde el cielo la viña que planto vuestra mano. Seguid levantándola de su postración, multiplicad y santificad el número de vuestros hijos; florezca entre ellos el espíritu de vuestra Santa Regla. Proteged de un modo especial a cuantos con filial cariño se une a vuestros monjes y se ponen bajo vuestro amparo y paternal protección. 

  ¡Oh Protector de la Iglesia! Ayudad al Sumo Pontífice y a cuantos están encargados de guardar la grey de Cristo. Suscitad celosos misioneros que, como en otros tiempos lo hicieron vuestros hijos, esparzan por doquiera la semilla del Evangelio; defended asimismo las ordenes religiosa de los crueles ataques de sus enemigos.

Rogad por todos los fieles cristianos y alcanzadnos a todos ¡oh Santo Padre! Una muerte tranquila y santa como la vuestra; apartad de nosotros en aquella hora suprema las asechanzas del enemigo visitándonos con vuestra dulce presencia y no nos abandonéis hasta que, libre nuestra alma de los lazos del cuerpo, vaya a gozar en vuestra compañía de la eterna bienaventuranza. Amén.




   Fué revelado a Santa Gertrudis por el mismo San Benito que asistiría el santo a la hora de la muerte a todos los que en vida hubiesen rezado esta oración.


   Tiene, además, indulgencia plenaria concedida por el Papa Clemente XIV. Y otra concedida por S. S. León P. XIII á los que recen la misma oración durante los nueve días que preceden la fiesta de San Benito y cumplan las condiciones acostumbradas.



NOVENAS VARIAS (1883)



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