miércoles, 17 de octubre de 2018

LOS DIVERSOS TORMENTOS QUE SE EMPLEARON EN EL SUPLICIO DE LOS MÁRTIRES.




   El P. Mamachi, en su difícil y erudita obra de las Costumbres de los primitivos cristianos, ha recogido noticia de los varios tormentos que fueron empleados contra los mártires, de los antiguos escritores contemporáneos de los mismos mártires, como fueron S. Justino mártir, Tertuliano, Athenágoras, Eusebio Cesariense, Clemente Alejandrino, y otros semejantes. El referido P. Mamachi describe minuciosamente aquellas diversas suertes de tormento con que fueron afligidos y arrancados de la vida los siervos de Jesucristo durante las diez persecuciones de los emperadores romanos. Aquí no haré más que una breve descripción de ellos para dar mejor a conocer cuan ricos de méritos volarían al cielo aquellos santos héroes a recibir su inmortal corona.


Del tormento de las cruces.


   Unos eran crucificados con clavos, o garfios, y clavados con ellos en la cruz, como lo fué nuestro Señor Jesucristo. Otros eran atados en la cruz cabeza abajo, como lo fué S. Pedro, según refiere Eusebio despues de Orígenes. Otros eran enclavados en la cruz, a cuatro brazos como aquella en que murió S. Andrés. A otros les hacían pasar los brazos por debajo los de la cruz, y haciéndoles dar vueltas por la parte superior les clavaban las manos, tormento notablemente cruel. A otros les colgaban de un árbol con los brazos atados detrás, colgándoles también en los pies pesos enormes. Algunas mujeres eran colgadas en alto por los cabellos, tormento que les hacía morir de dolor. A otros suspendían de pies en un árbol. A otros colgaban de un solo pie, cabeza abajo. A otros despues de haberlos suspendido de una altura, ataban su cuello una cuerda de la que pendía una grande piedra. Otros eran clavados de manos a una viga, atándoseles un gran peso a los pies.







Del tormento del fuego.


   A otros se colocaba sobre unas parrillas con carbones encendidos debajo. Otros eran metidos cabeza abajo en calderas de aceite y pez hirviendo. Otros eran colgados con la cabeza hacia el suelo, en donde se encendía gran porción de paja u otra materia humosa, muriendo sofocados por el mismo humo. A otros les cubrían con un vestido de pez u otra materia inflamable, y Ies ataban de pies a cabeza a un palo: se encendía despues este vestido que se llamaba túnica de fuego, o como la llama Tertuliano, túnica incendiaria, y de este modo los hacían morir. Otros eran metidos en hornos ardientes. Otros eran colocados juntos en un barquichuelo en medio del mar, y allí eran abrasados lodos juntos. A otros se les hacía morir dentro de toros de bronce rojos de fuego. A otros, atados, se les atormentaba con hachas encendidas, o planchas incandescentes, o corazas de hierro ardiente. Sobre otros, atados y extendidos sobre la tierra, se derramaba aceite hirviendo, o plomo derretido. Otros por fin eran asados y tostados como pedazos de carne.












Del tormento de los azotes.

   Estos azotes eran de varias especies: de correas, de palos, de nervios de buey, de cadenas de hierro, de varas, o tal vez de varas erizadas de espinas, o cubiertas de agudas puntas, que se llamaban escorpiones. Eran atormentados con estos azotes los siervos de Dios, atados a un palo, o tal vez a cuatro palos para más hacerles sufrir. Otros eran puestos en un cepo: este cepo se componía de dos grandes piezas de madera, puestas una sobre otra, y en medio de ambas se ponían las piernas de los que habían de ser atormentados, sufriendo al mismo tiempo los azotes. Otros eran extendidos de espaldas sobre una tabla erizada de gruesos clavos, y allí eran apaleados.










Del tormento del hierro.

   Estos hierros consistían en ganchos de hierro, de los cuales se colgaba a los cristianos; en uñas de hierro con las que se iban desgarrando sus carnes hasta los huesos y las entrañas. A otros con hierros se les rompían y hacían saltar todos los dientes, uno tras otro. A otros se les rasgaban las carnes con peines de hierro. Otros eran descuartizados. Otros atados en tierra eran hechos pedazos con un destral. A otros se les cortaban los miembros uno por uno, empezando por los dedos de los pies hasta los muslos, y por los dedos de las manos hasta el pecho, quedando el cuerpo reducido a un solo tronco. Otros eran extendidos sobre la circunferencia de una rueda, y esta rueda se hacía pasar sobre muchos hierros agudos fijos en tierra. A otros, atados sobre unas tablas, se les abría el vientre con el cuchillo, y se les arrancaban las entrañas. Otros eran atormentados con los ecúleos, otros con la tortura. A otros se les ungía con miel, y se les ponía al sol para ser atormentados por las moscas y por las avispas.










   De mil maneras eran, pues, las muertes con que se arrancaban la vida a los santos mártires. Morían apedreados, decapitados, ahogados por la garganta, arrojados al agua. Estos eran atados en dos árboles encorvados, que volviendo despues á su lugar, partían al mártir de medio a medio. Aquellos eran arrojados al mar dentro de un saco, unos despedazados por los perros, devorados por las fieras, otros oprimidos de peso o de hambre. Y de este modo, en el decurso de trescientos años, en tas diez persecuciones de los emperadores romanos se hizo una brillante cosecha de mártires para el paraíso. He querido mentar todos estos diversos tormentos, cuyo solo nombre causa horror con el fin de que abrasemos con mayor paciencia los dolores y las enfermedades que nos envía Dios, las cuales por ásperas que sean, no podrán jamás igualar de mucho los tormentos que sufrieron los mártires.










“TRIUNFOS de LOS MARTIRES”
POR S. ALFONSO M. LIGORIO



No hay comentarios.:

Publicar un comentario