martes, 2 de octubre de 2018

EL SANTO ÁNGEL DE LA GUARDA. —2 de octubre.



   Son tantas y tan grandes y continuas las mercedes y favores que cada uno de nosotros recibe del Ángel particular de su guarda, que es cosa justa y muy debida que le hagamos fiesta particular conforme al espíritu de la santa Iglesia.

   Porque es verdad católica y muy recibida entre los sagrados doctores, que todos los hombres, fuera de Cristo nuestro Redentor, desde el punto que nacen, tienen un Ángel custodio deputado de Dios para su guarda y defensa.

   Y dícese que Cristo no le tuvo, porque siendo Dios y Señor de los ángeles, no tenía necesidad de ángel que le guardase, antes era conveniente que todos los ángeles le sirviesen como lo hacían.

   Pero nosotros por ser tan ignorantes y flacos, y tener tan poderosos enemigos, hemos menester la ayuda de los soberanos espíritus para que nuestras almas que son inmortales y compañeras de los mismos ángeles, puedan henchir las sillas que dejaron vacías aquellos espíritus rebeldes que de ellas cayeron.

   Mas ¿qué lengua si no es de ángel podrá explicar dignamente los beneficios que por sus manos recibimos?

   Ellos son los que nos preservaron de mil riesgos para que ya en naciendo recibiésemos el agua del santo bautismo; ellos nos desviaban muchas veces de los tropiezos cuando íbamos a caer; ellos ponían en nuestro corazón las primeras semillas de virtudes; ellos nos descubrían el anzuelo que estaba escondido debajo del deleite: ellos velaban cuando dormíamos y estaban siempre a nuestro lado para nuestra defensa.


   Ellos son los que nos ayudan con santas inspiraciones, con amonestaciones saludables, y también con reprensiones y sofrenadas para que nos dejemos conducir enteramente por Dios.


   Ellos se alegran con nuestras espirituales ganancias, y se entristecen con nuestras pérdidas: ellos son los que ofrecen nuestras oraciones y buenas obras al Señor: ellos los que a la hora de la muerte nos libran del dragón infernal que nos querría tragar: ellos los que acompañan nuestras almas y las presentan a Dios, los que las visitan y consuelan en el purgatorio, o las reciben en el paraíso.




   Todo esto hacen los santos ángeles custodios; por lo cual debemos engrandecer la suma bondad de Dios por haber querido que aquellos tan excelentes, tan sabios y tan gloriosos espíritus sean nuestros tutores, ayudadores y defensores, y también hemos de reconocer y agradecer los beneficios que nos hacen, profesándoles una muy tierna y cordial devoción.



   Reflexión: Aunque todas las obras buenas son del agrado de los santos ángeles, pero muy particularmente se deleitan en la concordia y paz con el prójimo, porque ellos se llaman Ángeles de paz; en la castidad sin mancha, porque ellos son espíritus purísimos y nos quisieran ver curados de malas concupiscencias, y semejantes a ellos; y finalmente en la oración y devoción, porque tienen el encargo de presentar nuestras súplicas ante el trono de la divina Majestad.



   Recemos pues todos los días por la mañana a nuestro Ángel custodio la siguiente oración enriquecida con cien días de indulgencia y una plenaria al mes.


   Oración: Ángel de Dios, bajo cuya custodia me puso el Señor con bondad infinita; iluminadme, defendedme, regidme y gobernadme en este día. Amén.

FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.

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