jueves, 22 de febrero de 2018

LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO en ANTIOQUÍA. (Año 40 de J. C.) — 22 de febrero.




La Cátedra de san Pedro en Antioquía la celebra la santa Iglesia para declararnos el beneficio que todo el mundo recibió en la institución de la Cátedra apostólica, y en la potestad que Cristo nuestro Señor dio al Príncipe de los apóstoles, cuando le hizo su Vicario y piedra fundamental de la Iglesia. 


   Después que el Señor subió a los cielos, el glorioso apóstol san Pedro comenzó a ejercitar su oficio de Pastor universal, presidiendo en los concilios de Jerusalén y hablando como lengua de todos los otros apóstoles, mas pasando luego a Siria, entró en la ciudad de Antioquía, que era metrópoli de las demás, donde por divina ordenación había de poner su primera Cátedra.


   Allí padeció al principio muchas y graves tribulaciones, y fue escarnecido, afrentado, encarcelado y perseguido por los que eran enemigos de la luz y de la verdad, pero después que recibieron el Evangelio, y salieron de la ceguedad en que estaban, le honraron mucho, y aun edificaron un templo al Dios verdadero y pusieron en él una Cátedra en que el santo apóstol se sentase para predicarles y satisfacer a sus dudas y declararles cuál era la verdadera doctrina de Dios. 


   Y fueron tantos los que se convirtieron, que allí comenzaron los fieles a llamarse Cristianos, llamándose antes con el nombre de Discípulos.

   Siete años estuvo san Pedro en Antioquía, aunque no siempre moraba en aquella ciudad, sino que como Pastor universal visitaba las otras iglesias.


   Traspasó después su Silla apostólica a la ciudad de Roma, que era señora del mundo, y abrazaba en sí, como dice san León, a todos los monstruos de los falsos dioses que en las otras provincias  la ciega gentilidad adoraba; para que resplandeciese más la nueva luz del Evangelio en aquel abismo tan profundo y de tanta obscuridad, y conquistada la cabeza y el alcázar del imperio romano, más fácilmente se sujetasen las demás ciudades y provincias al suave yugo de la fe de Cristo, que había venido del cielo para alumbrar y salvar a todos los hombres.


   Y así nuestro Señor, que fue declarado Rey en aquel título que en tres lenguas: hebrea, griega y latina, se puso sobre, el glorioso estandarte de la cruz, ordenó que el Príncipe de los apóstoles, san Pedro, predicase como Vicario de Cristo, primero a los judíos, después a los griegos y finalmente a los romanos, para que se entendiese que era pastor universal de todos, y que lo son sus sucesores.


   Reflexión: Desde que san Pedro puso su Cátedra en Antioquía ha habido sin cesar en la tierra un soberano tribunal que con divina autoridad ha fallado siempre en las cuestiones más graves que pueden ofrecerse a los hijos de Adán. ¿Vamos bien o mal a nuestro eterno destino? A esta duda espantosa sólo puede responder y responde seguramente el lugarteniente de Cristo sobre la tierra. La visitó el Hijo de Dios, que era la luz increada: enseñó a los mortales la verdad de Dios en su divino Evangelio, y subiendo después a los cielos de su gloria, constituyó a san Pedro y a sus legítimos sucesores oráculos de su verdad hasta el fin de los siglos. Reconozcamos, pues, este grande e incomparable beneficio; celebremos con toda la veneración de nuestras almas la Cátedra de san Pedro, y cuando se trate del negocio de toda nuestra eternidad, digamos: yo no quiero fiarme de las doctrinas de los hombres, ni aun de mis propias ideas, sino de las doctrinas de Cristo Dios y de su santa Iglesia.


   Oración: ¡Oh Dios y Señor! que entregando las llaves del reino celestial a tu apóstol el bienaventurado san Pedro, le diste potestad para atar y desatar los lazos de la culpa, te suplicamos que por su intercesión seamos libres de las cadenas de nuestros pecados. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 



FLOS SANCTORVM

DE LA FAMILIA CRISTIANA.

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