martes, 31 de agosto de 2021

SANTO DOMINGO DE VAL, MARTIR. —31 de agosto.

 



   Entre las muchas tragedias que la perfidia de los judíos ha ejecutado en diferentes tiempos con los párvulos cristianos, es digna de eterna memoria la que practicaron en la capital de la provincia de Aragón con santo Domingo del Val, o san Dominguito, cuyo nombre indica la tierna edad en que se hallaba cuando fue martirizado. Nació este ilustre niño en Zaragoza por los años 1243, y como el cielo le destinaba para que fuese uno de los más insignes mártires de Jesucristo, se dejó ver en el mundo con una corona sobre la cabeza, y con una cruz en el hombro derecho, todas señales nada equívocas de su gloriosa pasión. Estos signos, que podían llamarse aún más que vaticinios historias de lo futuro, y noticia puntual del triunfo para que el Señor le había escogido, pusieron en expectación a los padres del niño, que lo fueron Domingo del Val, e Isabel, los que interpretando misteriosos aquellos extraordinarios indicios, esperaban que el tiempo les aclarase el significado. No se tardó mucho en experimentarlo, pues cuando contaba Dominguito siete años, e iba a la escuela a aprender las primeras letras, vieron cumplido el suceso pronosticado.

 

 

   Los judíos que había en Zaragoza tenían concertado exonerar de los pechos, de las contribuciones y de las imposiciones a cualquiera de su secta que robase algún párvulo cristiano, y se lo entregase para darle muerte. Quiso disfrutar este indulto cierto hebreo llamado Mosen Albaizelo, fiel imitador del inicuo traidor Judas, y hurtando secretamente al niño Domingo, lo entregó a los infames judíos. Recibieron estos la inocente víctima con extraordinario regocijo, y como su ánimo no era otro que el de renovar el sacrificio que hicieron los de su secta con Jesucristo en la cruz, clavando al niño en la pared por los pies y por las manos, le traspasaron el costado con una lanza; pero temerosos de que se descubriese un delito tan atroz, enterraron el cuerpo del ilustre Mártir a la orilla del rio Ebro en el silencio de la noche.

 




 

   No quiso el Señor, por quien había padecido Domingo, que estuviese oculta una maldad tan execrable, y para descubrirla se valió de uno de aquellos admirables prodigios que acostumbra su adorable providencia. Vieron los guardas de las puertas de Zaragoza repetidas noches descender del cielo luces muy resplandecientes sobre el lugar en que enterraron los judíos el venerable cadáver; dieron noticia a la ciudad de aquel fenómeno extraordinario, y cavando en el sitio hallaron el cuerpo del ilustre Mártir sin la cabeza. Concurrió todo el pueblo a ver el lastimoso espectáculo, y manifestando su dolor con tiernas lágrimas, lo condujeron por entonces a la iglesia de San Gil, en cuyas puertas, pasados algunos días, se manifestó al pueblo el niño puesto de rodillas milagrosamente.

 

 

   Se publicó aquel prodigio por toda la ciudad, y hallándose a la sazón obispo de Zaragoza, según parece, D. Arnaldo de Peralta, varón de conocida piedad y de gran sabiduría, hizo que se formase una procesión solemne con todo el clero, magistrados, nobles y ciudadanos, y que se trasladase con toda solemnidad el cuerpo del insigne Mártir desde el templo de San Gil a la iglesia de San Salvador, que por entonces era la catedral.

 

 



   Habían echado los judíos la cabeza de Domingo en el pozo de la misma casa en que ejecutaron el enorme atentado, y queriendo el Señor que se descubriese con no menor prodigio que el que intervino en la invención del cuerpo, apareció en el brocal del pozo un globo de luz a manera de un sol resplandeciente, que dio motivo para extraer la preciosa reliquia, que se colocó con el cuerpo en una costosa urna, donde se grabó la inscripción siguiente: Aquí yace el beato Domingo del Val, mártir por el nombre de Jesucristo.

 

 

   Tuvieron las reliquias del ilustre Mártir varias traslaciones, hasta la última que se hizo a la magnífica capilla donde hoy existe un solo altar, sobre el cual se manifiesta un sepulcro de alabastro, en el que está el cuerpo del Santo, excepto la cabeza que se conserva en una urna de plata entre las reliquias del sagrario, la que se lleva a los enfermos, que por su veneración y contacto consiguen saludables beneficios. Celebran con demostraciones festivas la fiesta de este ilustre Mártir los infantes de coro de aquella santa iglesia; a cuyas instancias el cardenal D. Francisco Baberino, cuando estuvo de legado apostólico en España, certificado del martirio de santo Domingo, y de la gran devoción que se le profesaba, concedió indulgencia plenaria a todos los fieles que visitasen la capilla donde está el cuerpo del Santo desde las vísperas hasta puesto el sol del dia 31 de agosto, que es en el que se celebra su festividad, rogando a Dios por la exaltación de la santa fe católica, etc.

 

 

AÑO CRISTIANO

 

POR EL P. J. CROISSET, de la Compañía de Jesús. (1864).

 

Traducido del francés. Por el P. J. F. de ISLA, de la misma Compañía.

 

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario