domingo, 29 de agosto de 2021

SAN JULIAN, MÁRTIR DE AUVERNIA. —28 de agosto.


 

   El bienaventurado san Julián fue natural de la ciudad de Viena, en Francia, y de noble linaje. Tenía entonces en aquella ciudad san Ferriol amigo suyo oficio de tribuno; pero lo ejercitaba de suerte que no dejaba por eso de emplearse mucho en el servicio de Dios, y holgaba tener en su compañía al bienaventurado san Julián, por verle siervo fidelísimo del Señor. Entendiendo san Ferriol la gran persecución que amenazaba a los cristianos de la ciudad de Viena, indujo a san Julián a que se fuese. Llegó en efecto la persecución; y aunque Julián deseaba padecer el martirio, dejó sus padres y sus bienes, y se fue a la provincia de Alvernia, no por miedo a la muerte, sino porque lejos de su tierra más fácilmente alcanzase la corona apetecida; porque temía que sus padres, con el amor que le tenían, no se lo disuadiesen. Llegó a un lugar llamado Beja, en el cual los gentiles hacían gran fiesta a sus ídolos; y como entendiese por revelación, que sus contrarios iban tras él para prenderle, rogó a una viuda que le escondiese para no ser hallado. Lo hizo así la buena mujer, la cual tenía su casa no muy lejos del lugar donde los gentiles hacían la fiesta a sus dioses. Vinieron, pues, ellos, y la preguntaron por aquel hombre que había recibido en su casa. Como la viuda negase haberle visto, ni saber de él, salió Julián del lugar donde estaba escondido, diciendo: «Yo soy á quien buscáis; haced lo que os mandan vuestros príncipes, que no quiero tanto esta miserable vida, que me estorbe desear infinito trocarla en otra en que pueda gozar de la dulce presencia de mi Señor Jesucristo.» Dicho esto, luego aquellos infernales ministros le cortaron la cabeza, y su santa alma voló al descanso de la bienaventuranza eterna. Acudieron ciertos hombres ancianos con mucha devoción a dar sepultura a su santo cuerpo, en los cuales mostró Dios tan grande milagro, que se hallaron remozados en un punto, recobrando sus fuerzas como cuando eran mozos.

 

 

   Fue su martirio tal dia como hoy, cerca de los años del Señor 298, imperando en Roma Diocleciano. El bienaventurado san Ferriol tomó la cabeza de este bendito Mártir, y como después fuese también martirizado, pusieron su sagrado cuerpo y la cabeza de san Julián en un mismo sepulcro.

 





   En el lugar donde martirizaron a san Julián hay una fuente clara y de regaladas aguas, en la cual los gentiles lavaron su santa cabeza, y su divina Majestad por honra del bendito Mártir hace en aquellos grandes milagros: porque allí cobran vista muchos ciegos; los que padecen de tercianas o cuartanas, cuando están en el ardor de la calentura, si van a beber de ella, hallan remedio, y de la misma suerte otros enfermos. Y como volase la fama de los milagros y maravillas que obraba Dios en los hombres por la intercesión del bienaventurado mártir san Julián, acudían a su sepulcro muchos, donde alcanzaban grandes mercedes del Señor. De suerte que, en aquel lugar, y en otros, hace Dios por él grandes prodigios, de los cuales recitaremos aquí algunos, porque recitarlos todos seria nunca acabar.

 

 

   Un enfermo baldado de todos sus miembros fue puesto en un carro, y llevado a la iglesia del Mártir, y estando en la noche delante la dicha iglesia, la vió muy resplandeciente, y oyó en ella voces de cantores como si fueran de muchos hombres. Mientras tanto el enfermo hacia oración a Dios espantado del resplandor que había visto, pasó delante de sus ojos la luz, y desapareciéndole, se halló sano y bueno, como si tal no tuviera.

 

 

   Un ciego acompañado de su guía vino al altar de San Julián, donde tocando con sus ojos la cubierta del arca de las santas reliquias cobró vista. Y también los endemoniados tocados con la dicha cubierta curan.

 

 

   Estuvo colgada encima del altar del Santo una cruz de alquimia hecha con tanta perfección, que parecía de oro purísimo, y viniendo los bárbaros en aquella provincia, uno de ellos pensó que era de oro y la robó. Pero le castigó Dios tanto, que al momento se halló pesadísimo, de tal suerte que no lo podía sufrir en manera alguna, el cual haciendo luego penitencia de su pecado, la restituyó.

 

 

   Estando una noche en su cama el diácono de aquella santa iglesia, sintió un ruido en ella, como que le abrían las puertas; y escuchando con atención lo que podría ser, le pareció después de largo rato que las volvían a cerrar. Se levantó luego, y acudió con su luz al sepulcro de san Julián, y vió que todo el suelo estaba cubierto de hermosísimas rosas, mucho más grandes que las ordinarias, y de más suave olor y fragancia, y tan frescas como si entonces las acabasen de recoger. Las tomó el buen sacerdote con gran reverencia, y las recogió en lugar decente.

 

 

   Á este santo Mártir tienen mucha devoción en algunas partes de Cataluña, y especialmente en la iglesia parroquial de Vallfogona, donde le tienen por patrón. (Domenech).



AÑO CRISTIANO

POR EL P. J. CROISSET, de la Compañía de Jesús. (1864).

Traducido del francés. Por el P. J. F. de ISLA, de la misma Compañía.


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