martes, 22 de diciembre de 2020

NOVENA EN PREPARACIÓN AL NACIMIENTO DE NUESTRO SEÑOR. SÉPTIMO DÍA.


 

Una hermosa y pía tradición arraigada en Colombia, Venezuela y Ecuador, es la de celebrar la Novena en preparación al Nacimiento del Divino Niño Jesús. Esta práctica se realiza entre el 16 y el 24 de Diciembre (de ahí su nombre); siendo análoga y compatible con las célebres Posadas que se realizan en México.

 

Esta es la versión tradicional, compuesta hacia 1770 por Fray Fernando de Jesús Larrea O.F.M.; y adaptada por Sor María Ignacia Samper Acosta O.S.C., hacia finales del siglo XIX. Deseando ante todo, que os preparéis dignamente para celebrar la Navidad, hagámoslo como corresponde a los verdaderos Católicos: con devociones aprobadas y acordes a la Doctrina.

 

 

 

NOVENA DE NAVIDAD

 

 

 

En el Nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS.

 

 

   Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que les disteis en vuestro Hijo la mejor prenda de vuestro amor, para que hecho hombre en las entrañas de la Bienaventurada Virgen María, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro Hijo humanado, suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.

 

 

—Rezar tres veces el Gloria.

 

 

 


 

 

DÍA SÉPTIMO - 22 DE DICIEMBRE.

 

 

   

CONSIDERACIÓN: EXPECTACIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA Y SAN JOSÉ SOBRE EL NACIMIENTO DE JESÚS.  

 

  

   Representémonos el viaje de María y José hacia Belén, llevando consigo aún no nacido, al Creador del universo, hecho hombre. Contemplemos la humildad y la obediencia de ese Divino Niño, que, aunque de raza judía y habiendo amado durante siglos a su pueblo con una predilección inexplicable obedece así a un príncipe extranjero que forma el censo de población de su provincia, como si hubiese para él en esa circunstancia algo que le halagase, y quisiera apresurarse a aprovechar la ocasión de hacerse empadronar oficial y auténticamente como súbdito en el momento en que venía al mundo.

  

   El anhelo de José, la expectativa de María son cosas que no puede expresar el lenguaje humano. El Padre Eterno se halla, si nos es lícito emplear esta expresión, adorablemente impaciente por dar a su hijo único al mundo y verle ocupar su puesto entre las criaturas visibles. El Espíritu Santo arde en deseos de presentar a la luz del día esa santa humanidad, que Él mismo ha formado con divino esmero. En cuanto al divino Niño, objeto de tantos anhelos, recordemos que hacia nosotros avanza lo mismo que hacia Belén.

 

   Apresuremos con nuestro deseo el momento de su llegada; purifiquemos nuestras almas para que sean su mística morada, y nuestros corazones para que sean su mansión terrenal; que nuestros actos de mortificación y desprendimiento “preparen los caminos del Señor y hagan rectos sus senderos”.




ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA (Para todos los días)

 

 

   Soberana María, que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese por Madre suya, os suplico que Vos misma preparéis y dispongáis mi alma, y las de todos los que en este tiempo hicieren esta novena, para el nacimiento espiritual de vuestro adorado Hijo.

   

   ¡Oh dulcísima Madre!, comunicadme algo del profundo recogimiento y de la divina ternura con la que le aguardasteis Vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

 

 

—Rezar nueve veces el Ave María, en memoria de los nueve meses, que estuvo el Verbo Divino en su purísimo Vientre.

 

 

 

ORACIÓN A SAN JOSÉ (Para todos los días).

 

 

   ¡Oh santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan altos ministerios, y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abraséis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina Esencia le vea y goce en el Cielo. Amén.

 

 

—Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria.

 

 

 

ASPIRACIONES PARA LA VENIDA DEL NIÑO JESÚS (GOZOS)

 

 

Dulce Jesús mío,

Mi niño adorado,

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!

 

¡Oh sapiencia suma

Del Dios soberano,

Que al nivel de un niño

Te hayas rebajado!

¡Oh Divino Niño,

Ven para enseñarnos

La prudencia que hace

Verdaderos sabios!

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!

 

¡Oh, Adonái potente

Que, a Moisés hablando,

De Israel al pueblo

Disteis los mandatos!

¡Ah! Ven prontamente

Para rescatarnos,

Y que un niño débil

Muestre fuerte brazo!

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!

 

¡Oh raíz sagrada

De Jesé, que en lo alto

Presentas al orbe

Tu fragante nardo!

¡Dulcísimo Niño,

Que has sido llamado

Lirio de los valles,

Bella flor del campo!

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!

  

¡Llave de David

Que abre al desterrado

Las cerradas puertas

Del regio palacio!

¡Sácanos, Oh Niño,

Con tu blanda mano,

De la cárcel triste

Que labró el pecado!

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!

 

¡Oh lumbre de Oriente

Sol de eternos rayos,

Que entre las tinieblas

Tu esplendor veamos!

¡Niño tan preciado,

Dicha del cristiano,

Luzca la sonrisa

De tus dulces labios!

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!

 

¡Espejo sin mancha,

Santo de los santos,

Sin igual imagen

Del Dios soberano!

¡Borra nuestras culpas,

Salva al desterrado

Y, en forma de Niño

Da al mísero amparo!

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!

 

¡Rey de las naciones,

Emmanuel preclaro,

De Israel anhelo,

Pastor del rebaño!

¡Niño que apacientas

Con suave cayado

Ya la oveja arisca,

Ya el cordero manso!

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!

 

¡Ábranse los cielos

Y llueva de lo alto

Bienhechor rocío,

Como riego santo!

¡Ven hermoso Niño!

¡Ven Dios humanado!

Luce, hermosa estrella,

Brota flor del campo.

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!

  

¡Ven que ya María

Previene sus brazos,

De su niño vean

En tiempo cercano!

¡Ven, que ya José,

Con anhelo sacro,

Se dispone a hacerse

De tu amor sagrario!

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!

 

¡Del débil auxilio,

Del doliente amparo,

Consuelo del triste,

Luz del desterrado!

¡Vida de mi vida,

Mi dueño adorado,

Mi constante amigo,

Mi divino hermano!

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!

 

¡Véante mis ojos,

De ti enamorados!

¡Bese ya tus plantas,

Bese ya tus manos!

¡Prosternado en tierra

Te tiendo los brazos,

Y aún más que mis frases

Te dice mi llanto!

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!

 

Ven, Salvador nuestro,

Por quien suspiramos,

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!

 

 

 

 

ORACIÓN AL NIÑO JESÚS (Para todos los días).

 

 

   Acordaos, ¡Oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado” (Pídase la gracia que se desea obtener).

 

   Llenos de confianza en Vos, ¡Oh Jesús, que sois la misma Verdad!, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayudadnos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concedednos, por los méritos infinitos de vuestra Encarnación y de vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto (Repetir la gracia que se desea obtener).

 

   Nos entregamos a Vos, ¡Oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que, en virtud de vuestra divina Promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.

 

 

—Rezar tres veces el Gloria.

 

 

En el Nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

   

 

 


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