viernes, 8 de noviembre de 2019

La solemnidad de las santas Reliquias y los cuatro Santos Mártires coronados. (+ en el imperio de Diocleciano). — 8 de noviembre.



   La Iglesia verdadera de Jesucristo ha honrado siempre con especial veneración las reliquias de los santos, sus sagrados cuerpos, sus huesos, su sangre, sus vestidos, sus cenizas y todas las demás cosas que usaban, o tocaban a sus personas; porque son sagrados despojos o venerables recuerdos de amigos de Dios, miembros de Jesucristo y templos del Espíritu Santo, en los cuales resplandeció una excelente y heroica santidad.

   Y así el mismo Dios les ha honrado de muchas maneras, obrando por ellos y por sus reliquias, innumerables portentos, para que nosotros también los honrásemos, y tuviésemos sus cuerpos y reliquias en grande estima y veneración: y aunque los herejes iconoclastas y los protestantes llamaron supersticioso el culto tributado a las sagradas reliquias, jamás ha dejado de venerarlas la Iglesia católica; la cual conservará siempre esta santísima costumbre, usada desde los tiempos apostólicos, loada de los santos padres, sancionada por los sagrados Concilios, y confirmada por infinitos milagros que ha obrado el Señor, así a gloria de sus santos, como en provecho de los fieles que veneraron sus sagrados cuerpos y reliquias.

   Lo que ordena la santa Iglesia y quiere que se enseñe a todo el pueblo cristiano, es que no expongan a la pública veneración reliquias que no sean aprobadas, como tales, por la autoridad del Sumo Pontífice o de los obispos: y que se guarden decorosamente y se evite en su culto toda indecencia y sombra de profanación.

   Honramos también, en este día, a los santos Mártires coronados, cuyos nombres son: Severo, Severiano, Carpóforo y Victorino.



   Eran todos cuatro, hermanos, y en el ejercicio de las armas servían a Cristo y al emperador Diocleciano: más como se negasen a prestar juramento a los falsos dioses, los llevaron delante del ídolo de Esculapio, amenazándoles, que, si no le adoraban morirían a puros azotes.



   Ellos hicieron burla de aquel demonio, y despreciaron todas las amenazas.
   Entonces los sayones desnudaron a los cuatro hermanos, y a todos los hirieron con plomadas, tan fuertemente, que en aquel tormento dieron sus almas a Dios.

   Mandó el tirano, que sus cuerpos fuesen echados a la plaza, para que los perros los comiesen; más en cinco días, que allí estuvieron, no los tocaron; mostrando que los idólatras eran más crueles que las bestias.

   Vinieron los cristianos, y los tomaron secretamente y lo sepultaron en un arenal, tres millas de Roma, en la vía Lavicana.

   El papa Melquíades mandó que se celebrase su fiesta el día de su martirio, que fué al 8 de noviembre; y porque a la sazón no se sabían aún sus nombres, se llamaron los cuatro santos coronados.




Reflexión: ¡Qué agradable y sorprendente espectáculo nos presenta esta solemnidad de los santos, cuyas reliquias veneramos!

   La Iglesia nos invita a contemplarlo: y con tanta mayor confianza, cuanto que nos llama a la dicha de que gozan ellos.
   Es verdad, que el designio de nuestra Madre es presentarnos hoy a nuestros bienaventurados hermanos como objeto de religioso culto: pero no trabaja menos en mostrárnoslos como modelos de digna imitación.






  Estos héroes nos atraen hacia sí por los encantos de la gloria que los corona: pero debemos también seguirlos, corriendo tras el aroma de las virtudes, que en tan alto grado practicaron.


Oración: Aumentad en nosotros la fe de la resurrección oh Señor, que obráis maravillas en las reliquias de vuestros santos, y hacednos participantes de la inmortalidad de la gloria, de la cual veneramos la prenda en sus santas cenizas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.




FLOS SANCTORVM


DE LA FAMILIA CRISTIANA-1946.

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