jueves, 6 de marzo de 2025

SANTA COLETA, VIRGEN DE LA ORDEN FRANCISCANA II - 6 DE FEBRERO.



 

Coleta nació en Francia en 1380.

Tras la muerte de sus padres, distribuyó todos sus bienes entre los pobres y, vestida con el hábito de la Orden Franciscana Seglar, vivió algún tiempo como reclusa.

Finalmente recibida por las Clarisas, con la autorización del Sumo Pontífice, reformó, en la forma primitiva de vida franciscana, muchos monasterios y conventos de la Segunda y Primera Orden, inculcando, sobre todo, la práctica de la pobreza y la oración.

Nacida el 13 de enero de 1381 en Corbie, en la región francesa de Amiens, Nicoleta Boilet, apodada Coleta, recibió este nombre en honor a San Nicolás.

Sus padres eran ancianos y no tenían hijos cuando pidieron esta gracia al santo a quien eran devotos.

Su padre era un rico artista que trabajaba en el monasterio benedictino de Corbie, donde la familia vivió durante algunos años.

La educación y la vida religiosa que allí recibió influyeron grandemente en la espiritualidad de Coleta, que nunca abandonó su religión y contribuyó vigorosamente a la construcción y afirmación de la Iglesia católica.

A los dieciocho años quedó huérfana.

Distribuyó sus bienes entre los pobres para que vivieran recluidos en la Tercera Orden de San Francisco.




Durante este período tuvo una visión de Cristo que le encomendó la tarea de reformar a las Clarisas.

Al principio se resistió a cumplir la misión que tan claramente le había sido encomendada.

Pero, después de permanecer muda y ciega durante algunos días, comprendió que era un signo de su desobediencia y, aconsejada por fray Henri Baume, su hermano menor, se presentó al Papa Benedicto XIII, que estaba en Niza, y le explicó la voluntad de Dios.

Fue admitida y consagrada por el Papa, y él mismo la consagró con el hábito y la profesó en la Primera Orden de Santa Clara.

Luego la nombró superiora general de todos los conventos que fundó o reformó y le confió la reforma de las tres órdenes religiosas en todos los monasterios clarisas de Francia, hoy conocidas como Hermanas Clarisas Coletinas y Hermanos Menores de San Francisco.

En 1410 inauguró su primer monasterio reformado en Besanzón, al que seguirían más tarde otros dieciséis.

También renovó otros siete coches masculinos.

Su acción reformadora pronto trascendió más allá de Francia, llegando a España, Bélgica e Italia.

Junto a San Vicente Ferrer, Coleta luchó por poner fin al Cisma de Occidente, que culminó con la elección simultánea de tres papas: uno en Roma; otro en Avignon; y el tercero en Pisa.

Sin embargo, su principal obra, además de practicar la caridad hacia los enfermos y pobres, fue devolver a los conventos y monasterios, en el siglo XV, el espíritu de pobreza implantado por San Francisco de Asís, dos siglos antes.

Coleta murió en Gante, Bélgica, el 6 de marzo de 1447.

Se encontraron varios registros que narran los milagros que realizó, incluso durante su vida.

Posteriormente su culto se intensificó con innumerables gracias obtenidas por su intercesión.

 

TUMBA DE SAN COLT, EN GANTE, BÉLGICA.


Santa Coleta fue canonizada por el Papa Pío VII en 1807, quien señaló el día de su muerte para los homenajes.


RELIQUIA


Pasaron los siglos y hasta los albores del tercer milenio, los más de ciento cuarenta monasterios de las Coletinas se mantuvieron siempre activos en la mayor parte de Europa, así como en América, Asia y África, donde están presentes.

 

Del Testamento Espiritual de Santa Coleta:

(ESM Perrin, La bella vida de Sainte Collete de Corbie, París 1920, págs. 274-277)

 



 

La obediencia humilde es preciosa ante Dios

 

Reconoced, queridas hijas, vuestra vocación, gran dignidad y justa perfección. La ignorancia es muy dañina; El conocimiento es fructífero. Reconoce, pues, por dónde debes entrar por la puerta de la inspiración divina y de la vocación amada. Nuestro dulce Salvador dice: Nadie puede venir a mí si el Padre no lo trae (Jn 6,44); para inspirarse. Esta feliz entrada en el campo fértil de la perfección evangélica no es otra cosa que la renuncia al mundo, a la carne y a la propia voluntad. Así dice Jesús, bienaventurado, nacido de la Virgen: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz (Mt 16,24), sin omitir la penitencia de los pecados cometidos, para no ofender a Dios y conservar mejor la gracia divina.

 

Considerad, pues, hijas queridas, que habéis sido llamadas gratuitamente a la perfección de la obediencia. Obedecer siempre en todo lo que no ofenda a Dios. Jesús se hizo obediente hasta la muerte (Fil. 2:8). No basta obedecer por algún tiempo o sólo en algunos puntos, sino que es importante obedecer en todo lo que no sea contrario a Dios, al alma y a la santa regla. No prefiramos nuestra manera de ver a la de nuestros superiores.

 

La verdadera sabiduría es sumisa a Jesús y a la dulce Virgen Madre. El verdaderamente obediente, por amor a Dios, hace sencillamente lo que hace, y no atiende a nada más que a la verdadera obediencia, y esto con reverencia, como si recibiera la orden de la boca del mismo Jesús; Así el cumplimiento del precepto se hace más fácil según la condición humana y ante Dios es más preciosa la obediencia humilde, porque los males vienen de la desobediencia.

 

Mejor es una oración de un hombre obediente que cien mil de un hombre desobediente. Si obedecemos a Dios, él también nos obedecerá. Más allá de la abnegación; Nuestro Señor quiere que llevemos nuestra cruz, es decir nuestro voto de santa pobreza. La cruz es pesada cuando deseamos poseer algo distinto de Aquel que llevó su cruz sobre sus hombros y se dignó morir en ella.

 

Amad, queridas hijas, amad esta preclara virtud, a ejemplo de Jesucristo, de nuestro glorioso Padre San Francisco y de nuestra madre y señora Santa Clara. Contentaos en medio de vuestras necesidades, para que podáis llegar más fácilmente al reino al que habéis sido llamados, a través de la misma pobreza que voluntariamente prometisteis observar. Vivid, pues, como verdaderamente pobres y permaneced así hasta la muerte, hijas mías queridas, como nuestro dulce Salvador hizo con nosotras en la cruz. Puesto que hay pocos en el mundo que aman tal pobreza, tenemos mejor oportunidad de amarla, después de la santa obediencia, que sobre todo os recomiendo.

 

Mantengamos fielmente lo que hemos prometido y, si por fragilidad humana cometemos alguna falta, levantémonos siempre y sin demora mediante la santa penitencia, comprometiéndonos a vivir bien y a morir santamente. Que el Padre de las misericordias, el Hijo por su santa pasión, y el bendito Espíritu Santo, fuente de paz, santidad y amor, nos colmen a todos de sus consuelos. Amén.



Responsorio

Tg2,5; Mateo 5,3

 

A. Dios eligió a los pobres de este mundo.

para que sean ricos por medio de la fe;

y seréis herederos de su reino,

 

*Lo cual prometió a los que lo aman.

 

V. Bienaventurados los pobres de espíritu.

porque de ellos es el reino de los cielos.

 

*¿Quién prometió...?



Señor Dios,

que te dio Santa Coleta

como modelo y guía para numerosas vírgenes,

Concédenos que siempre podamos mantenernos vivos

Ese espíritu seráfico,

que ella enseñó con sabiduría

y lo confirmó con magníficos ejemplos de santidad.

Por nuestro Señor Jesucristo,

Tu hijo,

en la unidad del Espíritu Santo.

 

 

SANTA COLETA EN ORACIÓN





MONUMENTO EN CORBIE





VIRGEN SABIA Y LUMINOSA,

YA RESPLANDECES EN GLORIA ETERNA CON JESÚS,

EL PALABRA ETERNO, TU ESPOSO INMACULADO.


lunes, 3 de marzo de 2025

SANTA CUNEGUNDA, emperatriz y virgen. (+ 1040). — 3 de marzo.

 



   Era santa Cunegunda princesa de muy alta sangre, hija de los condes palatinos del Rhin, y dotada de extremada hermosura y de todas las gracias que se estiman en las mujeres.

   La tomó por esposa el emperador Enrique, príncipe no menos poderoso que honestísimo, en tanto grado, que se concertó con ella de guardar perpetua castidad y amarse como hermano y hermana y no como marido y mujer.





   ¡Gloria a Dios que a príncipes tan poderosos y magníficos dio aliento para aspirar a tan ilustre victoria en la flor de su edad, emulando la limpieza de los ángeles en medio de las grandezas de la corte, sin quemarse en tantos años estando tan cerca del fuego!

   Viviendo, pues, estos santos casados en tan gran pureza y conformidad, como eran no menos piadosos que castos, se dieron de todo punto a la devoción y a amplificar el culto de Dios y edificar muchas iglesias y monasterios con imperial magnificencia.

   Mas envidioso el demonio quiso sembrar discordia donde había tanta unión; y engendró en el ánimo del emperador algunas falsas sospechas de la emperatriz, pareciéndole que estaba aficionada a cierto hombre y no guardaba la fe prometida.

   Pero ella confirmó con un testimonio del cielo su castidad; porque en prueba de su inocencia, con los pies descalzos anduvo quince pasos sobre una barra de hierro ardiendo sin quemarse, y oyó una voz que le dijo¡Oh, virgen pura, no temas, que la Virgen María te librará!




   Con esto quedó la santa casada y doncella victoriosa, y el emperador, su marido, arrepentido y confuso, y de allí en adelante vivió en paz y admirable honestidad con ella, hasta que el Señor le llevó a gozar de sí y acreditó su santidad con muchos milagros.




   Cunegunda dio entonces libelo de repudio al mundo y determinó pasar el resto de su vida en el monasterio de monjas de san Benito, que había edificado, en el cual, habiendo vivido quince años con rara edificación de las monjas y admiración de todo el mundo, entregó su alma inocentísima y santísima al Señor; y fueron tantos los que concurrieron a venerar su cadáver, que en tres días no se pudo enterrar, porque Dios lo glorificó con grandes y estupendas maravillas, con que acreditó la admirable santidad de su sierva.


   ReflexiónCuando la santa emperatriz tomó el hábito, la ceremonia de la investidura resultó bellísima y sublime.





   Habían acudido al templó del monasterio algunos obispos y prelados para consagrar aquella iglesia, y saliendo la santa emperatriz a la misa, con grande acompañamiento, y vestida conforme a la imperial majestad, ofreció una cruz del santo madero de nuestra redención, y acabado el Evangelio, se desnudó de sus ropas imperiales y se vistió con el hábito pobre que ella misma se había hecho por sus manos, y se hizo, cortar su hermosa cabellera que después se guardó por reliquia.




   Lloraban muchos de los circunstantes, unos porque perdían a tan gran princesa y amorosa señora, y otros de pura devoción, considerando el ejemplo que les daba la que menospreciaba el cetro y la corona y los arrojaba a los pies de Jesucristo.


   Anímate, pues, hijo mío, a hacer también algo por amolde aquel Señor que se lo merece todo, los bienes, la salud, la honra y la vida.
   Si no puedes hacer mucho en su obsequio y alabanza, haz lo poco que puedas, supliendo con el deseo lo que no puedes hacer con las obras.



   Oración: Señor Dios, que quisiste que la bienaventurada emperatriz Cunegunda, se conservase intacta virgen antes y después del matrimonio, concédenos que sepamos dignamente estimar la virtud de la continencia, y podamos observarla cada uno conforme a su estado. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.



FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.