P.
Andrés Hamon.
RESUMEN
PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE.
Meditaremos: 1º
La lección de humildad que nos da la Iglesia en la
ceremonia de Ceniza; 2°
Las razones por que la Iglesia nos da esta lección
al principio de la Cuaresma.
— Tomaremos en seguida la resolución:
1º
De pasar toda la Cuaresma en espíritu
humillado y contrito a la vista de nuestra nada y de nuestros pecados; 2°
De aceptar con sumisión la penitencia de la
Cuaresma, considerándola como nada en comparación de lo que merecemos. Nuestro
ramillete espiritual serán las palabras de la Iglesia: “Acuérdate que eres polvo y que en polvo te
convertirás”.
MEDITACIÓN DE LA MAÑANA
Adoremos al Espíritu de Dios que inspiró a la
Iglesia la ceremonia de la Ceniza como una poderosa lección de humildad para
todos los cristianos. Démosle gracias por esta santa inspiración y pidámosle la
gracia de aprovecharnos de tan útil enseñanza.
PUNTO PRIMERO.
LECCIÓN DE HUMILDAD QUE NOS DA LA IGLESIA EN LA
CEREMONIA DE LA CENIZA-
Si la Iglesia
pone sobre nuestra cabeza, que es el asiento del orgullo, la ceniza, símbolo de
la nada de las cosas humanas, no es únicamente para exhortarnos a la penitencia
y al pensamiento de la muerte; es, sobre todo, para decirnos: “Hombre orgulloso, no te
vanaglories de cosa alguna; acuérdate de que eres polvo y ceniza, y que en
polvo te convertirás”. Del
polvo y la ceniza vienes; ése es tu origen: “Dios tomó un poco de barro y formó al primer
hombre, y de él salieron todos los demás hombres. Polvo y ceniza eres: un poco de
barro transformado en hombre”, dice
Tertuliano.
Y ¿será el
barro digno de vanagloriarse de lo que es? ¿Podrá alzarse por su orgullo contra
Aquél que, animándolo de su espíritu, lo ha elevado por su misericordia a una
esfera superior a lo que fue? Polvo y ceniza serás bien presto, pues
te volverás polvo; y te volverás, a pesar de esa susceptibilidad que de todo se
ofende, de esos pensamientos de amor propio y de complacencia en ti mismo, de
esos deseos de lucir y aparentar. Todo esto algún día quedará reducido a un puñado
de ceniza, se perderá en la ceniza y desaparecerá como la ceniza arrojada al
viento, después de haber sido vil como ella, estéril e inútil como ella. Aun
cuando hubieses igualado o sobrepujado en gloria a los personajes más célebres,
en riquezas a los hombres más opulentos, en alegría a los que más han gozado;
todo esto, al fin, se reducirá a un poco de ceniza; y este poco de ceniza será
aún desconocido; no se sabrá de quién es; un poco de viento la dispersará por
los aires, y el hombre mismo de aquél de quien viene será también olvidado en
la tierra como si jamás hubiese existido. ¡Qué lección de humildad tan buena para
desengañarnos de todos los encantos del amor propio y hacernos entrar en estos
humildes sentimientos que debemos siempre tener de nosotros mismos! ¡Qué locura
querer ser estimado, honrado y glorificado, para venir a acabar al fin de todo
en un poco de ceniza!
PUNTO SEGUNDO.
¿POR QUÉ LA IGLESIA NOS DA ESTA LECCIÓN AL
PRINCIPIO DE LA CUARESMA?
Es,
1º, PORQUE SIN HUMILDAD, TODAS LAS MORTIFICACIONES DE LA CUARESMA
SERÍAN SIN MÉRITO. Los fariseos ayunaban, —dice Jesucristo en el Evangelio de ayer—, pero como lo hacían para captarse la
estimación de los hombres, lo hacían sin mérito y recibían su recompensa aquí
en la tierra. La
razón es, porque estimarse uno mismo es prevaricar contra la verdad, que nos
dice que somos nada, y querer ser estimado es prevaricar contra la justicia,
que nos dice: “A Dios solo el honor y la gloria, para nosotros la confusión”. A más de esto, la mentira y la injusticia
son incompatibles con el mérito.
Es, 2º
PORQUE SIN LA HUMILDAD NO HAY VERDADERA
PENITENCIA. La
verdadera penitencia tiene por base el sentimiento de nuestra miseria: de donde la humillación del alma que, confesándose
culpable, se reconoce obligada para con la justicia divina a toda clase de
reparaciones y satisfacciones. El que se estima puede hacer, como el
fariseo, actos exteriores de penitencia y decir como él: “Yo ayuno dos veces a la
semana; pago el diezmo de todos mis bienes”;
pero en el fondo, esta penitencia no puede agradar al que sondea los corazones
y que no cree sino la verdad. El fariseo, a pesar
de sus ayunos, no estaba en buena estimación delante de Dios, por lo mismo que
se estimaba a sí mismo y solicitaba la estimación y alabanza de los demás. Temamos
que nos suceda lo mismo a nosotros; y, para prevenir este mal, principiemos la Cuaresma con espíritu de humildad.
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