INVOCACIONES:
—Jesús, José y María, os
doy el corazón y el alma mía.
—Jesús, José y María,
asistidme en la última agonía.
—Jesús, José y María,
muera yo en paz en vuestra compañía.
(Pió VII, 28 de abril de
1807. 100 días de indulgencia por cada jaculatoria, 300 por las tres.)
MODO DE HACER CON FRUTO EL MES DE MARZO
EN HONOR DE SAN JOSÉ.
De rodillas ante una imagen del Santo,
y, si puede ser, en la iglesia, con el Santísimo Sacramento expuesto,
empezaremos diciendo:
Benditos y
alabados sean el Santísimo Sacramento del Altar, la Purísima e Inmaculada
Virgen María y el Glorioso Patriarca San José. Así
sea.
Por la señal, etc.
ORACION PARA TODOS LOS DIAS.
Poderosísimo patrón del linaje humano, amparo
de pecadores, seguro refugio de las almas, eficaz auxilio de los afligidos y
dulce consuelo de desamparados. José gloriosísimo, el último instante de mi vida ha de llegar
sin remedio, y mi alma, sin duda, ha de agonizar terriblemente acongojada con
la representación de mi mala vida y de mis muchas culpas; el paso a la
eternidad ha de serme sumamente espantoso; el demonio, mi común enemigo, me ha
de combatir con todo el poder de su infierno, a fin de que yo pierda
eternamente a mi Dios; mis fuerzas, en lo natural, han de ser ningunas; yo no
he de tener en lo humano quien me ayude; desde ahora, pues, para entonces te
invoco, Padre m mío; a tu patrocinio me acojo, asísteme en aquel trance para
que yo no falte en la fe, en la esperanza, ni en la caridad. Cuando tú moriste,
tu Hijo y mi Dios, tu Esposa y mi Señora, ahuyentaron los demonios, para que no
se atreviesen a combatir tu espíritu. Por estos favores, y por los que en vida
te hicieron, te pido que ahuyentes tú a estos mis enemigos, y acabe yo la vida
en paz amando a Jesús, a María y a ti, José mío, para alcanzar lo cual te
consagro este Mes de Marzo.
DÍA 29
De los engaños y daños
gravísimos que trae el olvido de la muerte y el modo como se han de remediar.
Esta meditación
fundaré en lo que Cristo Nuestro Señor dice de un hombre rico, el cual,
habiendo cogido copiosos frutos de su heredad, echaba trazas, dentro de sí
mismo, de ensanchar sus graneros para recogerlos y guardarlos, y, hablando
con su alma, le dijo: «Alma, muchos bienes
tienes guardados para muchos años; descansa, come, bebe y date al placer». Y luego le
dijo Dios: «Necio, esta noche te
pedirán y sacarán el alma; las cosas que allegaste ¿cuyas serán?» En persona de este rico, tan
olvidado de su muerte, se representa lo que pasa por los que tienen semejante
olvido, especialmente cuando son ricos, sanos y mozos; lo cual he de aplicar a
mí mismo, en la forma que se sigue
Lo primero, se han de considerar tres grandes
engaños que trae consigo el olvido de la muerte, por
razón de los cuales Dios Nuestro Señor llamó necio
a este rico.
El primer engaño es prometerme muchos años de vida, y echar trazas de lo
que tengo de hacer en ellos, como si esto dependiera solamente de mi voluntad,
y no de la de Dios, el cual quizás tiene trazado de quitarme la vida en la
misma noche o día en que pensaba que sería muy larga, y con esto deshace mis
trazas, y descubre cómo eran muy erradas. Por lo cual me reprenderé con
las palabras de Santiago Apóstol, diciéndome: Cómo te atreves
a decir: Mañana iré a tal ciudad, y estaré allí un año, negociaré y saldré con
ganancia, y ¿no sabes lo que será de ti mañana? Porque tu vida es vapor que
presto se deshace. Más
razón fuera que dijeras: Si Dios quisiere y viviere, haré esto o aquello; porque, de otra
manera, te hallarás burlado si Dios ha trazado lo contrario.
El segundo engaño es
prometerme, no solamente larga vida, sino asegurarme que tendré salud, fuerzas
y contento con los bienes que poseo, y que ellos también durarán tanto como yo.
De donde procede que con la obra exhorto mi alma y la digo: Descansa, come,
bebe, date a banquetes y placeres, que nada te faltará. Lo cual es gravísimo
engaño, porque todo esto depende de Dios, el cual me puede quitar los bienes
antes que se me acabe la vida; y cuando no los quite, me puede quitar la salud
y fuerzas, como dice el Eclesiastés, de modo que no goce de ellos.
El tercer engaño es olvidarme de proveer lo necesario para la otra vida,
como si no hubiera, más que esta presente; y esta fué la más calificada necedad
de este rico, porque habiendo proveído a su alma de tantos bienes para pasar
esta vida temporal, totalmente se olvidó de proveerla de los bienes necesarios
para la vida eterna; por lo cual es forzoso que la desventurada alma que en
esta miserable vida comía, bebía y banqueteaba, después padeciese perpetua
hambre y sed y eterna, miseria.
Ponderando estos
tres engaños, examinaré si está mi alma engañada con ellos y la exhortaré a lo
contrario de este rico, diciéndola.: Alma mía no te prometas largos años, porque
quizá no acabarás el presente: no te gloríes del día de mañana, porque no sabes
lo que parirá el día que está por venir. No te des al descanso, sino al
trabajo; no a comidas y banquetes, sino a ayunos y lágrimas. Ten cuidado de la
vida, eterna que te espera, porque después de la muerte no hay lugar de merecer
el descanso y hartura que ha de durar.
¡Oh, Dios eterno!, líbrame, por tu infinita
bondad, de estos miserables engaños antes que la. muerte me coja en ellos.
Exhorta Tú mi alma a las obras que te agradan, para que de hoy más se aparte de
todas las cosas que te ofenden. Amén.
EJEMPLO
Una V. Madre Carmelita descalza, llamada Catalina
de Cristo, fué devotísima del glorioso San José, a quien acudía por el gran
celo que tenía en la propagación de su Orden. Siempre
encontró propicio al Santo en favorecerla; más de un modo especial recompensó
sus trabajos en la hora de la muerte, pues después
de asistirla en ese trance, la acompañó al cielo. Mientras que el
V. P. Fray Domingo
estaba rogando por ella, durante su enfermedad, le dijo al Padre: «Ya es tiempo de alegrarme, pues se me ha
dicho: «Iremos a la casa del Señor». Enseguida,
confortada con los Sacramentos y pidiendo perdón a sus hermanas religiosas por
sus malos ejemplos, puso su pensamiento en el cielo y exclamaba: «Para mi ninguna cosa me
puede causar mayor contento que salir de este mundo». A las religiosas que lloraban las consoló,
diciéndoles que más podría ayudarlas desde el cielo. A poco empezó su agonía,
dulce y tranquila, y se le hizo la recomendación del alma, espirando con la
sonrisa en su rostro. El virtuoso P. Domingo tuvo un
arrobamiento, durante el cual pudo contemplar a la M. Catalina rodeada de una
intensa luz, en compañía de la Virgen, San José, San Juan Bautista y su Santa
Madre, Teresa de Jesús, que se dirigían al cielo.
DESPUES DE LA MEDITACION DIARIA.
Para obtener del Santo Patriarca las
gracias que en este mes le pedimos, rezaremos siete veces el Padrenuestro,
Avemaría Gloría Patri, en memoria de los siete dolores y gozos que sintió en
esta vida.
I
Viendo encinta a tu
Esposa,
divino Atlante,
tu dolor volvió en gozo
la voz del ángel.
(San Mateo, 1.)
—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
II
Cuando a Cristo naciendo
viste tan pobre,
te alegró verle en tantas
adoraciones.
(San Mateo.)
—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
III
A Jesús cuando viste
circuncidarle,
Con su nombre tu pena,
pudo templarse.
(San Lucas, 2.)
—Padrenuestro, Avemaría, y Gloria.
IV
Si sentiste el presagio
de morir Cristo,
Os dio gozo el anuncio
de redimirnos.
(San Lucas, 2.)
—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
V
Porque Herodes a Cristo
quiso prenderle,
en Egipto guardarle
supiste alegre.
(Isaías, 19.)
—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
VI
Si al volver a Judea
tuviste susto,
Nazaret fué el alcázar
de tu refugio.
(San Mateo, 2.)
—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
VII
Si os causó gran tristeza
perdido Cristo,
al hallarle fué el gozo
más excesivo.
(San Lucas, 2.)
—Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
—Cada, uno pida ahora a San José lo que
necesite y le convenga.
ORACION FINAL A SAN JOSÉ.
Gloriosísimo Patriarca José, fidelísimo esposo de María y padre de
Jesús:
En unión del amor con que el Eterno Padre encomendó su amado Hijo Jesucristo y
la Sagrada Virgen María a vuestro cuidado, yo me entrego a vos desde hoy por
todos los días de mi vida, y singularmente encomiendo mi alma y cuerpo a
vuestra custodia en el trance de la muerte. A vos elijo por mi primer Patrón
después de María Santísima; en vos pongo mi consuelo y esperanza, para que
todas mis cosas se dirijan por vuestros méritos, todas mis obras se dispongan conforme
a la voluntad divina; y os suplico me recibáis por vuestro perpetuo siervo,
para que siempre os sirva, y logre con vuestra intercesión la gracia de Jesús y
la protección de María. Amén.
APOSTOLADO DE LA PRENSA —1926.
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