Tomado de “Meditaciones para todos los
días del año - Para uso del clero y de los fieles”, P. André Hamon, cura de San
Sulpicio.
RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE
Mañana
consideraremos que debemos amar la cruz, porque
en ella encontramos: 1º
nuestra fuerza; 2º
nuestra gloria.
Nuestra resolución será: 1º
recordar la cruz en nuestras épocas de
debilidad o desánimo, para reavivar nuestro valor; 2º ya no preocuparnos más
por la vana gloria del mundo, y unirnos únicamente a la sólida gloria de la
cruz.
Nuestro ramillete espiritual serán las palabras
de San Pablo: “Dios no permita que yo
me gloríe sino en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo”. (Gálatas VI, 14).
MEDITACIÓN DE LA MAÑANA
Postrémonos en espíritu ante la cruz del
Salvador y ofrezcamos a ella el homenaje de nuestra más ferviente piedad, de
nuestra adoración, amor y alabanza (Sal. XCIV, 6).
PRIMER PUNTO:
Debemos amar la cruz porque es nuestra fuerza.
El hombre es
débil por sí mismo y, por otro lado, se
encuentra en posiciones tan críticas, tiene faltas y pasiones tan difíciles de
vencer, virtudes tan dolorosas de practicar, que es necesario que una fuerza
sobrenatural sea necesaria acudir al socorro de la debilidad humana. Ahora
bien, es en la cruz donde se encuentra esta fuerza.
Encontramos en él un ejemplo que avergüenza nuestra pusilanimidad y excita
nuestro coraje; garantía de nuestras esperanzas
inmortales que, elevando nuestro corazón al cielo, lo hace más fuerte que toda
la tierra; una gracia que sostiene, un amor que provoca nuestro amor e inspira
devoción; por último, el sello de los elegidos, que nos invita a caminar por el
mismo camino que ellos hicieron para llegar a la meta que han alcanzado. San
Pablo se
adhirió a la cruz (Gálatas II, 19), y apoyándose en ella se
estimó más fuerte que todo tipo de tentaciones y pruebas (Rom. VIII,
37). Los mártires y los confesores en sus tormentos pensaron
en la cruz y encontraron en ella una fuerza que los hizo invencibles. Sufro mucho, dijo
uno de ellos, pero ¿qué se compara con lo que Jesús sufrió en la cruz? Imitemos estos hermosos
ejemplos. Si
somos probados por los reveses de la fortuna, incluso hasta el punto de sufrir
la más extrema pobreza, la desnudez de Jesús en la cruz nos hará más querida la
privación y nos hará exclamar con valentía con San Jerónimo: Seguiré desnudo a Jesucristo desnudo. Si estamos afligidos
en nuestro cuerpo por la enfermedad y el sufrimiento, las heridas de Jesucristo
en la cruz nos harán apreciar el sufrimiento y nos permitirán decir con San
Buenaventura:
“No viviré sin sufrir
cuando te vea sufrir”; o
con santa Teresa: “¡Oh sufrimiento o muerte!”. Tengo horror, dijo este gran santo, del goce y la comodidad,
de la sensualidad y el afeminamiento. ¿Somos el
blanco de la calumnia, la falta de consideración, el desprecio? el oprobio sufrido por Jesús en la
cruz destruirá nuestras ilusiones respecto al amor de la estima y la alabanza. De
ahora en adelante ya no tenemos ningún deseo por ellos; porque ¿cómo podemos
tener respeto por la estima de un mundo que ha apreciado tan mal la sabiduría
eterna? ¿Cómo podemos desear ser tratados mejor y ser más honrados que Dios? Por último, si
tenemos problemas interiores que sufrir, un carácter que reformar, la voluntad
propia que vencer, la mansedumbre y obediencia de Jesús en la cruz nos hará
mansos y dóciles, sencillos y obedientes. Así, en
cualquier posición que estemos, cualesquiera que sean los problemas en nosotros
o alrededor de nosotros, la cruz será nuestra fuerza; con él triunfaremos sobre
todas las dificultades, con él seremos felices en medio del sufrimiento, ricos
en pobreza, contentos en medio de las contradicciones.
SEGUNDO PUNTO.
Debemos amar la cruz porque es nuestro.
La cruz y los
sufrimientos son un honor tan grande que nuestros pecados merecen que seamos
privados de ellos, y que seamos condenados a las riquezas, los honores y los
placeres del mundo, contra los cuales Nuestro Señor pronunció este terrible
anatema, “¡Ay de vosotros los ricos, porque tenéis vuestro consuelo!” (Lucas VI,
24). El alma a la que Dios concede estas posiciones falsas
debe ser humillada y confundida, y debe temer la condenación en el día del
juicio. El alma, por el contrario, favorecida
por Dios con el don de la cruz debe tener miedo de entregarse al orgullo,
porque entonces es tratada como un Dios, asimilada a Jesucristo, el Dios verdadero,
y como Él, alimentado con sufrimientos, oprobio y pobreza. El mundo, que tiene ideas falsas
sobre la gloria, no comprende en absoluto este lenguaje; sin embargo, ¿qué hay más
claro?
Según el mundo, la gloria consiste en
la nobleza de una sangre ilustre; pero la cruz da al cristiano una nobleza
superior a toda la nobleza terrenal; por medio de ella el cristiano es un hijo
de Dios, con derecho a decirle a Dios:
Padre nuestro, que estás
en los cielos; es hermano de Jesucristo y coheredero del reino
celestial. Según el mundo, la gloria consiste en la posesión de vastos
dominios; pero la cruz me asegura el cielo como herencia, un trono en el que
juzgaré al mundo (Efesios II, 6), y
beneficios infinitos comparados con los cuales el mundo entero es como nada Según
el mundo, la gloria consiste en la
superioridad de la mente por la que se distinguieron tantos sabios de tiempos
pasados; pero en comparación con el misterio oculto de la cruz, toda la
sabiduría del mundo no es más que una locura (I. Cor. I, 20). Según el mundo, la
gloria consiste en un valor heroico; pero ¿qué héroes más grandes que esos discípulos
de la cruz que se llaman apóstoles y mártires y santos? Por último, según
el mundo,
la gloria consiste en ser admitido en la
intimidad de los grandes y de los reyes; pero la cruz me admite en la intimidad
de Dios, de Jesucristo su Hijo, de todos los ángeles y de todos los santos. Entonces, ¿no es incomparablemente más glorioso?
¡Honor,
entonces, a la cruz! Que sea
bienvenido cada vez que se presente. ¡Honor a las almas crucificadas! Son los favoritos de
Dios, Sus amigos especiales, que visten las libreas del gran Rey Jesús. ¿Es así como apreciamos
la cruz? ¿No abrigamos acaso sentimientos muy diferentes, hasta el punto de
murmurar y quejarnos cuando lo vemos acercarse?
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