Tomado de “Meditaciones para todos los
días del año — Para uso del clero y de los fieles”, P. Andrés Hamon, cura de
San Sulpicio.
RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE.
El misterio de la Transfiguración, que
meditamos esta semana, hace resaltar maravillosamente tres hermosas verdades: 1º Las grandezas de
Jesucristo; 2º El poder de su mediación; 3º La autoridad de sus
enseñanzas.
—
Después de estas consideraciones, tomaremos la resolución:
1º De conservar en nosotros
un gran respeto a Jesucristo y una gran confianza en su mediación. 2º
De imitar a Jesucristo y obedecer a sus
inspiraciones.
Nuestro ramillete espiritual serán las palabras
del Evangelio: “Este es mi Hijo muy
amado, en quien tengo mis complacencias; escuchadle”.
MEDITACIÓN DE LA MAÑANA.
Trasladémonos en espíritu al Tabor y
escuchemos con gran piedad el magnífico panegírico que Dios Padre hace allí de
su Hijo. Amemos al Padre que alaba así, y al Hijo que es alabado de esta
manera.
PUNTO PRIMERO
— LAS GRANDEZAS DE JESUCRISTO REVELADAS EN EL TABOR.
“Si os hemos predicado”,— dice — San
Pedro a los fieles en
su segunda Epístola, “el poder y el advenimiento de nuestro Señor Jesucristo, no os
hemos hecho conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo
fábulas o ficciones ingeniosas, sino como testigos oculares de su grandeza,
porque, al recibir de Dios Padre aquel glorioso testimonio, cuando desde la
nube apareció con tanta brillantez la gloria de Dios, descendió una voz que le
decía: Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis
complacencias; escuchadle”. ¡Oh! Qué
grande es el Dios a quien adoramos en nuestros tabernáculos y con qué santo
temor y profunda piedad debemos comparecer delante de sus grandezas no menos
reales cuando las encubre por amor y humildad bajo las especies eucarísticas
que cuando las descubrió en el Tabor ante las miradas de los apóstoles
deslumbrados y por elevación, como los justos, sino por su naturaleza, por
identidad de esencia, igual en todo a su Padre, todo poderoso como Él, eterno,
inmenso, infinito en toda perfección, Santo de los santos, Dios del universo,
creador de todas las cosas. Prosternémonos delante de
tanta grandeza y pidámosle perdón por haber perdido con tanta frecuencia el
respeto hacia Él en el lugar santo, en la oración y en la disposición habitual
de nuestro corazón.
PUNTO SEGUNDO
— EL PODER DE LA MEDITACIÓN DE JESUCRISTO REVELADO
EN EL TABOR.
Ya Jesucristo se había declarado nuestro
mediador ante su Padre por estas dulces palabras, dichas a sus Apóstoles: “Pedid a mi Padre en mi
nombre”; pero
en el Tabor, Dios Padre nos revela el poder de su mediación proclamándolo su
Hijo único y amado, el objeto de todas sus complacencias; por consiguiente, no
solamente omnipotente sobre su corazón, sino el único por quien deben
presentársele todas las peticiones, el único que infaliblemente consigue cuanto
pide. Como fue designio del Padre que fuésemos rescatados y santificados por
este su muy amado Hijo, es también designio suyo que todas nuestras oraciones
sean presentadas por Él, y que siempre sean oídas en Él, a causa del gran
respeto con que las acompaña. ¡Qué consuelo para nosotros tener semejante medianero! ¡Con qué
confianza debemos dirigir por Él todas nuestras súplicas al cielo! ¿No olvidamos a menudo
este medio de asegurar el éxito de nuestras oraciones?
PUNTO TERCERO
— LA AUTORIDAD DE LAS ENSEÑANZAS DE JESUCRISTO
REVELADAS EN EL TABOR.
Inmenso consuelo debe ser para nosotros el
ser discípulos de un maestro y de un doctor cuya misión divina proclama el
cielo de una manera tan alta y tan solemne. “Escuchadle”, dice la voz celestial. Escuchad sus
enseñanzas, no solamente cuando os revela los dogmas de fe, que debéis creer
sin dar oídos a lo que los sentidos y la razón parecen deciros en contrario, sino
también cuando os predica las verdades morales y prácticas, diciéndoos que la
felicidad de esta vida consiste en la pobreza, en el desprecio, en los
padecimientos, que es necesario renunciarse y aborrecerse, contrariarse y
hacerse violencia, privarse y crucificarse sin compasión. Escuchadle, cuando os enseña por
el lenguaje de sus ejemplos. Llevó una vida laboriosa y oculta; todos sus días se
pasaron en el dolor; se puso debajo de todos los otros, aún a los pies de sus
discípulos; fue manso y humilde de corazón, aceptando por herencia la pobreza,
el oprobio, la humillación y el dolor. Escuchadle, cuando os habla por la voz secreta de sus inspiraciones. Su
gracia siempre está a la puerta de vuestro corazón, instándoos para que llevéis
una vida mejor y dejéis esta vida enteramente natural y humana, esta vida de
ligereza y disipación, esta vida de rutina y de costumbre, esta vida
eternamente la misma, sin ninguna reforma de los defectos y sin ningún progreso
en la virtud. Ceded, en fin, a las instancias de la gracia que os apremia. ¡Feliz el que escucha en
la paz y el silencio del alma y, después de escucharla, la obedece con
generosidad! ¿Es así como lo hacemos?
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