Tomado de “Meditaciones para todos los días del año - Para uso del clero
y de los fieles”, P. Andrés Hamon, cura de San Sulpicio.
+ EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS (XI, 14-28).
En aquel tiempo,
estaba Jesús lanzando un demonio, el cual era mudo; y así que hubo echado al
demonio, habló el mudo, y se maravillaron las gentes. Mas algunos de
ellos dijeron: “Por arte de Belcebú, príncipe de los demonios, echa los demonios”, y otros por tentarle le pedían les
hiciese ver algún prodigio del cielo. Pero Él, penetrando sus pensamientos, les
dijo: “Todo reino dividido en
partidos contrarios, quedará destruido; y una casa dividida en facciones camina
a la ruina. Pues si Satanás está también dividido contra sí mismo, ¿cómo ha de
subsistir su reino? ya que decís vosotros que yo lanzo los demonios por arte de
Belcebú. Y si yo por virtud de Belcebú lanzo los demonios, ¿vuestros hijos por
quién los lanzan? Por tanto, ellos mismos serán vuestros jueces. Mas si con el
dedo de Dios lanzo los demonios, es evidente que el reino de Dios ha llegado ya
a vosotros. Cuando un hombre valiente guarda armado la entrada de su casa,
todas las cosas que posee están seguras. Pero si otro más fuerte que él le
vence, le desarmará de todos sus arneses, en que tanto confiaba, y repartirá
sus despojos. Quien no está por mí, está contra mí; y quien no recoge conmigo,
desparrama. Cuando un espíritu inmundo ha salido de un hombre, se va por
lugares áridos buscando lugar donde reposar; y cuando no le halla, dice: me
volveré a mi casa de donde salí: y cuando vuelve la halla barrida y bien
adornada. Entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y
entrando en esta casa fijan en ella su morada. Con lo que el último estado de
aquel hombre es peor que el primero”. Estando
diciendo estas cosas, he aquí que una mujer levantando la voz de en medio del
pueblo, exclamó: “Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te
alimentaron”. Pero Jesús respondió: “Antes bienaventurados los que oyen la palabra
de Dios y la ponen en práctica”.
RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE.
Como el Evangelio de mañana nos habla del
pecado de la recaída, debemos consagrar nuestra siguiente meditación a
considerar este pecado como: 1º
Ofensivo para Dios; 2° Terrible para los
hombres.
—En
seguida tomaremos la resolución de:
1º Cada día, después de nuestro examen de conciencia, fijar nuestra
atención en la falta que más urgentemente debemos corregir, en orden de anular
sobre todo en esas faltas el pecado de volver atrás; 2º
De exhortarnos a llevar una vida mejor durante
el día que está frente a nosotros comparada con el día precedente.
Nuestro
ramillete espiritual serán las palabras del Evangelio: “El último estado de ese hombre es peor que el
primero” (San Mateo XII, 45).
MEDITACIÓN DE LA MAÑANA.
Adoremos a Nuestro Señor enseñándonos en el
Evangelio de hoy sobre la gravedad del pecado de recaída. Él dice, que el
estado de aquél que, después de haber sido liberado del demonio, retorna a
someterse nuevamente a él, es peor que el primero. Agradezcamos a Él por darnos
tan importante advertencia y pidámosle la Gracia suficiente para sacar provecho
de ella.
PUNTO PRIMERO
— CUÁN INFAME ES ANTE DIOS EL PECADO DE VOLVER ATRÁS.
1° ES UNA HORRIBLE INGRATITUD: Dios nos
ha perdonado nuestros pecados pasados, y este perdón le hace merecedor de
nuestro inmenso agradecimiento. ¡Deberíamos obligarnos a agradecerle abundantemente
porque su Bondad no toma en cuenta nuestros pecados, los anula con su Gracia,
que por la Sangre de Jesucristo nos mereció esta gracia, nos restituye nuestros
merecimientos al Paraíso y a la posesión eterna de Dios, en fin, por la
gratuidad de tan grande favor, ya que no lo merecíamos, sino que nos hicimos
indignos de ella por el pecado! Y a pesar de ello, en lugar de darle gracias y bendecirle
por su grande amor, volvemos a comenzar nuestras ofensas, nos preocupa poco
perder su Gracia, o si esta falta es venial, la disminución de esa misma
gracia. “¡Qué vergonzosa y culpable ingratitud! ¡Oh alma cristiana, con
qué ligereza cambias de camino!” (Jeremías II, 36).
2° ES UN INDIGNO ABUSO DE LA BONDAD Y
LA PACIENCIA DE DIOS: Pensar que, porque Dios es bueno, no nos preocupamos de
no cometer ningún pecado. Vemos decir: “Él me ha perdonado este pecado, y me
perdonará si lo cometo otra vez, o por tercera vez”. “¡Oh hombre!, dice San Pablo, ¿Cómo desprecias la riqueza de la bondad de
Dios, de su paciencia y de su longanimidad?” (Romanos II,
4). “¿Cómo no entiendes que
la suma bondad de Dios es una razón para que Le sirvas mejor, y que hacer de
esto un motivo para ofenderlo es atesorar su Ira sobre tu cabeza?” (Romanos II,
4-5).
3° ES UNA VERGONZOSA PERFIDIA: Cada vez
que nos acercamos al Santo Tribunal de la confesión o al Santo Sacrificio de la
Misa, protestamos que no volveremos a caer; la Sangre de Cristo, que nos es
aplicada en la absolución o dada en la Comunión, sella nuestro propósito; y con
todo, ante la menor ocasión que se presenta para complacer a otros o a nosotros
mismos, violamos esas santas promesas. ¿No hay más vergonzosa perfidia? “¡Dios mío, ten piedad y misericordia!” (Salmo L, 3).
PUNTO SEGUNDO
— CUÁN TERRIBLE ES PARA LOS HOMBRES EL PECADO DE VOLVER ATRÁS.
1° ESTE PECADO NOS DEBILITA:
Al familiarizarnos con el mal, su horror se
disminuye, y, en consecuencia, se disminuye también la voluntad para
resistirlo: Al hacernos caer, nos resta fuerzas en forma proporcional a la
altura de donde hemos caído y la profundidad en que nos ha abatido. ¡Cómo habíamos
ascendido tan alto antes de nuestra caída! Habíamos
sido antes amigos de Dios, pero por nuestro retroceso hemos caído muy bajo,
incluso al mismo Infierno si el pecado es mortal, o al Purgatorio si el pecado
fue venial. ¡Oh, cuánto nos hiere y debilita!
2°
CADA RETROCESO INCREMENTA LA DIFICULTAD PARA VOLVER A LEVANTARNOS: Dice San Pablo “Es imposible que aquellos que fueron una vez
iluminados… y a pesar de todo cayeron, se renueven otra vez mediante la
penitencia” (hebreos VI,
4; 6). Indudablemente esta imposibilidad no debe entenderse
literalmente, como si el hombre pudiese aspirar que la salvación es posible
para él; pero al menos esto indica una dificultad seria que debería hacernos
temblar. De hecho, el volver atrás conecta la voluntad con el mal, y engendra
el hábito que pronto se convertirá en una segunda naturaleza, de tal manera que
no podamos obtener medios para levantarnos de nuevo, o alejar los obstáculos
que nos impiden regresar, o combatir nuestras malas inclinaciones. Los pocos
frutos que ciertos esfuerzos pueden producir nos fastidiarán de realizar otros
nuevos, y nos harán creer que será imposible corregirnos. Por último, la
vergüenza de esforzarnos tanto para regresar y obtener tan poco éxito,
permaneciendo en el mismo estado. Tal es el tipo de imposibilidad con que San
Pablo amenaza al pecador que desea volver atrás. ¿No hay mejor manera de
hacernos temblar y de inspirarnos tal resolución de jamás volver a recaer en el
pecado?
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