Tomado de “Meditaciones para todos los
días del año - Para uso del clero y de los fieles”, P. Andrés Hamon, cura de
San Sulpicio.
RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE.
Mañana
meditaremos sobre la fiesta de la Preciosa Sangre, que la Iglesia celebra en
ese día. Veremos: 1º
El agradecimiento debido a Jesucristo por el
don que nos ha hecho de su Sangre; 2°
Las consecuencias prácticas que se deducen
para nosotros de ese don inefable.
—Tomaremos
enseguida la resolución:
1º
De amar más a Jesucristo, que tanto nos ha
amado, y de servirle con más generosidad que antes; 2° De poner toda nuestra
confianza en los méritos de esa sangre y no dejarnos vencer jamás del
desaliento y la desconfianza.
Nuestro ramillete espiritual serán las
palabras de San Juan: “Jesucristo ha lavado nuestros pecados con su
sangre”.
MEDITACIÓN DE LA MAÑANA.
Adoremos a Jesucristo que nos ha dado toda su
Sangre, hasta la última gota; agradezcámosle este don inefable, amémosle por
tanto amor y pidámosle la gracia de aprovecharlo bien.
PUNTO PRIMERO
— AGRADECIMIENTO DEBIDO A JESUCRISTO POR EL DON QUE
NOS HA HECHO DE SU SANGRE.
El que un hombre diera a otro toda su
fortuna, sería mucho sin duda, sobre todo, si se le supone considerable. ¿Que sería,
pues, si le diera su sangre y la derramara toda por él? Sería evidentemente
el amor llevado hasta el último grado. Eso es lo que ha hecho Jesucristo con
nosotros: y notemos: 1° EL VALOR DE ESA SANGRE. Es mayor
infinitamente, que toda otra sangre humana, porque es la sangre de un Dios, en
virtud de la unión hipostática; sangre, por consiguiente, de precio infinito. Esa sangre la ofrece un Dios en cada
sacrificio a la divina Majestad; y la dignidad de un Dios sacerdote, ofreciendo
la sangre de un Dios víctima, le comunica nuevo valor infinito. Notemos,
2º, LOS MARAVILLOSOS EFECTOS DE ESTA SANGRE. Apaga el
fuego de la ira divina, irritada por nuestros crímenes. Es la hostia de
expiación por nuestros pecados. Es el precio de nuestra redención. Es el baño
que purifica nuestra conciencia. Es el sello de paz entre el cielo y la tierra.
Nos abre el cielo y cierra el infierno bajo nuestros pies. Lejos de clamar
venganza, como la sangre de Abel, cada gota de esa Sangre clama misericordia. Notemos,
3°
Que ESA SANGRE NOS ES DADA DE TAN ALTO
PRECIO, no con mano avara, sino con una generosidad incomparable.
Cuando una sola gota habría bastado para borrar los pecados de mil mundos,
Jesucristo la da toda entera; y la da por lo mismo que El preveía habían de
mostrarse tan poco dignos de ella; la da, no una vez, sino millones de veces.
Comienza a derramarla ocho días después de su nacimiento, bajo el cuchillo de
la circuncisión; la derrama en el Huerto de los Olivos, donde un sudor de
sangre inunda la tierra; la derrama en la flagelación, en la coronación de
espinas, en la crucifixión y en la abertura del sagrado costado; la ofrece
todos los días en el Santo Sacrificio, sobre toda la superficie del globo, y
nos la da a beber en la Comunión; la conserva en todos los tabernáculos del
mundo, y allí esa Sangre pide sin cesar perdón por nosotros. En fin, nos aplica
sus méritos en los sacramentos, que son como otros tantos canales, por los
cuales esa Sangre adorable se comunica a las almas. ¡Qué agradecimiento no
debemos nosotros al Salvador por esa prodigalidad de su Sangre en favor de unos
pobres pecadores, como somos!
PUNTO SEGUNDO
— CONSECUENCIAS PRÁCTICAS QUE DEBEMOS SACAR DE
ESTAS CONSIDERACIONES.
1° Es menester una gran generosidad en el servicio de
Jesucristo. Cuando un Dios nos da toda su sangre, ¿Qué excusa tenemos si no le sacrificamos
nuestra voluntad, nuestros actos, nuestros gustos? Cuando se posee en el pecho la Sangre de Jesucristo,
cuando se tiene una sangre tan noble y tan divina, es preciso tener su espíritu
generoso y sus elevados pensamientos, a los cuales nada sienta mejor que el
sacrificio.
2° Es preciso honrar esta Sangre con la asistencia devota y
frecuente al santo Sacrificio, con la frecuentación de los sacramentos, con la
correspondencia a las gracias interiores y exteriores, que son el fruto de esta
Sangre, y con la ofrenda, a menudo reiterada, de nuestras acciones y de nuestro
corazón en espíritu de agradecimiento;
3º Debemos
tener una confianza sin límites en los méritos de esta divina sangre. Que se
turben y carezcan de confianza los que no conocen el precio de la Sangre del
Salvador; pero, cuando sabemos por la fe que Jesucristo ha dejado a nuestra
disposición todos los méritos de su Sangre con la facultad de aplicárnoslos por
la oración, por los sacramentos y por el sacrificio, no nos es permitido perder
la confianza, Teniendo el crucifijo en las manos, jamás debe desfallecer
nuestro valor. Es verdad, ¡oh Jesús!, que
yo no puedo decir: “Soy inocente de la Sangre de este justo”, puesto que mi pecado
es haber entregado esa Sangre inocente; pero diré en otro sentido que los
judíos: “¡Que su Sangre caiga
sobre mí para borrar mis inquietudes y preservarme del ángel exterminador, como
la sangre del cordero pascual en las puertas de las casas del antiguo pueblo de
Israel!” ¿Saco yo fielmente estos
frutos de la Pasión del Salvador?
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