Tomado de “Meditaciones para todos los
días del año - Para uso del clero y de los fieles”, P. Andrés Hamon, cura de
San Sulpicio.
RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE.
Meditaremos
mañana sobre la devoción a las cinco llagas de Nuestro Señor, que la Iglesia
ofrece en este día a nuestra piedad, y consideraremos: 1º Que nada hay más justo
que esta devoción; 2°Que a ella están
vinculadas las gracias más preciosas.
—En
seguida tomaremos la resolución:
1°
De tener un crucifijo a nuestra vista durante
nuestro trabajo, mirarlo con amor, principalmente en nuestras tentaciones y
penas, y posar con frecuencia nuestros labios en sus llagas venerables, sobre
todo en la llaga del sagrado costado; 2º
De practicar algunas mortificaciones en honra
de las cinco Llagas.
Nuestro ramillete espiritual serán las
palabras de Isaías: “Nuestros pecados son la
causa de sus heridas”.
MEDITACIÓN DE LA MAÑANA
Postrémonos delante de la Cruz de Nuestro
Señor y tributemos nuestros homenajes de adoración, de gratitud y de amor a las
llagas de los Pies, a las de las Manos y, sobre todo, a la del divino Costado. ¡Oh! ¡Qué venerables son
estas llagas y cuán justo es que nuestros corazones se derritan de amor al
contemplarlas! ¡Oh llagas sagradas!, yo no puedo honraros cuanto quisiera; pero os
ofrezco los sentimientos piadosos con que os honraron María y San Juan en el
descendimiento de la Cruz. Derecho tengo a ello, puesto que, siendo María mi
madre y San Juan mi hermano, sus méritos son un bien de familia, del cual puedo
disponer en favor mío.
PUNTO PRIMERO
— NADA MÁS JUSTO QUE LA DEVOCIÓN A LAS CINCO LLAGAS.
No
se miraría como un hombre, sino como un monstruo sin corazón, a un hijo que
viera con indiferencia, sin ningún movimiento de compasión, de gratitud y de
amor las llagas que hubiera recibido su padre para salvarle de la mayor
desgracia y granjearle al mismo tiempo los más grandes bienes. Tal sería, y aún
peor, el cristiano que fuera indiferente para con
las llagas del Salvador, pues Jesucristo recibió estas llagas sagradas para
salvarnos del infierno y abrirnos el Cielo, para ofrecernos en ellas otras tantas
fuentes de salvación, de donde podemos sacar gracia, fuerza y consuelos.
“¡Oh alma cristiana! —exclama San
Buenaventura—
¿Cómo al recuerdo de
estas llagas puedes moderar tus ímpetus de amor? El amable Jesús se hace en los
pies y en las manos grandes heridas para acogerte en ellas, y ¿Tú no te
apresuras a entrar ahí? Se abrió el costado para darte su corazón, y ¿Tú no vas
a unirte con él, corazón con corazón?”
“En cuanto a mí —continúa el santo doctor— es ahí donde me gusta
habitar; es ahí donde quiero hacer tres moradas: la primera, en los pies de mi
Jesús; la segunda, en sus manos; la tercera, en su sagrado costado. Es ahí
donde quiero tomar mi descanso; ahí velaré, leeré y conversaré”. ¡Oh llagas amabilísimas! Siempre los ojos de mi corazón estarán fijos en vosotras:
durante el día, desde la salida del sol hasta su ocaso, y en la noche, tantas
veces, cuantas se retire el sueño de mis párpados. Me estaré, sobre todo en la
abertura del sagrado costado, para hablar ahí al corazón de mi Maestro y conseguir
lo que quiera. “¡Oh Jesús! —Dice
en el mismo sentido San Bernardo— vuestro Costado fue abierto para darnos
entrada a vuestro Corazón y revelarnos por esta llaga visible la llaga
invisible de vuestro amor. Yo aplicaré a ella mis labios y beberé la miel del
amor y la unción de los consuelos divinos”. ¿Seremos nosotros los hijos de los santos si, después de tales
ejemplos, no tenemos una tierna devoción a las cinco llagas?
PUNTO SEGUNDO
— GRACIAS PROPIAS DE LA DEVOCIÓN A LAS CINCO LLAGAS.
El alma
encuentra en estas llagas todo lo que es necesario y útil para salvarse. “En ninguna parte he
encontrado, dice
San Agustín, remedio tan eficaz para
todos los males del alma”. “Cualesquiera que sean las enfermedades espirituales, añade San
Bernardo, la meditación asidua de
las llagas del Salvador es su curación”. Mirarán mis Llagas, dice el mismo Jesucristo
por su profeta, y se convertirán. “El Corazón de Jesús es
un océano, y sus llagas son los canales por donde corren las aguas de la gracia
y de la misericordia”, dice
también San Bernardo. En esas llagas es, en efecto, donde
se forma la fe viva; ahí es donde se dilata la confianza en Dios, ahí es, sobre
todo donde la caridad se enciende como en su verdadera hoguera. A fuerza de
considerar el exceso de amor que abrió estas llagas para nosotros, viles
criaturas y miserables pecadores, el corazón se enciende todo y no se puede
vivir más que de amor. También San Agustín llama a estas sagradas llagas “su refugio en las penas,
su asilo en las tribulaciones, su remedio en las enfermedades del alma!”; de ahí sacó
Santo Tomás de Aquino
toda su ciencia; ahí San
Francisco de Asís,
a fuerza de meditar en ellas, llegó a ser, por los
ardores seráficos de su caridad, un milagro de semejanza con Jesús crucificado;
ahí San Buenaventura se llenó
del espíritu de piedad que embalsama todos sus escritos; este digno discípulo
de San Francisco gastó los pies de su crucifijo a fuerza de besarlos y no
cesó de exhortar a todos los fieles a gustar por sí mismos los gozos inefables
y la unción de piedad deliciosa que procura la devoción a las llagas sagradas.
“Si no podéis, dice la Imitación de Cristo, elevaros a altas contemplaciones, permaneced
humildemente en las llagas del Salvador: ahí encontraréis fuerza y consuelo”. ¿Son éstas nuestras disposiciones?
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