Tomado de “Meditaciones para todos los
días del año - Para uso del clero y de los fieles”, P. Andrés Hamon, cura de
San Sulpicio.
RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE
Mañana
meditaremos, como complemento de nuestras meditaciones sobre el sacramento de
la Penitencia:
1°
La obligación de dejarnos dirigir por nuestro
confesor; 2º
La manera cómo debe hacerse esta dirección.
En
seguida tomaremos la resolución:
1° De tomar consejos de nuestro confesor para regular nuestra vida
y el empleo de nuestro tiempo, para la reforma de nuestros defectos, la
práctica de las virtudes y la clase de buenas obras que más nos conviene, si
estamos en situación de hacerlas; 2°
De consultar a nuestro confesor en las
dificultades y dudas que se nos presenten.
Nuestro ramillete espiritual serán las palabras
del Espíritu Santo: “Tomad siempre consejos
de un hombre prudente”.
MEDITACIÓN DE LA MAÑANA
Adoremos
a Nuestro Señor en la conducta que observó con San Pablo después de su
conversión; este grande Apóstol no aspira sino a conocer y cumplir la voluntad
de Dios; y Nuestro Señor, en vez de iluminarle Él mismo o de dejarle conducirse
por sí propio en el estado de claridad sobrenatural de que le había rodeado, le
envía a un sabio director. Agradezcámosle esta útil instrucción, que nos enseña
a no apoyarnos en nuestra prudencia
PUNTO PRIMERO
— OBLIGACIÓN DE DEJARNOS DIRIGIR POR NUESTRO
CONFESOR.
“Nadie se basta a sí mismo para su propia
conducta. Nuestra razón nos engaña; los más sabios se pierden, desde que en vez
de pedir consejos quieren confiarse a sus propias luces”, dice San Bernardo. El que
no ve en su confesor más que un confidente de sus faltas para concederle la
absolución, y no un consejero para dirigirle en el camino de la vida, no está
menos expuesto a perderse que un navío sin piloto, un ciego sin guía, un
enfermo sin médico; y el demonio no conoce medio más seguro para perder a los
cristianos que inspirarles el sentimiento presuntuoso de que pueden gobernarse
solos y por su propio juicio. Así, todos los
santos han sido fieles a la práctica de pedir consejos para su conducta. Moisés pide consejos a los
ancianos; David es dirigido por Natán
y Gad, profetas inferiores a él; Saulo
es enviado
a Ananías, por Jesucristo, que habría podido instruirle por Sí
mismo: en fin, el Salvador mismo
escuchó e interrogó a simples hombres. El orden establecido por la Providencia
es que unos hombres sean instruidos por otros hombres y unos dependan de otros
para su dirección. Este es también el orden de la razón, porque el que ve claro
en la conciencia de otro no ve nada en la suya propia, y así nos forjamos
ilusiones sobre nuestras obligaciones, nuestros vicios y virtudes, nuestros
méritos y nuestras aptitudes, y todos tenemos necesidad de un sabio consejero
que nos estudie sin prevención y con la gracia de su ministerio. Esto
era lo que hacía decir a Louis Bourdaloue SJ, predicando en París, estas notables
palabras: “No puedo deplorar bastante la ceguedad de los hijos del siglo,
que quieren confesores y no directores, como si el uno pudiera estar separado
del otro”. Entremos
en nosotros mismos: ¿No somos de los que habrían hecho gemir al sabio predicador?
PUNTO SEGUNDO
— MANERA COMO DEBE HACERSE LA DIRECCIÓN.
1° ES PRECISO VER EN EL DIRECTOR, NO UN
HOMBRE O UN SABIO, SINO UN ÁNGEL REVESTIDO DE LA SABIDURÍA DE DIOS, a
Jesucristo, a Dios mismo, como aquel santo solitario que decía: “Yo considero la imagen
de Jesucristo en mi superior”. Es
preciso, por consiguiente, hablarle con el corazón
completamente abierto, con perfecta confianza, como al médico caritativo, al
amigo fiel que Dios nos da para conducirnos, para descubrirle todo el bien y
todo el mal que hay en nosotros, nuestras inclinaciones, nuestros deseos,
nuestras tentaciones, sin reserva, sin disfraz, sin ninguno de esos artificios
de que el amor propio se sirve algunas veces para conducirse a donde se quiere
la voluntad del confesor; dejar a un lado todo respeto humano, toda falsa
vergüenza, toda repugnancia, como también todo sentimiento de vanidad o de
curiosidad.
2º
ES PRECISO ESCUCHAR SUS CONSEJOS CON RESPETO Y CONFIANZA, SEGUIRLOS CON
FIDELIDAD Y EXACTITUD, cualquiera que sea la contrariedad de opinión, de
carácter o de voluntad que ellos nos impongan.
3°
ES PRECISO ABANDONARSE DE TAL MANERA A SU DIRECCIÓN, EN TODO LO QUE INTERESA A
LA SALVACIÓN, QUE NO SE HAGA NADA SIN PROPONÉRSELO Y JAMÁS NOS RESISTAMOS A
HACER LO QUE ÉL DICE; dejémosle un poder absoluto y una entera libertad para
decirnos lo que piensa; no discutamos su opinión, sino aceptémosla como la
mejor: si tenemos dudas, expongámoslas con toda indiferencia y desprendimiento,
hasta tal punto que, ya diga una cosa, ya diga otra, lo obedezcamos igualmente.
¿Es esta nuestra
disposición y nuestra manera de tratar al confesor?
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