Tomado de “Meditaciones para todos los
días del año - Para uso del clero y de los fieles”, P. Andrés Hamon, cura de
San Sulpicio.
RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE.
Mañana
meditaremos sobre el firme propósito, que forma parte esencial de la
contrición, y veremos: 1°
Cuál es su naturaleza y absoluta necesidad; 2°
Cuál es su carácter.
—Tomaremos
las siguientes resoluciones:
1°
Evitar con cuidado toda ocasión de pecar; 2° No descuidar ningún medio
para ser mejores, cualesquiera que sean los sacrificios que nos cueste y la
violencia que tengamos que hacernos;
y reservaremos para ramillete espiritual las palabras del salmo: “Juro, Señor, y estoy resuelto a observar la
ley de vuestra justicia”.
MEDITACIÓN DE LA MAÑANA.
Adoremos al Espíritu Santo que inspiró a los
santos de uno y otro Testamento el firme propósito, tan enérgico como
constante, de la vida perfecta. David exclama: “He jurado odio
al pecado; lo abomino; ya lo he dicho; estoy resuelto; la diestra del Altísimo
ha hecho en mí este cambio”. San Pedro deja
correr de sus ojos dos fuentes de lágrimas inagotables y repara su falta con
una vida toda de abnegación; Magdalena cambia
sus amores profanos en una hoguera de amor divino; los mártires llevan al cadalso el firme propósito de no traicionar su
fe; San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier renuncian al mundo y a su gloria, para darse enteramente al cuidado de
su propia salvación. Adoremos al Espíritu
Santo, que obra en esas grandes almas tan sublimes resoluciones, y
presentémosle nuestros homenajes, en vista de ello.
PUNTO PRIMERO
— NATURALEZA Y NECESIDAD DEL FIRME PROPÓSITO.
El firme propósito, con gran diferencia de
esas veleidades de que el infierno está lleno, de esos deseos estériles que nos
dejan siempre iguales, es una determinación enérgica; una resolución de cambiar
de vida, cueste lo que costare, de ser en adelante sólidamente virtuoso, aunque
para ello sea necesario sacrificarse, hacerse violencia e inmolar muchas
repugnancias. El alma,
después de este firme propósito, no dice: “Yo querría no volver a caer”, sino que dice con energía: “Yo no quiero; es una
cosa resuelta; y, si se tratara de volver a empezar, preferiría perderlo todo y
sufrirlo todo antes que cometer la falta de que me he hecho culpable”. Es, en fin, una determinación como la
que toma un hombre de mundo de no hacer tal o cual cosa que pondría en peligro
su fortuna, su honor, su libertad o su vida. El firme propósito, comprendido
así, es inherente a la contrición y se confunde con ella, puesto que el
sentimiento de lo pasado trae necesariamente la voluntad de hacer lo contrario.
Los motivos del uno son esencialmente los del otro; de tal manera que, sin
firme propósito no puede haber contrición, y, por consiguiente, ni sacramento
ni justificación. “Dios no puede borrar el pecado, sino estando el alma
completamente resuelta a no volver a caer en él, y sería hacerle una nueva
ofensa el decirle: ‘Yo me acuso y me arrepiento’, cuando en el fondo
estamos dispuestos a renovar la falta, si se presenta la ocasión”, dice Lactancio. Entremos en nosotros mismos: en
nuestra vida, ¿Cuántas
confesiones hemos hecho sin resolución seria y sin firme propósito de
corregirnos? De otro modo ¿Seríamos siempre los mismos?
PUNTO SEGUNDO
— CARÁCTER Y SEÑALES DEL FIRME PROPÓSITO.
El firme propósito debe, como la contrición,
ser: 1º UNIVERSAL, es decir, extenderse
por lo menos, a todos los pecados mortales sin excepción. Con Dios, todo o
nada. Pero el firme propósito debe aplicarse, sobre todo, a los pecados
habituales, es decir, a aquellas faltas a las cuales el corazón tiene una
inclinación que lo hace caer fácilmente y sin gran resistencia y que hasta le
hace buscar las ocasiones. Ahí está el verdadero peligro del alma, la parte
débil de la plaza que tenemos que defender contra el demonio; ahí, por
consiguiente, debe dirigirse principalmente nuestro firme propósito.
2°
El firme propósito debe ser SUMO EN EL APRECIO, es decir, superior
a todos los apegos, hasta romperlos, a todas las dificultades hasta vencerlas,
si el servicio de Dios así lo exige. Dios debe ser antes que todo; ése es su
derecho.
3º El firme propósito debe ser PRÁCTICO, es decir, descender
de la resolución general a los medios para conseguir el fin que se propone.
EL PRIMER MEDIO ES LA ORACIÓN,
canal de la gracia, sin la cual nada se puede.
EL SEGUNDO ES LA VIGILANCIA
sobre lo que se dice y lo que se hace, sobre lo que
se oye y lo que se ve, sobre los pensamientos, las intenciones, las faltas más
frecuentes, sobre todo, la pasión dominante; y esta vigilancia debe tener por
objeto principal apartarnos de las ocasiones de pecar y castigarnos después de
cada caída. EL TERCER MEDIO ES LA MORTIFICACIÓN, única
cosa que puede poner en orden nuestra mala naturaleza, recoger su disipación y
matar la pasión rehusándole lo que la lisonjea.
4°
El firme propósito debe ser PERSEVERANTE. No
basta querer el bien por algún tiempo; es necesario desearlo para siempre.
Quien rehúsa a Dios un solo instante de la vida, no puede serle agradable si no
vuelve a Él. Examinemos si nuestro firme propósito ha tenido estas cuatro
condiciones.
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