martes, 30 de junio de 2020

NOVENA LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. DÍA NOVENO.




FINALIZAMOS: 1º de julio día de su festividad.




—Puesto de rodillas delante de alguna Imagen de Nuestro Señor Jesucristo se dice el siguiente:





ACTO DE CONTRICIÓN.




Señor mío Jesucristo Dios y hombre verdadero, rico en misericordias y piedades, que, para darnos la más realzada prueba de tu ardiente caridad, e infinito amor hacia nosotros, derramaste todo el inestimable licor de tu Preciosísima Sangre, en tanto grado, que después de haber expirado en la cruz para nuestro remedio, quisiste que aquella cruel lanza te sacase la poca que había quedado en tu ya difunto cuerpo: todo a fin de que conociésemos los hombres el infinito amor con que solicitas nuestra salvación. Pero ¡Oh Jesús mío! ¿qué es lo que encuentras en los mismos hombres en recompensa de tanto amor? ¿Qué? ingratitudes, ofensas, pecados y transgresiones de tu suave y santa ley. Esto es verdad, y ojalá y no lo fuera. Ya lo confieso mi Dios delante del cielo, y de la tierra. Ingratamente te he agraviado. Te he ofendido con el continuo quebrantamiento de tus santos Mandamientos; pero si lo que quieres de mí y de todo pecador es, que se convierta a ti y viva eternamente, heme aquí arrepentido de lo íntimo de mi corazón. Pésame mi Jesús de haberte ofendido. Quisiera morir a la fuerza del dolor de haber pecado. Perdóname mi Jesús que yo te doy palabra de ser en lo de adelante (ayudado de tu divina gracia) muy otro de lo que hasta aquí he sido. No se malogre en mí tanta Sangre derramada. En este rico tesoro de tu Sangre Preciosísima pongo toda mi esperanza para alcanzar el perdón de tantas ofensas. Misericordia Señor, ten misericordia de mí por tu Preciosísima Sangre. Amén.





ORACIÓN AL ETERNO PADRE. (se repite todos los días).



   ¡Oh Padre Eterno y Dios de todos los consuelos! Atended benigno, y oíd misericordioso los clamores que desde la tierra os envía la derramada Sangre de vuestro unigénito Hijo; vertida toda en beneficio de sus hermanos los hombres, para reconciliarlos con vuestra divina Majestad, y satisfacer por ellos sobreabundantemente la deuda de sus culpas y pecados, que tanto irritan vuestra divina Justicia, y por respeto suyo perdonadnos Misericordiosísimo Padre, y derramad sobre nosotros vuestras paternales bendiciones, concediéndonos eficaces auxilios para detestar las culpas, amaros y serviros en todo el discurso de nuestra vida, y otorgarnos benigno por su Preciosísima Sangre, lo que en esta Novena solicitamos, si es conforme a vuestro divino beneplácito; y si no lo es conformad nuestra voluntad con la vuestra, para que agradándoos en todo, y en nada ofendiéndoos, os sirvamos fielmente hasta la muerte y después de ella os gocemos en la Gloria por los siglos de los siglos. Amén.





MEDITACIÓN: DÍA NOVENO (1º de julio).




Lleguemos ya, alma mía; pero lleguemos con los ojos llenos de lágrimas y el corazón de amargura, exhalando tiernos suspiros a ver a nuestro amante Jesús, derramar las últimas gotas de Sangre que le habían quedado en su ya difunto cuerpo. Mira como después de crucificado con la inhumanidad que has premeditado en los anteriores días, le levantan en alto, y le dejan caer de golpe en la dureza de un peñasco; y después de haber padecido tres horas en el aire, y de habernos dejado en sus siete últimas palabras tan celestiales doctrinas: finalmente, entre dolores y angustias murió entregando su espíritu en manos de su Eterno Padre; pero no contentos los judíos con haberle quitado la vida, pasan a romperle y pasarle su sagrado corazón con una cruel lanza (que así la llama la Iglesia) la cual hirió tan fuertemente aquel sagrado pecho, depósito del amor, que le partió de parte a parte el corazón, derramando por aquella abierta puerta abundancia de sagrada Sangre y agua, hasta no dejar gota de ella en aquel yerto cadáver. ¡Ea, alma mía!, llégate ya y atiende a aquellas cinco fuentes manando continuamente arroyos de Sangre, que corren hasta la tierra, y premedita que ves a tu amante Jesús abrir sus sacratísimos labios, y hablando con la misma tierra le dice las palabras de Job, arriba citadas: Terra ne operías Sanguinem meum, neque inveniat in te locum latendi clamor meus. ¡Oh tierra dichosa y santificada con el riego de mi Sangre, no la encubras, ni halle en tí lugar donde se sepulten mis clamores, y se olviden de ellos los ingratos hombres! No la ahogues ni sepultes en tus senos, para que en ella hallen los hijos de Adán el rescate de su cautiverio, la hermosura de sus almas, limpieza de las manchas de sus culpas, medicina a sus males, consuelo en sus trabajos, esfuerzo en los combates contra sus enemigos, seguridad en sus peligros, esperanza en sus temores, dulzura en sus amarguras, misericordia en sus pecados, y finalmente; en su muerte, vida, resurrección, y merecimientos para alcanzar la gloria: ¡oh consuelo celestial! ¡oh Jesús, dulce amor mío, y lo que haces por nuestro bien! Da voces Sangre divina, grita misericordia para nosotros.

   Y tú, alma mía que meditas estas ternuras, date por obligada, aborrece el pecado y emplea todo tu amor en amar a quien tanto te ama.




—Se rezan tres credos con Gloria Patri.





ORACIÓN.



   ¡Oh amorosísimo Jesús de mi vida! ahora sí, Señor, que ya has desahogado tu amante corazón, viendo enteramente derramada tu preciosísima Sangre, en beneficio de los ingratos hombres que tanto amas: ahora sí que los ves ya remediados y ricos con este inestimable tesoro. Sea en buena hora, Jesús mío, y caiga sobre mí ésta celestial lluvia de tu Sangre preciosísima; y como diestro labrador aparta primero de mi corazón la tierra de los afectos humanos, para dar lugar al riego de tu Sangre. Envía ese rocío soberano sobre este apocado espíritu mío. Ea liberalísimas manos abiertas para mi remedio, no me neguéis esos tesoros que tan de balde dais a todo el mundo. Ea sagrados pies, cansados para mi descanso, y heridos para mi salud; derramad sobre mí lo que tan sin tasa estáis vertiendo. Esa sagrada cabeza toda teñida de Sangre, adornada con esos celestiales rubíes: caigan sobre mis ojos todas esas gotas: ea virginal y sacrosanto cuerpo, todo cubierto de azotes, venga sobre mí ese licor de tu Sangre, que hilo a hilo destilan tus llagas para sanar las de mi alma y dejarla hermoseada. Ea pecho sacratísimo, ea corazón rasgado de mi Jesús, caiga sobre mí la Sangre y agua que sacó la cruel lanza, de tus entrañas de misericordia. Ea Señor, acabe de darme esa derramada Sangre de tu costado, abierto de par en par, derecho para que me abran el cielo, y me entren a la presencia de tu Eterno Padre. Así lo espero amorosísimo Jesús: tu preciosísima Sangre me lave, me limpie, me purifique de todas las manchas de mis enormes culpas, para que, adornada mi alma con la rica gala de tu gracia, te goce por eternidades en la gloria. Amén.






—Se reza una Ave María a nuestra Señora y se concluye todos los días con esta…







ORACIÓN.


¡Oh Purísima Virgen María dignísima Madre de mi Señor Jesucristo! dígnate Señora mía de ofrecer al Eterno Padre la Preciosísima Sangre que tú ministraste a tu Santísimo Hijo en la Encarnación, para que derramándola toda por redimirnos, nos abriese las puertas del paraíso que el pecado tenia cerradas; y alcánzanos de su majestad amor a la virtud, y aborrecimiento al pecado, y lo que en esta Novena pedimos si es de su divino beneplácito: y juntamente la exaltación de la santa fe católica; la destrucción de las herejías, vicios, y pecados mortales; la perpetua paz entre los cristianos Príncipes; la conversión de los pecadores; la libertad de los cautivos; el descanso de las almas santas del Purgatorio: y finalmente la perseverancia en gracia de los Justos, para que aprovechándonos todos de este infinito tesoro de la derramada Sangre de tu Santísimo Hijo, acabemos nuestra mortal vida en su divina gracia, para gozarle en su gloria por todos los siglos de los siglos. Amén.



—La Preciosísima Sangre de Jesús nos favorezca en la vida, y en la muerte. Amén.




Alabada sea la Sangre de Jesús.


Glorificada sea la Sangre de Jesús.

Ensalzada sea la Sangre de Jesús.

Predicada sea la Sangre de Jesús.

Estimada sea la Sangre de Jesús.

Temida sea la Sangre de Jesús.


Amada de todos los hombres sea, ahora y siempre, la Sangre sagrada de
Jesús. Amén.





ORACIÓN.
Para ofrecer esta Novena.


¡Oh Padre Eterno y Dios de todo consuelo! recibid Señor este corto obsequio de esta Novena que hemos procurado hacer en obsequio y alabanza de la preciosísima Sangre, que tan liberal como amante derramó por nosotros vuestro santísimo hijo en su dolorosa y amarga Pasión. No miréis o Padre Eterno, Dios grande, Dios excelso, no nos miréis a nosotros llenos de pecados, y vacíos de merecimientos; poned, sí, vuestros amorosos ojos en vuestro Unigénito Hijo, afrentado y atormentado con la cruz, oíd sus clamores, alcancen sus méritos lo que perdió nuestra miseria, reparad Señor por su inocencia lo que destruyó nuestra malicia, sanad por sus llagas lo que hicieron nuestros pecados, limpiad por su preciosa Sangre lo que mancharon nuestras culpas, enviadnos por sus abiertas llagas la lluvia de vuestras piedades que sazone nuestras costumbres, que refrene nuestros apetitos, que amortigüe nuestras amotinadas pasiones, que fertilice nuestras almas y las llene de abundantes virtudes. Haced Señor que jamás olvidemos que vuestro Hijo derramó por nosotros su Sangre, y dio su vida en una cruz, para que esta continua memoria nos llene de bienes del cielo, y favores de vuestra mano con la perseverancia en vuestra gracia, para alabaros sin cesar en vuestra gloria. Amén.




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