viernes, 12 de junio de 2020

JUNIO: MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. —DÉCIMO SEGUNDO DÍA.




Acto de Contrición.

   Adorable Salvador mío, lleno de confusión y de vergüenza, vengo a postrarme a vuestras plantas, a pediros perdón y misericordia; bien conozco, Señor, que no lo merezco, antes soy indigno de ser escuchado pues innumerables veces he despreciado la gracia recibida, abusando de vuestra bondad y clemencia; el conocimiento de mi infidelidad é inconstancia me acobarda y desalienta, porque el ingrato no es digno de nuevos favores; pero vuestra voz dulcísima me alienta y anima cuando dice: “Venid a mí todos.” ¿Conque aún es tiempo, Jesús mío? ¿puedo aun esperar el perdón y la misericordia? ¡Oh Corazón compasivo de mi Jesús! ¡Bendito seáis! a Vos me acojo, sed Vos mi asilo, mi refugio, mi esperanza y mi consuelo. Padre Eterno, mucho os he ofendido y he sido muy ingrato correspondiendo los favores con ofensas; mas ya me arrepiento muy de veras; perdonadme, y recibid en desagravio el Corazón amorosísimo de Jesús vuestro Hijo: yo os ofrezco sus méritos, sus virtudes y sus penas; y por ellos espero el perdón y la gracia de vuestro amor. Amén.


Oración preparatoria para todos los días.


   Amabilísimo Jesús mío, que con tanto amor convidasteis a la bienaventurada Margarita a que entrase en vuestro Sagrado Corazón, como en un jardín delicioso lleno de flores de admirable variedad, de incomparable hermosura y suavísima fragancia, diciéndole que escogiese cuantas le agradasen. ¡Ah Señor! permitidme entrar, aunque tan indigno, en ese jardín florido, en ese paraíso de celestiales delicias, en vuestro divino Corazón, y si queréis que escoja las flores que me agraden, yo os pido el lirio de la pureza, la rosa del amor, y la violeta de la humildad, ya que con estas las tendré todas, pues son inseparables; y teniéndolas todo mi corazón, a semejanza del vuestro, se transformará en un jardín de delicias para Vos, y entonces podré deciros con la esposa: “Venga mi Amado a su huerto.” Concededme, Señor, esta gracia; quitad de mi corazón las espinas del pecado, destruid todo lo que en él os desagrada, y plantad todas las flores que os deleiten, para que no haya en mí cosa que os disguste, ¡oh mi Dios, y mi amor, y todo mi bien! Así sea.







DÍA DOCE (12 de junio).



El Corazón de Jesús, Médico saludable.


1. Cuando Jesucristo dijo que no había venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, y que no necesitaban de médico los sanos sino los enfermos, por lo mismo quiso llamarse a sí mismo el médico de las almas, y todas las enfermedades del cuerpo que sanaba a su paso, eran símbolo de las que venía a sanar en las almas. Así la fiebre es la impureza; la hidropesía, la envidia; la ceguera, es la herejía; la parálisis, la pereza. Y entre los oficios del Salvador que; anunciaba el profeta Isaías, uno es el sanar a los de corazón quebrantado, es decir, herido, enfermo, oprimido y atribulado. De suerte que, en todas las penas, llagas y enfermedades de nuestra alma, Jesucristo viene a curarnos, ya con la medicina de sus maravillosas palabras, ya con el bálsamo de su preciosísima sangre. El médico da remedios que curan, que limpian, que nutren, que alivian, y el Señor con su sangre, lava nuestras manchas, limpia nuestras culpas, nutre nuestra flaqueza y alivia nuestros males.


2. Pero si la sangre de Jesucristo es el remedio de nuestras espirituales dolencias, ¿cuál es la oficina donde este remedio se elabora? ¿cuál el vaso maravilloso en que este bálsamo se destila y se guarda? Sabido es que la sangre se forma en el corazón: de él parte, y a él vuelve; allí se purifica y se enciende. Y así, el Corazón de Jesús, es la oficina de nuestra salud, el vaso maravilloso de nuestro remedio, el médico sapientísimo y amorosísimo que quiere y puede curarnos, no con menor remedio que con su sangre divina; y no sangrando él al enfermo y quemándolo con hierros ardientes, como los médicos del cuerpo; sino recibiendo él la herida y el dolor para que nosotros recibamos la salud, y consumiéndose él en vivas llamas para que nosotros respiremos libremente, sufriendo él el cauterio, y nosotros aprovechando el remedio. Pidamos a tan bondadoso Corazón la curación de todas las dolencias y llagas del nuestro.



Práctica. Rogar por los enfermos, especialmente por los de males dilatados.



Oración


   Siendo tan llagados y heridos por el pecado y sus efectos, Vos habéis querido amorosamente curarnos, ¡oh Médico divino! y de vuestro dulcísimo Corazón habéis sacado los remedios para todas nuestras dolencias; la preciosa sangre que en él se elabora, es la que nos cura en la Penitencia, y nos alimenta en la Eucaristía, y nos da la fe en el Bautismo, y el valor en la Confirmación, y en la última Unción la fortaleza. Curad mi soberbia, ¡oh Médico divino! refrigerad la fiebre de mis pasiones, reanimad mis fuerzas tan postradas; dadme salud, vigor, alegría y contentamiento perdurable. Amén.





Oración par a después de la meditación.


   Corazón de mi Jesús, ya he procurado entrar en el jardín que sois Vos, meditando alguno de vuestros títulos gloriosos, o de vuestros oficios misericordiosos, o de vuestras dignidades maravillosas; ya me he sentado por algunos instantes bajo de la sombra de aquel que había deseado, y he aspirado el aroma de sus purísimas flores, y he saboreado alguno de sus frutos, dulcísimos a mi garganta. Haced, Corazón divino, que yo me nutra con tan regalados manjares, que yo no quiera habitar ya entre la turba de las criaturas; sino que en Vos ponga el dulce nido donde fomente los santos deseos, y los fervientes afectos; y que en vuestro adorable Corazón haga perpetua morada; que allí habite, pues para eso lo he escogido, y allí me vea siempre libre de mis enemigos, siempre lleno de amor para con Vos, siempre agradecido a vuestras grandes finezas; y pasando mi vida allí escondido, como el santo Job pueda allí exclamar: “En mi nidito moriré; y como la palma multiplicaré los días”, (Job. XXIX , 18) siendo trasplantado a los jardines eternos del paraíso celestial. Amén.



—Un Credo al Sagrado Corazón.



JACULATORIA. 



—Corazón de Jesús, jardín de celestiales delicias.


—En ti viva, y en ti muera, y te goce eternamente.






JARDÍN DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS”

POR
GABINO Chávez, Pbro (1901).





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