viernes, 26 de junio de 2020

JUNIO: MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. —DÍA VIGÉSIMO SEXTO.





Acto de Contrición.

   Adorable Salvador mío, lleno de confusión y de vergüenza, vengo a postrarme a vuestras plantas, a pediros perdón y misericordia; bien conozco, Señor, que no lo merezco, antes soy indigno de ser escuchado pues innumerables veces he despreciado la gracia recibida, abusando de vuestra bondad y clemencia; el conocimiento de mi infidelidad é inconstancia me acobarda y desalienta, porque el ingrato no es digno de nuevos favores; pero vuestra voz dulcísima me alienta y anima cuando dice: “Venid a mí todos.” ¿Conque aún es tiempo, Jesús mío? ¿puedo aun esperar el perdón y la misericordia? ¡Oh Corazón compasivo de mi Jesús! ¡Bendito seáis! a Vos me acojo, sed Vos mi asilo, mi refugio, mi esperanza y mi consuelo. Padre Eterno, mucho os he ofendido y he sido muy ingrato correspondiendo los favores con ofensas; mas ya me arrepiento muy de veras; perdonadme, y recibid en desagravio el Corazón amorosísimo de Jesús vuestro Hijo: yo os ofrezco sus méritos, sus virtudes y sus penas; y por ellos espero el perdón y la gracia de vuestro amor. Amén.


Oración preparatoria para todos los días.


   Amabilísimo Jesús mío, que con tanto amor convidasteis a la bienaventurada Margarita a que entrase en vuestro Sagrado Corazón, como en un jardín delicioso lleno de flores de admirable variedad, de incomparable hermosura y suavísima fragancia, diciéndole que escogiese cuantas le agradasen. ¡Ah Señor! permitidme entrar, aunque tan indigno, en ese jardín florido, en ese paraíso de celestiales delicias, en vuestro divino Corazón, y si queréis que escoja las flores que me agraden, yo os pido el lirio de la pureza, la rosa del amor, y la violeta de la humildad, ya que con estas las tendré todas, pues son inseparables; y teniéndolas todo mi corazón, a semejanza del vuestro, se transformará en un jardín de delicias para Vos, y entonces podré deciros con la esposa: “Venga mi Amado a su huerto.” Concededme, Señor, esta gracia; quitad de mi corazón las espinas del pecado, destruid todo lo que en él os desagrada, y plantad todas las flores que os deleiten, para que no haya en mí cosa que os disguste, ¡oh mi Dios, y mi amor, y todo mi bien! Así sea.






DÍA VEINTISÉIS (26 de junio).




El Corazón de Jesús, salud y Salvador de nuestras almas.



1. Enfermo estaba el mundo durante cuatro mil años, y yacía entre las tinieblas y la sombra de muerte; y por eso el Señor era prometido bajo los nombres de Salud, y Saludable, y Salvador. Y aun ahora, todos los días le dice la Iglesia al Señor por boca de los ministros al empezar la última hora del Oficio divino: “Conviértenos, oh Dios, saludable nuestro, y aparta la ira tuya de nosotros.” Dos llagas o enfermedades hizo el pecado original a nuestra naturaleza: llenó de tinieblas el entendimiento, y debilitó con gran flaqueza la voluntad. Y Jesucristo vino a dar la salud, iluminando con su luz nuestros entendimientos, y reanimando con su calor nuestra voluntad. Así es, que muy bien dijo el ángel, que el niño se llamaría Jesús, que quiere decir, Salvador, porque: Él había de salvar a su pueblo de sus pecados. Pidamos al Señor que sane las muchas enfermedades de nuestra alma, y que con sus eficaces virtudes se digne curar la gravedad de nuestros vicios y pasiones.


2. Si Jesucristo es nuestro Salvador y nuestra salud, su divino Corazón es como la oficina de nuestra salud, porque de allí saca cuanto necesita para nuestro remedio. Por eso decía la Bienaventurada Margarita, que los abismos del Corazón de Jesús curan los abismos del nuestro. “Si estás, dice, en un abismo de desolación y de tristeza, el Corazón de Jesús es un abismo de gozo y de celestiales consolaciones; si te hallas en un abismo de temor y desconfianza, el Corazón de Jesús es un abismo de amor y de dulce esperanza; si te hallas en un abismo de sequedad y de tibieza, Él es un abismo de fervor y de santos afectos.” Y así, para todos los negros abismos de nuestras penas, y culpas, y tribulaciones y pecados, tiene abismos de consuelo, de bondad y de misericordia para curarnos, pues Él es, como decía Santa Teresa, el universal remediador de nuestros males. Presentemos a este saludable Corazón nuestras culpas y nuestras penas, para que sea nuestro socorro, nuestra medicina y la salud entera de nuestra alma.



Práctica. Llevar con resignación nuestros achaques y enfermedades.



Oración.


   Decid, Señor a mi alma: Yo soy tu salud. Sí, divino Salvador mío: Vos sois la salud de mi cuerpo debilitado; Vos me dais fuerzas para el trabajo en medio de mis achaques; pero principalmente sois la salud de mi alma; en vuestro Corazón la ponéis a descansar; con vuestras llamas la calentáis; con vuestra agua la laváis y con vuestra sangre la curáis de todas sus heridas; sangre y agua que la lanza hizo brotar de vuestro Costado para el remedio del mundo. Sanadme, pues, médico divino; curadme pues, enfermero celestial; restañad mis heridas, confortad mi flaqueza, sed mi salud en la vida y mi salud eterna después de mi muerte.






Oración par a después de la meditación.


   Corazón de mi Jesús, ya he procurado entrar en el jardín que sois Vos, meditando alguno de vuestros títulos gloriosos, o de vuestros oficios misericordiosos, o de vuestras dignidades maravillosas; ya me he sentado por algunos instantes bajo de la sombra de aquel que había deseado, y he aspirado el aroma de sus purísimas flores, y he saboreado alguno de sus frutos, dulcísimos a mi garganta. Haced, Corazón divino, que yo me nutra con tan regalados manjares, que yo no quiera habitar ya entre la turba de las criaturas; sino que en Vos ponga el dulce nido donde fomente los santos deseos, y los fervientes afectos; y que en vuestro adorable Corazón haga perpetua morada; que allí habite, pues para eso lo he escogido, y allí me vea siempre libre de mis enemigos, siempre lleno de amor para con Vos, siempre agradecido a vuestras grandes finezas; y pasando mi vida allí escondido, como el santo Job pueda allí exclamar: “En mi nidito moriré; y como la palma multiplicaré los días”, (Job. XXIX , 18) siendo trasplantado a los jardines eternos del paraíso celestial. Amén.




—Un Credo al Sagrado Corazón.




JACULATORIA. 



—Corazón de Jesús, jardín de celestiales delicias.


—En ti viva, y en ti muera, y te goce eternamente.





“JARDÍN DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS”


POR
GABINO Chávez, Pbro (1901).

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