martes, 16 de junio de 2020

JUNIO: MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. —DÉCIMO SEXTO DÍA.




Acto de Contrición.

   Adorable Salvador mío, lleno de confusión y de vergüenza, vengo a postrarme a vuestras plantas, a pediros perdón y misericordia; bien conozco, Señor, que no lo merezco, antes soy indigno de ser escuchado pues innumerables veces he despreciado la gracia recibida, abusando de vuestra bondad y clemencia; el conocimiento de mi infidelidad é inconstancia me acobarda y desalienta, porque el ingrato no es digno de nuevos favores; pero vuestra voz dulcísima me alienta y anima cuando dice: “Venid a mí todos.” ¿Conque aún es tiempo, Jesús mío? ¿puedo aun esperar el perdón y la misericordia? ¡Oh Corazón compasivo de mi Jesús! ¡Bendito seáis! a Vos me acojo, sed Vos mi asilo, mi refugio, mi esperanza y mi consuelo. Padre Eterno, mucho os he ofendido y he sido muy ingrato correspondiendo los favores con ofensas; mas ya me arrepiento muy de veras; perdonadme, y recibid en desagravio el Corazón amorosísimo de Jesús vuestro Hijo: yo os ofrezco sus méritos, sus virtudes y sus penas; y por ellos espero el perdón y la gracia de vuestro amor. Amén.


Oración preparatoria para todos los días.


   Amabilísimo Jesús mío, que con tanto amor convidasteis a la bienaventurada Margarita a que entrase en vuestro Sagrado Corazón, como en un jardín delicioso lleno de flores de admirable variedad, de incomparable hermosura y suavísima fragancia, diciéndole que escogiese cuantas le agradasen. ¡Ah Señor! permitidme entrar, aunque tan indigno, en ese jardín florido, en ese paraíso de celestiales delicias, en vuestro divino Corazón, y si queréis que escoja las flores que me agraden, yo os pido el lirio de la pureza, la rosa del amor, y la violeta de la humildad, ya que con estas las tendré todas, pues son inseparables; y teniéndolas todo mi corazón, a semejanza del vuestro, se transformará en un jardín de delicias para Vos, y entonces podré deciros con la esposa: “Venga mi Amado a su huerto.” Concededme, Señor, esta gracia; quitad de mi corazón las espinas del pecado, destruid todo lo que en él os desagrada, y plantad todas las flores que os deleiten, para que no haya en mí cosa que os disguste, ¡oh mi Dios, y mi amor, y todo mi bien! Así sea.

   





                                         DÍA DIEZ Y SEIS (16 de junio).



El Corazón de Jesús, Ornamento de la Iglesia.


1. Anunciado estaba por el profeta Isaías, que la Iglesia se llenaría de hijos por la conversión de los gentiles, y que se vestiría de ellos como de ornamento; y que como a una esposa la rodearían. (Isa. XLIX, 18). Pero si el Señor se digna mirarnos como ornamento de su esposa la Iglesia, nosotros también lo miramos a Él como al glorioso ornamento, la hermosura, el decoro de la Iglesia. La flor es el ornamento de los campos, los árboles son el ornato de las montañas; los arroyos el adorno de los prados, las lucientes nubes el adorno de los cielos, las estrellas el ornato del firmamento; pues Jesús es el jardín de flores, el río de las gracias, el árbol del manzano, la nube de protección, la estrella matutina y el más precioso ornamento de la Iglesia y del mundo. Por eso un profeta dice, que el pan de los fuertes y el vino de las vírgenes, es lo bueno y lo hermoso de la Iglesia; porque ese pan oculta a Jesucristo, “hermoso en su forma sobre todos los hijos de los hombres,” y en él “están escondidos todos los tesoros de la ciencia y sabiduría.” (Colos. II, 3). Adornemos con tan rico ornamento nuestro pecho, imitando a la esposa, que en medio del suyo lo llevaba como hermoso manojito de flores.


2. Una litera o carroza, hizo para sí el Rey Salomón; la adornó con columnas de plata, el asiento de oro, y lo de en medio lo adornó de caridad, por las hijas de Jerusalén. (Cant. III, 9-10). El cuerpo adorable del Salvador, es como el vehículo de su divinidad, su carne es la plata, su alma es el oro, y lo de en medio es su divino Corazón, encendido en llamas de caridad por las hijas de la Iglesia. Y por eso dice también el texto, que la subida o entrada, era de púrpura; porque la entrada al amoroso Corazón de Jesús, es la herida del sagrado Costado, cubierta con la púrpura de su preciosa sangre. Y en esta rica y hermosa litera, miremos el hermosísimo Corazón de nuestro Salvador, que es aquí, más que Salomón, y que es el más bello, glorioso y rico adorno de su Iglesia y de nuestro pobre corazón. Traigamos siempre su Imagen en el pecho, su alabanza en nuestra boca, su amor en nuestra alma; no rehusemos subir hasta el medio de su caridad por las gradas de púrpura del sufrimiento y los trabajos, pues otra puerta no se encuentra; y “conviene, (dice la Escritura), que por muchas tribulaciones entremos al reino de Dios.”; (Act. XIV, 21.)



Práctica. Llevar consigo el escapulario, medalla o escudo del Sagrado Corazón.



Oración.


Si el amor es el que todo lo domina, y el más noble de los sentimientos, y lo que Dios más nos pide: ¡cuán noble, cuán precioso, cuán estimable seréis Vos!, ¡Corazón ardentísimo, fuente del amor más puro, del más generoso y desinteresado! Por eso sois el encanto de los cielos, el tesoro del mundo, el más brillante ornamento de la Iglesia. Adornadme, Corazón Sagrado; quiero traer vuestra Imagen sobre mi pecho, y vuestro amor en lo más hondo de mi alma, para que Vos encumbráis su fealdad, y el Padre me mire aun con delicia, viéndoos a Vos, que sois todas las suyas, en medio de mi pobre corazón. Amén.




ORACIÓN


   Perdido estaría yo sin remedio, si no abogaseis por mí ante vuestro Padre, dulcísimo Redentor mío: vuestro Corazón me ama, me compadece, ruega por mí y me alcanza el perdón. ¡Abogado fidelísimo, a Vos me acojo!


   Cansado en el camino de la vida, abrumado con las fatigas del destierro, a vuestra sombra me siento a descansar, árbol querido; vuestro fruto es dulce a mi garganta, vuestra frescura reanima. ¡Ojalá y todos vinieran a posarse bajo este árbol de vida! ¡Felices, felices mil veces los que os conocen, amor mío; desgraciados los que no os aman! Os ruego por estos pobres, Corazón Misericordiosísimo, llamadlos, acogedlos, favorecedlos benigno. Amén. 



Oración par a después de la meditación.


   Corazón de mi Jesús, ya he procurado entrar en el jardín que sois Vos, meditando alguno de vuestros títulos gloriosos, o de vuestros oficios misericordiosos, o de vuestras dignidades maravillosas; ya me he sentado por algunos instantes bajo de la sombra de aquel que había deseado, y he aspirado el aroma de sus purísimas flores, y he saboreado alguno de sus frutos, dulcísimos a mi garganta. Haced, Corazón divino, que yo me nutra con tan regalados manjares, que yo no quiera habitar ya entre la turba de las criaturas; sino que en Vos ponga el dulce nido donde fomente los santos deseos, y los fervientes afectos; y que en vuestro adorable Corazón haga perpetua morada; que allí habite, pues para eso lo he escogido, y allí me vea siempre libre de mis enemigos, siempre lleno de amor para con Vos, siempre agradecido a vuestras grandes finezas; y pasando mi vida allí escondido, como el santo Job pueda allí exclamar: “En mi nidito moriré; y como la palma multiplicaré los días”, (Job. XXIX , 18) siendo trasplantado a los jardines eternos del paraíso celestial. Amén.




—Un Credo al Sagrado Corazón.




JACULATORIA. 

—Corazón de Jesús, jardín de celestiales delicias.

—En tí viva, y en tí muera, y te goce eternamente.




JARDÍN DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS”


POR
GABINO Chávez, Pbro (1901).




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