Puesto
de rodillas ante la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, o delante del Santísimo
Sacramento, harás la señal de la Cruz, y darás principio con el siguiente elogio.
Bendito sea el Corazón
dulcísimo de Jesús, alabado sea el corazón amabilísimo de Jesús, y mil veces
exaltado y glorificado sea el corazón de Jesús nuestro Dios, nuestro Redentor,
y nuestro amoroso Padre.
ACTO DÉ CONTRICION
Señor
mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Creador Padre y Redentor mío, en quien
creo, en quien espero; a quien amo más que a mi vida, más que a mi alma y más
que a todas las criaturas, me pesa Señor, una y mil veces me pesa entrañablemente
me pesa de haberos ofendido solo por ser vos quien sois, por ser mí Padre
amoroso por ser mí Jesús dulcísimo dignísimo de ser amado sobre todas las
cosas. Propongo firmemente con vuestra divina gracia de no volver jamás a
pecar, y reparar con la práctica de esta devoción mis tibiezas, mis frialdades,
y todos los ultrajes que por ellas hubiere hecho a vuestro dulcísimo Corazón, y
aun si me fuere posible, todos los que habéis recibido en el Augusto Sacramento
de vuestro amor en el tiempo que habéis estado expuesto a la pública adoración
en los templos y en las calles. Recibid, Jesús mío, este pequeño tributo de mi
reconocimiento en unión con todos los que os rinden vuestros devotos en todo el
orbe cristiano para mayor gloria de vuestro amabilísimo Corazón, y exaltación
de vuestro dulcísimo nombre.
Soliloquio y oración para todos los
días.
A la escuela, alma mía, a la escuela le llama
y convida con el Corazón abierto tu divino Maestro Cristo Jesús. Acepta este precioso
convite; escucha su dulce voz, atiende bien a las perfecciones del modelo que
te presenta, y no salgas de ella sin resolverte a poner por obra todas las
lecciones que te da: más antes de entrar manifiéstale tu gratitud y buenos
deseos por medio de la oración siguiente.
Dulcísimo Jesús mío que no contento con haberos
vestido del tosco sayal de nuestra frágil naturaleza para redimirnos y abrirnos
las puertas del Cielo, quisisteis también ser nuestro guía y preceptor para
enseñarnos el camino que debemos seguir para entrar en él; yo os doy gracias
por este beneficio, deseo aprovecharme de él; y aunque indigno de ser del
número de vuestros discípulos, os suplico humildemente os dignéis admitirme en
esa escuela de amor; para que aprendiendo en ella las virtudes que practicó
vuestro amante Corazón; os pueda ofrecer, como desde ahora os ofrezco el mío en
reparación de los ultrajes que ha recibido de la humana ingratitud, y me haga
digno de alcanzar la; gracia que os pido en esta Santa Novena. Recibidme divino
Maestro, dentro de vuestro Corazón, y no permitáis salga de el sin estar
penetrado de sus mismos sentimientos.
—Aquí hará cada uno la súplica
particular y después se leerá el punto de meditación correspondiente a cada
día.
Hoy
has de considerar a tú divino Maestro enseñándote
con la práctica desde la Cátedra de la Cruz aquella celestial doctrina que dio a
sus Discípulos y en ellos a todos los cristianos
cuando les dijo: ya
habéis oído que desde la antigüedad ha seguido el mundo esta máxima tenebrosa,
amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo, pero yo os digo que améis a
vuestros enemigos. Aviva pues tu fe, pasa en espíritu al Calvario,
ponte a lado de su Santísima Madre, y lo verás en aquel afrentoso
patíbulo atravesado con tres escarpias, coronado de espinas, transido de sed,
insultado y escarnecido por sus enemigos; pero tan abrasado su corazón
en las llamas de la
caridad para con los mismos que le habían crucificado y escarnecían, que no
pudiendo contenerse, pronunció aquellas palabras consoladoras: Padre,
perdónales que no saben lo que hacen: que fue lo mismo que decir: bien veis Padre
mío el estado en que me ha puesto el amor que tengo a los hombres, por todos
estoy derramando mi sangre; y por todos quiero morir sin excluir de este
beneficio al más miserable de ellos, aunque sean mis mayores enemigos; como lo
son los que me han crucificado. Ea
pues Padre mío, tened compasión de estos infelices,
hacedles conocer el enorme crimen que están cometiendo para que lo detesten, se
hagan dignos de perdón, y no se pierda en ellos el fruto de mi Pasión, porque
si su ceguedad no les hubiera impedido el conocer quién soy, jamás me hubieran
crucificado. Pater ignosce illis, quia nesciunt,
quid faciunt. Aprende de aquí a sofocar en tu corazón los resentimientos
que han concebido por los insultos y agravios personales que has recibido de tu
prójimo; pidiendo al Señor
a imitación de tu Divino Maestro le conceda auxilios poderosos para
que conozca sus extravíos, perdonándoselos cuanto es de tu parte por su amor; y
deseando reparar ahora mismo el olvido que has tenido de practicar esta
doctrina evangélica, dile con todo tu corazón…
ORACIÓN.
¡Oh
Corazón magnánimo y generoso de Jesús! ¿Qué agravios
puedo yo haber recibido de mis prójimos; que puedan compararse con los que Vos
recibisteis de vuestros enemigos, y con los que yo mismo he tenido el
atrevimiento de haceros en el discurso de mi vida? Y con todo ¿es posible que
viéndoos tan compasivo para con todos los que os agraviaron, sienta tanta repugnancia
para compadecerme de mis perseguidores? ¡Oh Dios mío, Dios mío! ¡Cuánta ha sido la dureza y pesadez de mi corazón para no
haberme dejado atraer de los grandes ejemplos del vuestro! Mas ya no ha de ser así Jesús mío. Yo
quiero seguiros por el camino que me enseñáis perdonando por vuestro amor todos
los agravios que se me han hecho o se me hicieren, no desviándome ni a la
diestra ni a la siniestra de las reglas de la caridad que tenéis prescrita a
vuestros Discípulos. Sostenedme Dios mío en estos Santos propósitos; dadme
gracias poderosas para cumplirlos, para que conservando ilesa la caridad que es
la principal divisa de los devotos de vuestro Corazón, os ame y posea por una
eternidad. Amén.
—Después de La lección se rezará cinco veces
el Padre nuestro y otras tantas el Gloria Patri, en reverencia de las virtudes
significadas en los atributos con que el Divino Corazón se dejó ver a la
Venerable Margarita de Alacoque.
Gozos AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS.
Escuela
de perfección
y
de virtudes modelo
¡Oh Divino Corazón!
dad
a los nuestros consuelo.
Por
curar la inobediencia
causa
del primer pecado
rendiste
al padre humillado
la
más perfecta obediencia:
para
enseñarme esta ciencia
bajaste
del alto Cielo.
¡Oh Divino Corazón!
A
pesar de ser Señor
del
mundo y de sus riquezas,
de
la más alta pobreza
fuiste
maestro y seguidor:
tu
Celestial esplendor
cubriste
con ese velo.
¡Oh Divino Corazón!
De
una cándida Azucena,
Lirio
Divino nacisteis,
y
al Virgen Juan distinguiste
ya
en la Cruz ya en la cena:
lo
impuro te causo pena
la
inmodestia desconsuelo,
¡Oh Divino Corazón!
Siendo
el Mesías deseado
de
todo el orbe, te veo
sentenciado
como reo,
y
del pueblo desechado:
al
verle tan humillado
de
luto se cubrió el Cielo.
¡Oh Divino Corazón!
¿Quién
podrá la magnitud
de
tu paciencia entender,
si
fué un puro padecer
desde
el pesebre a la Cruz?
ejercer
esta virtud
fue
siempre tu ansia y desvelo.
¡Oh Divino Corazón!
¡Qué
dulce, qué enternecido
recibes
al pecador,
si
reconoce su error
y
te busca arrepentido!
su
culpa echas en olvido,
y
lo levantas del suelo.
¡Oh Divino Corazón!
En
el templo te indignaste
al
ver a ciertos profanos
y
aun con tus benditas manos
de
aquel lugar los echaste
con
esto nos enseñaste
cuál
debe ser nuestro celo
¡Oh Divino Corazón!
Por
todos los pecadores
hiciste
al Padre oración,
porque
con esta lección
imitemos
tus fervores;
tan
amorosos ardores
deshagan
el duro yelo.
¡Oh Divino Corazón!
Las
llamas que te rodean;
y
en que te estás abrasando
nos
están manifestando
que
entre caridad campeas;
las
espinas son preseas,
y
la Cruz todo tu, anhelo,
¡Oh
Divino Corazón!
Escuela
de perfección
y
de virtudes modelo
¡Oh Divino Corazón!
dad
a los nuestros consuelo.
Oración.
—Obrad con vuestro siervo
según vuestra misericordia.
—Y enseñadme vuestras
justificaciones.
Haced; o Señor Jesus, que nos vistamos con las virtudes de
vuestro Santísimo Corazón, y seamos inflamados con sus afectos, para que,
conformándonos con la imagen de vuestra bondad, merezcamos participar del fruto
de vuestra Redención. Amén.
Compuesta por el Padre Fr. Casimiro
Díaz Acebedo—1844.
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