sábado, 27 de junio de 2020

NOVENA LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. DÍA SEXTO.





COMENZAMOS: 23 de junio.



FINALIZAMOS: 1º de julio día de su festividad.





—Puesto de rodillas delante de alguna Imagen de Nuestro Señor Jesucristo se dice el siguiente:





ACTO DE CONTRICIÓN.




Señor mío Jesucristo Dios y hombre verdadero, rico en misericordias y piedades, que, para darnos la más realzada prueba de tu ardiente caridad, e infinito amor hacia nosotros, derramaste todo el inestimable licor de tu Preciosísima Sangre, en tanto grado, que después de haber expirado en la cruz para nuestro remedio, quisiste que aquella cruel lanza te sacase la poca que había quedado en tu ya difunto cuerpo: todo a fin de que conociésemos los hombres el infinito amor con que solicitas nuestra salvación. Pero ¡Oh Jesús mío! ¿qué es lo que encuentras en los mismos hombres en recompensa de tanto amor? ¿Qué? ingratitudes, ofensas, pecados y transgresiones de tu suave y santa ley. Esto es verdad, y ojalá y no lo fuera. Ya lo confieso mi Dios delante del cielo, y de la tierra. Ingratamente te he agraviado. Te he ofendido con el continuo quebrantamiento de tus santos Mandamientos; pero si lo que quieres de mí y de todo pecador es, que se convierta a ti y viva eternamente, heme aquí arrepentido de lo íntimo de mi corazón. Pésame mi Jesús de haberte ofendido. Quisiera morir a la fuerza del dolor de haber pecado. Perdóname mi Jesús que yo te doy palabra de ser en lo de adelante (ayudado de tu divina gracia) muy otro de lo que hasta aquí he sido. No se malogre en mí tanta Sangre derramada. En este rico tesoro de tu Sangre Preciosísima pongo toda mi esperanza para alcanzar el perdón de tantas ofensas. Misericordia Señor, ten misericordia de mí por tu Preciosísima Sangre. Amén.





ORACIÓN AL ETERNO PADRE. (se repite todos los días).




   ¡Oh Padre Eterno y Dios de todos los consuelos! Atended benigno, y oíd misericordioso los clamores que desde la tierra os envía la derramada Sangre de vuestro unigénito Hijo; vertida toda en beneficio de sus hermanos los hombres, para reconciliarlos con vuestra divina Majestad, y satisfacer por ellos sobreabundantemente la deuda de sus culpas y pecados, que tanto irritan vuestra divina Justicia, y por respeto suyo perdonadnos Misericordiosísimo Padre, y derramad sobre nosotros vuestras paternales bendiciones, concediéndonos eficaces auxilios para detestar las culpas, amaros y serviros en todo el discurso de nuestra vida, y otorgarnos benigno por su Preciosísima Sangre, lo que en esta Novena solicitamos, si es conforme a vuestro divino beneplácito; y si no lo es conformad nuestra voluntad con la vuestra, para que agradándoos en todo, y en nada ofendiéndoos, os sirvamos fielmente hasta la muerte y después de ella os gocemos en la Gloria por los siglos de los siglos. Amén.






MEDITACIÓN: DÍA SEXTO (28 de junio).




Contempla, alma mía, como pasada aquella cruel carnicería de los desapiadados azotes, con que atormentaron a tu dulcísimo Jesús, le previenen otro cruelísimo martirio que fué el de la coronación de espinas, y para esto considera que formaron la corona de juncos marinos, sobre manera gruesos, haciéndola en forma de casquete, dejándola maliciosamente estrecha, de modo que entrara en la divina cabeza sumamente forzada para causarle mayor dolor y tormento: en efecto; acabada que fué la inhumana corona la trajeron, y con mucha irrisión y mofa, hincándole la rodilla, por burla, y tratándole como á fatuo, se la ponen sobre su sagrada cabeza; y luego cogiendo unas horquillas de palo, la fueron encajando a fuerza de golpes, con tal fiereza, que le pasaron las espinas el cráneo hasta llegar a sus divinos ojos, comenzando a derramar royos de Sangre por los cabellos y todo el soberano rostro entrándose por los ojos y boca santísima, en tanta abundancia, que quedó (según Santa Brígida) la divina cabeza como si la hubieran metido en una tina de sangre. Medita ahora, alma, que, atendiendo tu maltratado Jesús a su preciosísima Sangre derramada por la tierra, le oyes seguir hablando con ella, con las palabras de Job arriba citadas: térra ne operías Sanguinem meum. Oh tierra ya santificada con mi Sangre, no la encubras ni la tapes, porque ya que el hombre no haga servicios, ni obras que puedan alegar delante de mi Padre Eterno, ni en que pueda estribar su confianza, quedando esta mi Sangre descubierta y patente, confié en ella, y se la presente a mi Padre; pues basta para satisfacerle cuantas veces le ofendiere, si arrepentido se vale de ella. No sepultes ni ahogues sus súplicas, para que, si las voces del hombre fueren tibias, y no merecieren que mi Padre las oiga, alcance por esta mi derramada Sangre y méritos, lo que por sus obras desmerece.
Con estos sentimientos santos anímate, alma mía, y acógete llena de confianza a esta preciosísima Sangre, presentándosela al Padre Eterno para alcanzar perdón de tus culpas.


—Se rezan tres credos con Gloria Patri.





ORACIÓN.



   ¡Oh atormentado y afligido Jesús de mi vida! Que no contento con haber sufrido el inhumano tormento de los azotes, derramando en aquella helada columna arroyos de tu preciosísima Sangre, quisiste sufrir el inexplicable martirio de ser coronado de agudas y penetrantes espinas, con las que te atravesaron tu divina cabeza, pasando sus agudas puntas hasta lastimar los hermosos luceros de tus ojos, y corriendo todo tu cuello y cuerpo santísimo, todo a fin de manifestarme lo excesivo de tu amor, y lo ardiente de tu caridad, y el deseo que tienes de mi salvación: haz pues, Jesús de mi vida, que conociendo el inmenso beneficio que tan liberal me haces con este abundantísimo riego de tu sagrada Sangre, sepa aprovecharme de ella para poner los proporcionados medios para asegurar mi salvación; y no permitas que con la reincidencia y repetición de mis culpas, me haga indigno de los celestiales tesoros que con ella pretendes darme, sino que preciándola y venerándola como es debido, fructifique en mi alma obras heroicas y propias de un cristiano, esto es, de un discípulo de Cristo, para que con ellas unidas a esta tu derramada Sangre, merezca en esta vida la gracia final, para pasar a alabarte y gozarte en la eterna gloria, por los siglos de los siglos. Amén.










—Se reza una Ave María a nuestra Señora y se concluye todos los días con esta…





ORACIÓN.



¡Oh Purísima Virgen María dignísima Madre de mi Señor Jesucristo! dígnate Señora mía de ofrecer al Eterno Padre la Preciosísima Sangre que tú ministraste a tu Santísimo Hijo en la Encarnación, para que derramándola toda por redimirnos, nos abriese las puertas del paraíso que el pecado tenia cerradas; y alcánzanos de su majestad amor a la virtud, y aborrecimiento al pecado, y lo que en esta Novena pedimos si es de su divino beneplácito: y juntamente la exaltación de la santa fe católica; la destrucción de las herejías, vicios, y pecados mortales; la perpetua paz entre los cristianos Príncipes; la conversión de los pecadores; la libertad de los cautivos; el descanso de las almas santas del Purgatorio: y finalmente la perseverancia en gracia de los Justos, para que aprovechándonos todos de este infinito tesoro de la derramada Sangre de tu Santísimo Hijo, acabemos nuestra mortal vida en su divina gracia, para gozarle en su gloria por todos los siglos de los siglos. Amén.



—La Preciosísima Sangre de Jesús nos favorezca en la vida, y en la muerte. Amén.

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