lunes, 15 de junio de 2020

JUNIO: MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. —DÉCIMO QUINTO DÍA.





Acto de Contrición.

   Adorable Salvador mío, lleno de confusión y de vergüenza, vengo a postrarme a vuestras plantas, a pediros perdón y misericordia; bien conozco, Señor, que no lo merezco, antes soy indigno de ser escuchado pues innumerables veces he despreciado la gracia recibida, abusando de vuestra bondad y clemencia; el conocimiento de mi infidelidad é inconstancia me acobarda y desalienta, porque el ingrato no es digno de nuevos favores; pero vuestra voz dulcísima me alienta y anima cuando dice: “Venid a mí todos.” ¿Conque aún es tiempo, Jesús mío? ¿puedo aun esperar el perdón y la misericordia? ¡Oh Corazón compasivo de mi Jesús! ¡Bendito seáis! a Vos me acojo, sed Vos mi asilo, mi refugio, mi esperanza y mi consuelo. Padre Eterno, mucho os he ofendido y he sido muy ingrato correspondiendo los favores con ofensas; mas ya me arrepiento muy de veras; perdonadme, y recibid en desagravio el Corazón amorosísimo de Jesús vuestro Hijo: yo os ofrezco sus méritos, sus virtudes y sus penas; y por ellos espero el perdón y la gracia de vuestro amor. Amén.


Oración preparatoria para todos los días.


   Amabilísimo Jesús mío, que con tanto amor convidasteis a la bienaventurada Margarita a que entrase en vuestro Sagrado Corazón, como en un jardín delicioso lleno de flores de admirable variedad, de incomparable hermosura y suavísima fragancia, diciéndole que escogiese cuantas le agradasen. ¡Ah Señor! permitidme entrar, aunque tan indigno, en ese jardín florido, en ese paraíso de celestiales delicias, en vuestro divino Corazón, y si queréis que escoja las flores que me agraden, yo os pido el lirio de la pureza, la rosa del amor, y la violeta de la humildad, ya que con estas las tendré todas, pues son inseparables; y teniéndolas todo mi corazón, a semejanza del vuestro, se transformará en un jardín de delicias para Vos, y entonces podré deciros con la esposa: “Venga mi Amado a su huerto.” Concededme, Señor, esta gracia; quitad de mi corazón las espinas del pecado, destruid todo lo que en él os desagrada, y plantad todas las flores que os deleiten, para que no haya en mí cosa que os disguste, ¡oh mi Dios, y mi amor, y todo mi bien! Así sea.






                                         DÍA QUINCE (15 de junio).



El Corazón de Jesús, Nido de amor.


1- ¿Quién podrá fiarse del que no tiene un nido, sino que pernocta donde se le oscurece, y anda vagabundo de tierra en tierra? pregunta Salomón; (Eccl. XXXVI. 28) y en otro pasaje dice: “el que cambia su lugar es como el ave que transmigra de su nido.” (Prov. XXVII. 8.) Y así, el alma necesita como las aves, de un nido donde morar, donde descansar, donde guarecerse y defenderse, para no andar vagueando de lugar en lugar, de criatura en criatura, o como si dijéramos, de miseria en miseria; y este lugar de descanso, esta morada, este nido, no puede ser otro que el Señor que nos abriga, nos protege y nos recrea. Y así como el ave en las tempestades huye y se acoge a su nido para libertarse de sus furores, y no verse arrebatada por los vientos, así el alma en las tentaciones y en las penas de la vida se acoge al Señor, y bajo su protección se esconde y se coloca para librarse de la tormenta.


2. Mas, así como el nido suele encontrarse en lo más interno y secreto del árbol, así podemos decir muy; bien que el nido del alma es el sacratísimo Corazón de Jesús, escondido dentro de su pecho, pero al cual penetra el ave a esconderse por el claro y abertura del herido costado. “Encontró el pájaro una guarida y la tórtola un nido donde poner sus polluelos.” (Salm. LXXXIII. 4). El alma que gime por el dolor de sus pecados, y por la ausencia del Señor, es la tórtola, que nunca hace oír mejor su voz que cuando mora en su nido caliente y suave del Corazón de Jesucristo, y allí fomenta y nutre sus deseos, y allí guarda sus aspiraciones hasta que crezcan y sepan volar a las alturas. ¡Qué dulce es esta meditación, y cómo inspira amor, y confianza y agradecimiento! En el nido precioso de ese divino Corazón quiero dormir, y llorar, y morar toda mi vida, y como el Santo Job de su casa decía, así digo yo de esta mía, “que en mi nidito quiero morir para multiplicar mis días como la palma,” pues si ella vive mil años, yo viviré para siempre en la patria celestial.



Práctica. Gemir como tórtola ante el Santísimo Sacramento, por nuestros pecados é ingratitudes.



Oración.


   Mi corazón halló un nido donde poner sus polluelos, dice el Salmo; y ese nido dulce, abrigado, seguro, caliente, firme y resguardado, es, Señor, vuestro amorosísimo Corazón. Allí ponemos nuestros deseos para que salgan a luz y se conviertan en obras de vuestro servicio; allí nos escondemos de los buitres del infierno; allí nos guarecemos de las tempestades del alma; allí nos libertamos de los tiros del mundo; allí nos calentamos al calor de vuestras llamas. Y ese nido está en vuestros altares; ¡oh Dios de las virtudes! Como añade el Salmista; ese nido sois Vos, ¡Rey mío y Dios mío! Que yo os ame; que os busque; que en Vos me esconda; ¡que en Vos viva y que en Vos muera dulcemente! Amén.





Oración par a después de la meditación.


   Corazón de mi Jesús, ya he procurado entrar en el jardín que sois Vos, meditando alguno de vuestros títulos gloriosos, o de vuestros oficios misericordiosos, o de vuestras dignidades maravillosas; ya me he sentado por algunos instantes bajo de la sombra de aquel que había deseado, y he aspirado el aroma de sus purísimas flores, y he saboreado alguno de sus frutos, dulcísimos a mi garganta. Haced, Corazón divino, que yo me nutra con tan regalados manjares, que yo no quiera habitar ya entre la turba de las criaturas; sino que en Vos ponga el dulce nido donde fomente los santos deseos, y los fervientes afectos; y que en vuestro adorable Corazón haga perpetua morada; que allí habite, pues para eso lo he escogido, y allí me vea siempre libre de mis enemigos, siempre lleno de amor para con Vos, siempre agradecido a vuestras grandes finezas; y pasando mi vida allí escondido, como el santo Job pueda allí exclamar: “En mi nidito moriré; y como la palma multiplicaré los días”, (Job. XXIX , 18) siendo trasplantado a los jardines eternos del paraíso celestial. Amén.




—Un Credo al Sagrado Corazón.




JACULATORIA. 



—Corazón de Jesús, jardín de celestiales delicias.


—En ti viva, y en ti muera, y te goce eternamente. 





JARDÍN DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS”


POR
GABINO Chávez, Pbro (1901).




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