martes, 30 de junio de 2020

JUNIO: MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. —DÍA TRIGÉSIMO.




Acto de Contrición.

   Adorable Salvador mío, lleno de confusión y de vergüenza, vengo a postrarme a vuestras plantas, a pediros perdón y misericordia; bien conozco, Señor, que no lo merezco, antes soy indigno de ser escuchado pues innumerables veces he despreciado la gracia recibida, abusando de vuestra bondad y clemencia; el conocimiento de mi infidelidad é inconstancia me acobarda y desalienta, porque el ingrato no es digno de nuevos favores; pero vuestra voz dulcísima me alienta y anima cuando dice: “Venid a mí todos.” ¿Conque aún es tiempo, Jesús mío? ¿puedo aun esperar el perdón y la misericordia? ¡Oh Corazón compasivo de mi Jesús! ¡Bendito seáis! a Vos me acojo, sed Vos mi asilo, mi refugio, mi esperanza y mi consuelo. Padre Eterno, mucho os he ofendido y he sido muy ingrato correspondiendo los favores con ofensas; mas ya me arrepiento muy de veras; perdonadme, y recibid en desagravio el Corazón amorosísimo de Jesús vuestro Hijo: yo os ofrezco sus méritos, sus virtudes y sus penas; y por ellos espero el perdón y la gracia de vuestro amor. Amén.




Oración preparatoria para todos los días.


   Amabilísimo Jesús mío, que con tanto amor convidasteis a la bienaventurada Margarita a que entrase en vuestro Sagrado Corazón, como en un jardín delicioso lleno de flores de admirable variedad, de incomparable hermosura y suavísima fragancia, diciéndole que escogiese cuantas le agradasen. ¡Ah Señor! permitidme entrar, aunque tan indigno, en ese jardín florido, en ese paraíso de celestiales delicias, en vuestro divino Corazón, y si queréis que escoja las flores que me agraden, yo os pido el lirio de la pureza, la rosa del amor, y la violeta de la humildad, ya que con estas las tendré todas, pues son inseparables; y teniéndolas todo mi corazón, a semejanza del vuestro, se transformará en un jardín de delicias para Vos, y entonces podré deciros con la esposa: “Venga mi Amado a su huerto.” Concededme, Señor, esta gracia; quitad de mi corazón las espinas del pecado, destruid todo lo que en él os desagrada, y plantad todas las flores que os deleiten, para que no haya en mí cosa que os disguste, ¡oh mi Dios, y mi amor, y todo mi bien! Así sea.








DÍA TREINTA (30 de junio).




El Corazón de Jesús, vida del alma.


1-  Nuestro divino Salvador es al mismo tiempo nuestra vida, y el que nos da la vida y el sustento de nuestra vida. Nuestra vida se llamó cuando dijo: “yo soy camino, verdad y vida.” (Joan. XIV, 6). Es el que nos da y nos aumenta la vida, pues también pronunció estas palabras: “Yo vine para que tengan vida, y para que la tengan con más abundancia” (Joan X, 10). Y es el alimentó de nuestra vida, pues aseguró que el pan que daría, sería su carne para la vida del mundo. (Joan VI, 52). Es también como el medio en que pasa nuestra vida, pues dice el Apóstol, que “en Él vivimos, nos movemos y existimos.” (Act. XVII, 28). Jesucristo es como el alma de nuestra alma, y la vida de nuestra vida, pues el apóstol San Pablo decía de sí mismo: “Vivo yo. mas ya no yo, sino Cristo es quien vive en mí:” (Galat. II, 20). Y pues amamos tanto nuestra vida, amemos a nuestro Señor Jesucristo que nos la da, nos la sustenta, nos la aumenta, y se hace a sí mismo vida nuestra.


2. La vida natural que gozamos, depende del corazón; Santo Tomás observa con los sabios antiguos, que en el hombre el corazón es lo primero que vive y lo último que muere. Y si la vida natural de nuestro amado Redentor, como la nuestra, (pues es verdadero hombre), reside en el corazón y de él depende, claro es que ese divino Corazón nos da la vida, y en cierto modo nos anima, nos conserva y nos alienta. Con razón San Bernardo lo saluda diciendo que la muerte “entró en aquel aposento, en donde vive la vida del mundo.” ¿Que sentirían aquellas almas a quienes el Señor tocaba el corazón con el suyo inflamado, como la Bienaventurada Margarita, o cambiaba los corazones como Santa Catalina de Sena?... Mas si no podemos aspirar a tan estupendas mercedes: pero sí podemos esmerarnos en vivir con la vida del Sagrado Corazón de Jesús, imitando sus virtudes, siendo mansos y humildes, llenos de compasión con los pecadores, de bondad con todos nuestros prójimos, y de amor y caridad para con Dios. Así viviremos de alguna manera la vida divina del Santísimo Corazón del Salvador.




Práctica. Recobrad o aumentad la vida del alma por el Sacramento de la penitencia.




Oración.


   Vos solo sois, Señor, mi vida: con Vos vivo y sin Vos muero; vivid en mi memoria por el continuo recuerdo de vuestros beneficios; vivid en mi pensamiento por la meditación de vuestras grandezas; vivid en mi voluntad por el amor más ardiente y más puro; vivid en todo mi sér, para que ya que Vos sois un Dios vivo y verdadero, encuentre yo en vuestro vivífico Corazón la vida del alma, la vida de la gracia, y después la vida inmortal de la gloria. Amén.






Oración par a después de la meditación.


   Corazón de mi Jesús, ya he procurado entrar en el jardín que sois Vos, meditando alguno de vuestros títulos gloriosos, o de vuestros oficios misericordiosos, o de vuestras dignidades maravillosas; ya me he sentado por algunos instantes bajo de la sombra de aquel que había deseado, y he aspirado el aroma de sus purísimas flores, y he saboreado alguno de sus frutos, dulcísimos a mi garganta. Haced, Corazón divino, que yo me nutra con tan regalados manjares, que yo no quiera habitar ya entre la turba de las criaturas; sino que en Vos ponga el dulce nido donde fomente los santos deseos, y los fervientes afectos; y que en vuestro adorable Corazón haga perpetua morada; que allí habite, pues para eso lo he escogido, y allí me vea siempre libre de mis enemigos, siempre lleno de amor para con Vos, siempre agradecido a vuestras grandes finezas; y pasando mi vida allí escondido, como el santo Job pueda allí exclamar: “En mi nidito moriré; y como la palma multiplicaré los días”, (Job. XXIX , 18) siendo trasplantado a los jardines eternos del paraíso celestial. Amén.




—Un Credo al Sagrado Corazón.




JACULATORIA. 



—Corazón de Jesús, jardín de celestiales delicias.


—En ti viva, y en ti muera, y te goce eternamente.




“JARDÍN DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS”


POR
GABINO Chávez, Pbro (1901).





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