miércoles, 24 de junio de 2020

NOVENA LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. DÍA TERCERO.





COMENZAMOS: 23 de junio.


FINALIZAMOS: 1º de julio día de su festividad.




—Puesto de rodillas delante de alguna Imagen de Nuestro Señor Jesucristo se dice el siguiente:





ACTO DE CONTRICIÓN.




Señor mío Jesucristo Dios y hombre verdadero, rico en misericordias y piedades, que, para darnos la más realzada prueba de tu ardiente caridad, e infinito amor hacia nosotros, derramaste todo el inestimable licor de tu Preciosísima Sangre, en tanto grado, que después de haber expirado en la cruz para nuestro remedio, quisiste que aquella cruel lanza te sacase la poca que había quedado en tu ya difunto cuerpo: todo a fin de que conociésemos los hombres el infinito amor con que solicitas nuestra salvación. Pero ¡Oh Jesús mío! ¿qué es lo que encuentras en los mismos hombres en recompensa de tanto amor? ¿Qué? ingratitudes, ofensas, pecados y transgresiones de tu suave y santa ley. Esto es verdad, y ojalá y no lo fuera. Ya lo confieso mi Dios delante del cielo, y de la tierra. Ingratamente te he agraviado. Te he ofendido con el continuo quebrantamiento de tus santos Mandamientos; pero si lo que quieres de mí y de todo pecador es, que se convierta a ti y viva eternamente, heme aquí arrepentido de lo íntimo de mi corazón. Pésame mi Jesús de haberte ofendido. Quisiera morir a la fuerza del dolor de haber pecado. Perdóname mi Jesús que yo te doy palabra de ser en lo de adelante (ayudado de tu divina gracia) muy otro de lo que hasta aquí he sido. No se malogre en mí tanta Sangre derramada. En este rico tesoro de tu Sangre Preciosísima pongo toda mi esperanza para alcanzar el perdón de tantas ofensas. Misericordia Señor, ten misericordia de mí por tu Preciosísima Sangre. Amén.





ORACIÓN AL ETERNO PADRE. (se repite todos los días).




   ¡Oh Padre Eterno y Dios de todos los consuelos! Atended benigno, y oíd misericordioso los clamores que desde la tierra os envía la derramada Sangre de vuestro unigénito Hijo; vertida toda en beneficio de sus hermanos los hombres, para reconciliarlos con vuestra divina Majestad, y satisfacer por ellos sobreabundantemente la deuda de sus culpas y pecados, que tanto irritan vuestra divina Justicia, y por respeto suyo perdonadnos Misericordiosísimo Padre, y derramad sobre nosotros vuestras paternales bendiciones, concediéndonos eficaces auxilios para detestar las culpas, amaros y serviros en todo el discurso de nuestra vida, y otorgarnos benigno por su Preciosísima Sangre, lo que en esta Novena solicitamos, si es conforme a vuestro divino beneplácito; y si no lo es conformad nuestra voluntad con la vuestra, para que agradándoos en todo, y en nada ofendiéndoos, os sirvamos fielmente hasta la muerte y después de ella os gocemos en la Gloria por los siglos de los siglos. Amén.





MEDITACIÓN: DÍA TERCERO (25 de junio).



Vuelve o alma mía, a aquel misterioso huerto, teatro memorable de las agonías y congojas de tu atribulado Jesús, y considera cuan excesiva, y terrible sería la angustia, y congoja de aquel deífico corazón, pues con tal fuerza le hizo hervir la Sangre, que le llegó a brotar por todos los poros de su santo cuerpo, y tan copiosamente que corría hilo a hilo, hasta la tierra. Dime alma: ¿pueden darse mayores pruebas que éstas de congoja, y agonía? ¿ha habido hombre jamás a quien haya sucedido cosa semejante, sin haber perdido la vida? En el entretanto que tú las consideras, medita como viendo tu amante Jesús la tierra empapada y humedecida con aquella Sangre preciosísima se vuelve a la misma tierra, y le dice las palabras del Santo Job arriba citadas: terra, ne operías Sanguinem meum. ¡Oh tierra, y que dichosa eres; una vez te maldije por el pecado del hombre con lo que quedaste estéril, y disté fruto de abrojos! Pero ya has quedado llena de bendiciones, después que con mi Sangre te regué, después que con, mi rostro, espejo de mi Eterno Padre y rayo de su resplandor, te di la paz que prometían a los hombres los Ángeles en mi nacimiento; pues ahora te ruego, tierra mía, que no encubras ni ahogues mi Sangre, ni haya en tí lugar donde se sepulten mis clamores, para que el hombre oiga sus voces, y le conste enteramente que la derramé por él, y le dejo en ella un riquísimo tesoro con que pague todas sus deudas por muchas que ellas sean, y se liberte de la tiranía en que vive. No la cubras que servirá de saludable baño para que mis amados los hombres limpien sus almas, y saquen de ellas las manchas de sus culpas, para que con ella tiñan sus obras todas, y tengan el fino color y valor de meritorias, y alcancen por ellas el resplandor de la gloria. No la cubras para que sepan que hallaran en ella todos los bienes juntos, y que, si saben y quieren aprovecharse de su virtud, de tierra (que son) vendrán a parecer cielo.
Medita todo esto alma mía con mucho espacio, y ternura, y aprovéchate de este rico tesoro.



—Se rezan tres credos con Gloria Patri.







ORACIÓN.


   ¡Oh liberalísimo y amorosísimo Jesús de mi vida! que pródigo de tus finezas has querido darme la más irrefragable prueba de tu amor, derramando en el huerto tu preciosísima Sangre en tanta abundancia, que corrió sobre la tierra, manifestando el deseo que tienes de que ésta no la encubra o esconda; sino que teniéndola siempre patente y manifiesta, acabemos de conocer los ingratos hombres el inestimable tesoro que en ella tenemos, y nos aprovechemos de tan saludable medicina para la curación perfecta de nuestras almas enfermas con las culpas: haz, Señor, que cooperando nosotros de nuestra parte, logremos tan celestiales efectos; y que meditando continuamente en tan amarguísima Pasión, ésta memoria nos traiga siempre compungidos y contritos de haber sido causa con nuestras culpas de tus penas, para que aprovechándonos de tu derramada Sangre, produzcan nuestras almas obras de tu sacratísimo agrado; para que cumpliendo exactamente con los preceptos de tu acertada y santa ley, acabemos la vida en tu gracia, para gozarte en tu gloria. Amén. 





—Se reza una Ave María a nuestra Señora y se concluye todos los días con esta…




ORACIÓN.



¡Oh Purísima Virgen María dignísima Madre de mi Señor Jesucristo! dígnate Señora mía de ofrecer al Eterno Padre la Preciosísima Sangre que tú ministraste a tu Santísimo Hijo en la Encarnación, para que derramándola toda por redimirnos, nos abriese las puertas del paraíso que el pecado tenia cerradas; y alcánzanos de su majestad amor a la virtud, y aborrecimiento al pecado, y lo que en esta Novena pedimos si es de su divino beneplácito: y juntamente la exaltación de la santa fe católica; la destrucción de las herejías, vicios, y pecados mortales; la perpetua paz entre los cristianos Príncipes; la conversión de los pecadores; la libertad de los cautivos; el descanso de las almas santas del Purgatorio: y finalmente la perseverancia en gracia de los Justos, para que aprovechándonos todos de este infinito tesoro de la derramada Sangre de tu Santísimo Hijo, acabemos nuestra mortal vida en su divina gracia, para gozarle en su gloria por todos los siglos de los siglos. Amén.




—La Preciosísima Sangre de Jesús nos favorezca en la vida, y en la muerte. Amén.



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