miércoles, 24 de junio de 2020

JUNIO: MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. —DÍA VIGÉSIMO CUARTO.





Acto de Contrición.


   Adorable Salvador mío, lleno de confusión y de vergüenza, vengo a postrarme a vuestras plantas, a pediros perdón y misericordia; bien conozco, Señor, que no lo merezco, antes soy indigno de ser escuchado pues innumerables veces he despreciado la gracia recibida, abusando de vuestra bondad y clemencia; el conocimiento de mi infidelidad é inconstancia me acobarda y desalienta, porque el ingrato no es digno de nuevos favores; pero vuestra voz dulcísima me alienta y anima cuando dice: “Venid a mí todos.” ¿Conque aún es tiempo, Jesús mío? ¿puedo aun esperar el perdón y la misericordia? ¡Oh Corazón compasivo de mi Jesús! ¡Bendito seáis! a Vos me acojo, sed Vos mi asilo, mi refugio, mi esperanza y mi consuelo. Padre Eterno, mucho os he ofendido y he sido muy ingrato correspondiendo los favores con ofensas; mas ya me arrepiento muy de veras; perdonadme, y recibid en desagravio el Corazón amorosísimo de Jesús vuestro Hijo: yo os ofrezco sus méritos, sus virtudes y sus penas; y por ellos espero el perdón y la gracia de vuestro amor. Amén.



Oración preparatoria para todos los días.


   Amabilísimo Jesús mío, que con tanto amor convidasteis a la bienaventurada Margarita a que entrase en vuestro Sagrado Corazón, como en un jardín delicioso lleno de flores de admirable variedad, de incomparable hermosura y suavísima fragancia, diciéndole que escogiese cuantas le agradasen. ¡Ah Señor! permitidme entrar, aunque tan indigno, en ese jardín florido, en ese paraíso de celestiales delicias, en vuestro divino Corazón, y si queréis que escoja las flores que me agraden, yo os pido el lirio de la pureza, la rosa del amor, y la violeta de la humildad, ya que con estas las tendré todas, pues son inseparables; y teniéndolas todo mi corazón, a semejanza del vuestro, se transformará en un jardín de delicias para Vos, y entonces podré deciros con la esposa: “Venga mi Amado a su huerto.” Concededme, Señor, esta gracia; quitad de mi corazón las espinas del pecado, destruid todo lo que en él os desagrada, y plantad todas las flores que os deleiten, para que no haya en mí cosa que os disguste, ¡oh mi Dios, y mi amor, y todo mi bien! Así sea.








 DÍA VEINTICUATRO (24 de junio).




El Corazón de Jesús, Roca de fortaleza.


1. Una de las expresiones de que hace más uso el Santo Rey David para aplicarla al Señor, es la de Roca de fortaleza, porque como en las guerras se halla abrigo tras de una roca para libertarse de los tiros del enemigo, y allí se ponen fuerzas para combatirlo, así en el perpetuo combate de nuestra vida, tras del Señor nos libramos de las asechanzas del demonio, y fortalecidos por él y con él, combatimos con ventaja a nuestros enemigos. San Agustín dice hermosamente: “si en el campo estamos, es Jesús roca contra los enemigos; si en el mar navegamos, es roca contra el furor de las tempestades; si la lluvia nos sobrecoge, es roca que nos da guarida; si las espinas de los pecados nos cercan, es roca de refugio para los erizos: en todas partes Jesucristo es la roca viva, fuerte e inexpugnable que nos sigue.” Acojámonos pues, en todas nuestras tempestades y tentaciones a esta roca fortísima, y seremos libertados y defendidos.


2. Sedientos en el desierto los israelitas, hirió Moisés una roca con su vara prodigiosa, y al punto brotaron de la dura piedra raudales de agua fresca y cristalina que apaciguaren la sed. del pueblo. El Corazón de Jesús es esta roca fuerte, aunque blanda, que herida por la lanza de uno de los soldados, brotó roja sangre y agua cristalina que embriagan y refrescan, y nutren y corroboran al pueblo cristiano. Es además el Corazón del Salvador aquella roca en cuya abertura desea oír la voz de su amada, porque gusta de escucharlos clamores de nuestra oración, cuando pedimos por virtud de sus sacrosantas llagas y en especial por la herida de su divino costado, y sacro real Corazón. Abriguémonos bajo esa roca protectora, defendámonos allí de los tiros del enemigo, y moremos en la escondida y dulce caverna de su amorosísimo corazón.



Práctica. Dar o destruir algún objeto querido como sacrificio al Corazón de Jesús.


Oración.


   San Pablo dice que al pueblo de Israel le seguía una piedra, y que la piedra era Cristo. Vos sois, Señor, la roca que, herida con la vara de la oración, brota para nosotros las aguas saludables de la gracia. Vos sois la roca en que anidan las águilas reales, las almas fervorosas que os aman a Vos solo, y que se apartan de las cosas terrenas para tener, como San Pablo, su conversación en los cielos. ¡Cuando seré yo una de estas almas, Amor mío y dueño mío! ¡Cuándo viviré en vuestro Corazón adorable, como en una roca firmísima, sin dárseme nada de las tristes escenas del mundo, ni de los necios amores de las criaturas! Hacedlo, hacedlo Vos, Dueño mío, querido mío, esperanza mía. Hacedlo Vos, dulce amor de mi alma. Hacedlo Señor. Amén.






Oración par a después de la meditación.


   Corazón de mi Jesús, ya he procurado entrar en el jardín que sois Vos, meditando alguno de vuestros títulos gloriosos, o de vuestros oficios misericordiosos, o de vuestras dignidades maravillosas; ya me he sentado por algunos instantes bajo de la sombra de aquel que había deseado, y he aspirado el aroma de sus purísimas flores, y he saboreado alguno de sus frutos, dulcísimos a mi garganta. Haced, Corazón divino, que yo me nutra con tan regalados manjares, que yo no quiera habitar ya entre la turba de las criaturas; sino que en Vos ponga el dulce nido donde fomente los santos deseos, y los fervientes afectos; y que en vuestro adorable Corazón haga perpetua morada; que allí habite, pues para eso lo he escogido, y allí me vea siempre libre de mis enemigos, siempre lleno de amor para con Vos, siempre agradecido a vuestras grandes finezas; y pasando mi vida allí escondido, como el santo Job pueda allí exclamar: “En mi nidito moriré; y como la palma multiplicaré los días”, (Job. XXIX , 18) siendo trasplantado a los jardines eternos del paraíso celestial. Amén.




—Un Credo al Sagrado Corazón.



JACULATORIA. 


—Corazón de Jesús, jardín de celestiales delicias.


—En ti viva, y en ti muera, y te goce eternamente.





“JARDÍN DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS”


POR
GABINO Chávez, Pbro (1901).




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