sábado, 13 de junio de 2020

JUNIO: MES DEL SAGRADO CORAZON DE JESÚS. —DÉCIMO TERCER DÍA.




Acto de Contrición.

   Adorable Salvador mío, lleno de confusión y de vergüenza, vengo a postrarme a vuestras plantas, a pediros perdón y misericordia; bien conozco, Señor, que no lo merezco, antes soy indigno de ser escuchado pues innumerables veces he despreciado la gracia recibida, abusando de vuestra bondad y clemencia; el conocimiento de mi infidelidad é inconstancia me acobarda y desalienta, porque el ingrato no es digno de nuevos favores; pero vuestra voz dulcísima me alienta y anima cuando dice: “Venid a mí todos.” ¿Conque aún es tiempo, Jesús mío? ¿puedo aun esperar el perdón y la misericordia? ¡Oh Corazón compasivo de mi Jesús! ¡Bendito seáis! a Vos me acojo, sed Vos mi asilo, mi refugio, mi esperanza y mi consuelo. Padre Eterno, mucho os he ofendido y he sido muy ingrato correspondiendo los favores con ofensas; mas ya me arrepiento muy de veras; perdonadme, y recibid en desagravio el Corazón amorosísimo de Jesús vuestro Hijo: yo os ofrezco sus méritos, sus virtudes y sus penas; y por ellos espero el perdón y la gracia de vuestro amor. Amén.


Oración preparatoria para todos los días.


   Amabilísimo Jesús mío, que con tanto amor convidasteis a la bienaventurada Margarita a que entrase en vuestro Sagrado Corazón, como en un jardín delicioso lleno de flores de admirable variedad, de incomparable hermosura y suavísima fragancia, diciéndole que escogiese cuantas le agradasen. ¡Ah Señor! permitidme entrar, aunque tan indigno, en ese jardín florido, en ese paraíso de celestiales delicias, en vuestro divino Corazón, y si queréis que escoja las flores que me agraden, yo os pido el lirio de la pureza, la rosa del amor, y la violeta de la humildad, ya que con estas las tendré todas, pues son inseparables; y teniéndolas todo mi corazón, a semejanza del vuestro, se transformará en un jardín de delicias para Vos, y entonces podré deciros con la esposa: “Venga mi Amado a su huerto.” Concededme, Señor, esta gracia; quitad de mi corazón las espinas del pecado, destruid todo lo que en él os desagrada, y plantad todas las flores que os deleiten, para que no haya en mí cosa que os disguste, ¡oh mi Dios, y mi amor, y todo mi bien! Así sea.







                                            DÍA TRECE (13 de junio)




El Corazón de Jesús, Mina riquísima.


1. De Jesucristo nuestro adorable Salvador dice San Juan, que “de su plenitud recibimos todos,” (Juan. I, 16) porque, así como una mina de ricos metales, enriquece no sólo a individuos y familias, sino a pueblos enteros, así en el Verbo humanado están depositados los tesoros de Dios: de él es la tierra y toda su plenitud: él es, al decir de San Pablo, el heredero de todas las cosas, constituido por el Padre, (Hebr. I, 2) y la redención, que es la fuente y como la mina de todas las riquezas de la gracia, la tiene en su mano, copiosa, como canta David. Es cierto como dice también el Apóstol, que, siendo el Señor, rico, por nosotros se hizo pobre y necesitado; pero precisamente se hizo pobre para enriquecernos, así como se abajó para levantarnos y se hizo flaco para curarnos, y siervo para redimirnos. Aprovechemos tan gran liberalidad y riqueza.


2. Como en las minas lo más recóndito y profundo y entrañado suele ser lo más rico y abundante, así en nuestro divino Salvador, lo más rico y lo más precioso es su adorable Corazón: arca colmada de tesoros inestimables, minero de gracias y celestiales dones; de allí podamos sacar con sólo introducirnos en su seno, todo cuanto necesitamos, sin más que buscarlo para que salga a nuestro encuentro, y llamar a sus puertas para que nos abra, y pedirlo con confianza para recibir sus favores. Si somos pobres y necesitados, la culpa es nuestra, puesto que tenemos en el herido Corazón de Jesús, una mina perforada por la boca de su costado, y siempre patente, y siempre abierta, convidándonos con sus sagrados tesoros. Entremos, entremos en este lugar de celestiales riquezas, y entremos llenos de santa avidez, pues a los que tienen esta hambre, (como dice la Reina de los ángeles en su cántico), es a los que el Señor colmó de bienes, dejando vacíos a los ricos.



Práctica. Repetir muchos y ardientes actos de amor a Nuestro Señor.




Oración.


   Si el oro es la caridad para con Dios, y la plata la caridad para con el prójimo, Vos sois, divino Corazón, la mina rica e inagotable de donde podemos tomar cuanto necesitamos; pero es menester entrar dentro de Vos, y vivir en vuestro seno como el obrero de las minas; es preciso poco a poco y con trabajo irnos haciendo dueños de vuestros tesoros. Abríos, ¡oh Corazón generosísimo! provéenos de ese amor que tanto nos falta, para que ricos con vuestra riqueza, aparezcamos hermosos delante de vuestro Padre celestial con las inestimables joyas de la santa dilección. Amén.






Oración par a después de la meditación.


   Corazón de mi Jesús, ya he procurado entrar en el jardín que sois Vos, meditando alguno de vuestros títulos gloriosos, o de vuestros oficios misericordiosos, o de vuestras dignidades maravillosas; ya me he sentado por algunos instantes bajo de la sombra de aquel que había deseado, y he aspirado el aroma de sus purísimas flores, y he saboreado alguno de sus frutos, dulcísimos a mi garganta. Haced, Corazón divino, que yo me nutra con tan regalados manjares, que yo no quiera habitar ya entre la turba de las criaturas; sino que en Vos ponga el dulce nido donde fomente los santos deseos, y los fervientes afectos; y que en vuestro adorable Corazón haga perpetua morada; que allí habite, pues para eso lo he escogido, y allí me vea siempre libre de mis enemigos, siempre lleno de amor para con Vos, siempre agradecido a vuestras grandes finezas; y pasando mi vida allí escondido, como el santo Job pueda allí exclamar: “En mi nidito moriré; y como la palma multiplicaré los días”, (Job. XXIX , 18) siendo trasplantado a los jardines eternos del paraíso celestial. Amén.



—Un Credo al Sagrado Corazón.




JACULATORIA. 

—Corazón de Jesús, jardín de celestiales delicias.


—En ti viva, y en ti muera, y te goce eternamente.





JARDÍN DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS”


POR
GABINO Chávez, Pbro (1901).


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