COMENZAMOS: 23 de junio.
FINALIZAMOS: 1º de julio día de su festividad.
—Puesto de rodillas
delante de alguna Imagen de Nuestro Señor Jesucristo se dice el siguiente:
ACTO DE CONTRICIÓN.
Señor mío
Jesucristo Dios y hombre verdadero, rico
en misericordias y piedades, que, para darnos la más realzada prueba de tu
ardiente caridad, e infinito amor hacia nosotros, derramaste todo el
inestimable licor de tu Preciosísima Sangre, en tanto grado, que después de
haber expirado en la cruz para nuestro remedio, quisiste que aquella cruel lanza
te sacase la poca que había quedado en tu ya difunto cuerpo: todo a fin de que
conociésemos los hombres el infinito amor con que solicitas nuestra salvación.
Pero ¡Oh
Jesús mío! ¿qué es lo que encuentras
en los mismos hombres en recompensa de tanto amor? ¿Qué? ingratitudes, ofensas,
pecados y transgresiones de tu suave y santa ley. Esto es verdad, y ojalá y no
lo fuera. Ya lo confieso mi Dios delante del cielo, y de la tierra.
Ingratamente te he agraviado. Te he ofendido con el continuo quebrantamiento de
tus santos Mandamientos; pero si lo que quieres de mí y de todo pecador es, que
se convierta a ti y viva eternamente, heme aquí arrepentido de lo íntimo de mi corazón.
Pésame mi Jesús de haberte ofendido. Quisiera morir a la fuerza del dolor de
haber pecado. Perdóname mi Jesús que yo te doy palabra de ser en lo de adelante
(ayudado de tu divina gracia) muy otro de lo que hasta aquí he sido. No se
malogre en mí tanta Sangre derramada. En este rico tesoro de tu Sangre Preciosísima
pongo toda mi esperanza para alcanzar el perdón de tantas ofensas. Misericordia
Señor, ten misericordia de mí por tu Preciosísima Sangre. Amén.
ORACIÓN AL ETERNO PADRE. (se
repite todos los días).
¡Oh Padre
Eterno y Dios de todos los consuelos! Atended
benigno, y oíd misericordioso los clamores que desde la tierra os envía la
derramada Sangre de vuestro unigénito Hijo; vertida toda en beneficio de sus
hermanos los hombres, para reconciliarlos con vuestra divina Majestad, y
satisfacer por ellos sobreabundantemente la deuda de sus culpas y pecados, que
tanto irritan vuestra divina Justicia, y por respeto suyo perdonadnos Misericordiosísimo
Padre, y derramad sobre nosotros vuestras paternales bendiciones,
concediéndonos eficaces auxilios para detestar las culpas, amaros y serviros en
todo el discurso de nuestra vida, y otorgarnos benigno por su Preciosísima
Sangre, lo que en esta Novena solicitamos, si es conforme a vuestro divino
beneplácito; y si no lo es conformad nuestra voluntad con la vuestra, para que
agradándoos en todo, y en nada ofendiéndoos, os sirvamos fielmente hasta la
muerte y después de ella os gocemos en la Gloria por los siglos de los siglos. Amén.
MEDITACIÓN: DÍA CUARTO (26 de junio).
Vamos
o alma mía acercándonos al patio de Pilato a considerar el más lastimoso y
tierno espectáculo, que jamás han visto los siglos: mira a tu atormentado Jesús
desnudo su sacratísimo cuerpo y amarrado fuertemente con sogas y cordeles, a
una columna de aquel edificio; y que rodeado de seis feroces, robustos e
inhumanos verdugos, le amenaza cada uno con los crueles instrumentos con que
intentan azotarle; y comenzando los dos primeros con unas varas cuajadas de
espinas, siguen los segundos, y acaban
los terceros, descargando sobre aquel virgíneo y delicadísimo cuerpo, más de
cinco mil azotes. Atiende aquellas virginales carnes abiertas y despedazadas a
la fuerza de la crueldad de los infernales ministros, y mírale por último
cubierto de Sangre, no solo aquel virgíneo cuerpo desde la cabeza a los pies,
sino también todo aquel ámbito del suelo cercano al divino cuerpo; pues con
ella quiso regar la tierra. Sigue ahora ponderando las palabras de Job, como dichas por el mismo Señor a la
tierra cubierta con su Sangre: térra ne operías Sanguinem meum. Oh tierra que quedaste
llena de bendiciones después que los frutos que has producido me han tocado, y servido
de instrumentos en mi Pasión:
tus sogas me ataron, de las pieles de tus animales hicieron látigos, que
me despedazaron a puros azotes: por tanto, te ruego ahora que no encubras, ni
ahogues mi Sangre para que beban las almas de este manantial con el que apagues
los incendios carnales, las llamas de la cólera, y todos los ardores, y desordenados
incendios de las pasiones amotinadas contra ellas. No la encierres para que, de
voces a los hombres, y les asegure que, si arrepentidos me buscan, los admitiré
a mi reconciliación; y si me amaren, a mi amistad, a mis favores y regalos. No
la escondas para que siempre les esté diciendo, que me hace grande injuria el
que desconfía de mi misericordia, de la verdad de mis promesas, de la caridad
con que les amo, del poder con que los redimo, y de los merecimientos de mi Pasión
y muerte que tan liberal les doy.
Aliéntate, alma, con tan celestiales promesas,
y correspóndelas con un incesante amor a tan dulce Amante.
—Se rezan tres credos con Gloria Patri.
ORACIÓN.
¡Oh Amabilísimo Jesús, y destrozado dueño de mi
vida! ¿Qué exceso de amor es
este que así te hace derramar tu Sacratísima Sangre con tanta abundancia hasta
regar la tierra? ¿Pero qué pregunto?
¡oh corazón mío
ingratísimo sobre manera! ¿cómo la Sangre de este inocentísimo cordero no te
ablanda? ¿Cómo el calor de tanto fuego no te enciende? ¿cómo no hierve viendo
hervir por tu amor la Sangre de Jesús? ¿Cómo vives viéndole atado en aquel
helado mármol, y hecho todo fuentes de vida para darte vida? ¡oh dolor! ¡oh
ingratitud! báñame, Jesús mío, con esta tu ferviente y
encendida Sangre; baña mi corazón helado y frio, para que todo
hierva y arda en amor tuyo, y viva solamente para tí supuesto que tanto me
amas, que derramas toda tu Sangre por mí, y deseoso de verme todo abrasado en amorosas
llamas de tu amor; por tanto, mi Jesús, dígnate de derramar esta tu preciosísima Sangre
sobre este mi corazón: caiga
siquiera una pequeña gota en él, para que le abrase en tu amor, y en adelante
viva una vida toda empleada en amarte, para merecer después de ella, una
eternidad de gozarte en tu gloria. Amén
Jesús.
—Se reza una Ave María a nuestra Señora
y se concluye todos los días con esta…
ORACIÓN.
¡Oh Purísima Virgen María dignísima Madre de
mi Señor Jesucristo! dígnate
Señora mía de ofrecer al Eterno Padre la Preciosísima Sangre que tú ministraste
a tu Santísimo Hijo en la Encarnación, para que derramándola toda por
redimirnos, nos abriese las puertas del paraíso que el pecado tenia cerradas; y
alcánzanos de su majestad amor a la virtud, y aborrecimiento al pecado, y lo
que en esta Novena pedimos si es de su divino beneplácito: y juntamente la exaltación
de la santa fe católica; la destrucción de las herejías, vicios, y pecados
mortales; la perpetua paz entre los cristianos Príncipes; la conversión de los
pecadores; la libertad de los cautivos; el descanso de las almas santas del
Purgatorio: y finalmente la perseverancia en gracia de los Justos, para que
aprovechándonos todos de este infinito tesoro de la derramada Sangre de tu Santísimo
Hijo, acabemos nuestra mortal vida en su divina gracia, para gozarle en su
gloria por todos los siglos de los siglos. Amén.
—La Preciosísima Sangre
de Jesús nos favorezca en la vida, y en la muerte. Amén.
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