SANTA CATALINA DE ALEJANDRIA, Virgen y
Mártir (Fecha desconocida)
Desde el siglo X o aun antes, se venera
mucho en el oriente a Santa Catalina de Alejandría. Sin embargo, desde la época
de las Cruzadas hasta el siglo XVIII, la santa fue todavía más popular en
occidente. En efecto, se le dedicaron numerosas iglesias y se celebraba su
fiesta con gran solemnidad; se la incluyó en el número de los Catorce Santos
Protectores y se la veneró como patrona de las estudiantes, de los filósofos,
de los predicadores, de los apologistas, de los molineros, etc.
Adán de San Víctor escribió un poema en su
honor. Su voz fue una de las que oyó Santa Juana de Arco. Bossuet le dedicó uno
de sus más célebres panegíricos. A pesar de todo, no sabemos con certeza
absolutamente nada sobre la vida de la santa. Según sus “actas”, que carecen de
valor, pertenecía a una noble familia de Alejandría. En el curso de sus
profundos estudios, Catalina conoció el cristianismo y se convirtió a él
gracias a una aparición de la Virgen y el Niño Jesús. Cuando estalló la persecución de Majencio,
Catalina, que sólo tenía dieciocho años y era extraordinariamente bella, se
presentó ante él y le echó en cara su tiranía. Majencio, no pudo contestar a
sus argumentos contra los dioses y reunió a cincuenta filósofos para que los
rebatiesen.
SANTA CATALINA FRENTE A LOS FILÓSOFOS. |
Los filósofos se convirtieron a la fe, vencidos por la sabiduría de
Catalina y fueron condenados por el emperador a perecer en la hoguera. En
seguida, Majencio trató de convencer a la santa con halagos y le ofreció
casarla con un príncipe. Catalina se rehusó indignada, por lo cual fue golpeada
y encarcelada. Majencio partió a inspeccionar un campo
militar.
A su regreso, se enteró de que su esposa y
un cortesano habían ido, por curiosidad, a visitar a Catalina y se habían
convertido, junto con 200 soldados de la guardia. El emperador los mandó matar,
y condenó a Catalina a morir en una rueda erizada de puntas afiladas, (de ahí procede el nombre de la “rueda
de Santa Catalina”).
Pero, no bien pusieron
los guardias a Catalina sobre la rueda, se desataron milagrosamente sus
ataduras, la rueda se rompió, y las puntas de hierro volaron por el aire y
mataron a muchos de los presentes.
Entonces la santa fue decapitada: de su
cuello brotó un líquido blanco como la leche.
Existen ciertas variantes de la leyenda,
tales como la conversión de Catalina en Armenia y los detalles que inventaron
los chipriotas en la Edad Media para probar que la santa había vivido en
Chipre. Todos los textos de las “actas” afirman que los ángeles trasladaron su
cuerpo al Sinaí, donde más tarde se construyó una iglesia y un monasterio; pero
el caso es que los primeros peregrinos que fueron al Sinaí no sabían nada sobre
esa leyenda.
El año 527, el emperador Justiniano
construyó un monasterio fortificado para los ermitaños del Sinaí. Según se
dice, allá fueron trasladadas las presuntas reliquias de Santa Catalina en el
siglo VIII o en el IX. Actualmente, el gran monasterio del Sinaí, tan famoso en
una época, no es más que una sombra de lo que fue, pero todavía conserva las
supuestas reliquias de Santa Catalina, bajo el cuidado de los monjes de la
Iglesia ortodoxa de oriente.
Alban
Butler cita las siguientes palabras del arzobispo Falconio de Santa Severina:
“El significado de la expresión de que los
ángeles trasladaron el cuerpo de la Santa al Sinaí, es que los monjes lo
llevaron a su monasterio para enriquecerlo devotamente con tan preciosa
reliquia. Como es bien sabido, en cierta época, el hábito religioso se designaba
con el nombre de ‘hábito angélico’ y se llamaba a los monjes ‘ángeles’ por su pureza celestial y sus funciones,” Las
expresiones “Vida angelical” y “Hábito angélico” se usan todavía con
frecuencia en la vida religiosa del oriente.
Alban
Butler comenta en otra parte: “El sexo femenino no es
menos apto que el masculino para las ciencias sublimes, ni se distingue menos
por la vivacidad de su genio.” Todavía en la
actualidad se considera a Santa Catalina como patrona de los filósofos
cristianos, por razón de su erudición.
SAN MERCURIO, Mártir (Fecha
Desconocida)
San
Mercurio es uno de los “santos guerreros”, tan
populares en el oriente. Está fuera de duda que murió realmente por la fe. Pero
las diversas versiones de sus actas son simplemente novelas piadosas. Según
ellas, Mercurio era hijo de un oficial escita que se hallaba en Roma. Mercurio
abrazó también la carrera militar, y llegó a tener el grado de “primicerius”.
Cuando los bárbaros
amenazaron a Roma, el emperador Decio quedó aterrado. Mercurio le alentó y se
puso al mando de las tropas imperiales, armado de una espada que un ángel le había dado. Después de una gran
victoria, Decio notó que Mercurio no asistía a la ceremonia de acción de
gracias a los dioses y le mandó llamar. Al presentarse, Mercurio se despojó de
la capa y el cinturón militar en presencia del emperador, diciendo: “No negaré a mi Señor Jesús.” Decio,
temeroso de herir la simpatía de los romanos por Mercurio, envió a éste a
Cesarea de Capadocia para que fuese ahí torturado.
Según la leyenda oriental, 113 años más
tarde, San Basilio invocó la ayuda de San Mercurio contra Juliano el Apóstata.
Dios hizo entonces de San Mercurio el instrumento de su venganza, ya que el
santo bajó del cielo blandiendo una espada y con ella dio muerte al infiel
emperador. En Egipto se llama a San Mercurio “Abu Saifain (“Padre de las Espadas”), en razón de sus proezas
militares y del arma con que siempre se le representa. En dicho país hay muchas
iglesias dedicadas a nuestro santo. Según se dice, San Mercurio se apareció en
Antioquía a los soldados de la primera Cruzada, junto con San Jorge y San
Demetrio.
El P. Delehaye estudió muy a fondo la
leyenda de San Mercurio. En su obra, Les légendes grecques des saints
militaires (1909), no sólo discute los incidentes narrados en ese relato tan
poco fidedigno (pp. 91-101), sino que edita en un apéndice (pp. 234-258) los
dos textos griegos de mayor interés. A lo que parece, la afirmación del
peregrino Teodosio (c. 525) de que San Mercurio está sepultado en Cesarea,
constituye el primer testimonio cierto acerca de la existencia del mártir. Dada
la popularidad de que goza el santo en Egipto, nada tiene de extraño que su
nombre figure en muchos sinaxarios etíopes. En la traducción de Sir E. Wallis
Budge de dichos sinaxarios (4 vols., 1928), hay un índice muy completo, en el
que se encuentran numerosas referencias a San Mercurio. Budge publicó también
en Miscellaneous Coptic Textes (1915), una traducción de una pasión copta.
Véase S. Binon, Essai sur le eyele de St Mercure (1937), y Documents grecs
inédits relatifs... (1937).
SAN MOISES, Mártir (251 p.c.)
Moisés,
que era tal vez de origen judío, ejercía el sacerdocio en Roma. Según cuenta
San Cipriano, encabezaba a un grupo del clero, del que salieron los primeros
mártires de la persecución de Decio. Los miembros de ese grupo mantuvieron
correspondencia epistolar con San Cipriano y el clero de Cartago consiguió que
su grupo rompiese con él.
Hacia el l 9 de enero del año 251, tras once
meses y once días de prisión, Moisés fue martirizado. El Martirologio Romano lo
anuncia diciendo que el santo, tras haberse enfrentado con espíritu San Moisés
cayó en la cuenta de los peligros del rigorismo de Novaciano e indomable a los
cismáticos, los novacianos y los paganos, conquistó la palma de un maravilloso
martirio.
Nuestra principal fuente de información es
la colección de las cartas de San Cipriano. También Eusebio habla de Moisés, en
e l l i b . IV , c. 43, n . 20, lo mismo que el Liber Pontificalis (ed.
Duchesne), voi. i, pp. 148 y 150. Tillcmont estudia el asunto en Mémoires, voi.
Ni y iv; y hay un buen artículo un I) CB., voi. M, pp. 948-949. i IV.
VIDAS DE LOS SANTOS
DE BUTLER— 1965
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