El
humildísimo siervo de Dios san Máximo, obispo de Riez, nació en un lugar
llamado Decomer, hoy Cháteau-Redon, en la Provenza. Le criaron sus padres en
santo temor de Dios y en la práctica de todas las virtudes.
Pasó muchos años, en el retiro de su casa, olvidado del
mundo, y ocupado en el estudio y meditación de las letras sagradas, y en su
propia mortificación, como si viviese en la soledad. Llamado del Señor a vida
más perfecta, tomó el hábito en el monasterio de Lerins, que es una pequeña
isla junto a las costas de la Provenza. Allí encontró una numerosa comunidad de
santos religiosos, cuyas heroicas virtudes daban gran celebridad al monasterio.
Con tales ejemplos, hizo el santo tan grandes progresos en la virtud, que
aventajándose sobre todos en santidad, parecía resplandecer como el sol entre
las estrellas, y habiendo sido escogido para la cátedra de Arles el abad san
Honorato, todos los monjes pusieron los ojos en Máximo, y a una voz lo
aclamaron por sucesor.
Quiso nuestro Señor
manifestar la heroica virtud de su siervo, obrando por él grandes milagros, y
curando toda suerte de enfermedades. Concurrían, pues, al monasterio, tropas de
gente, considerando al Santo como depositante del divino poder; y por huir de
los aplausos del mundo, fué a esconderse en un bosque de la misma isla.
Pasáronse tres días y tres noches sin
poderle descubrir, hasta que, al fin, le encontraron, y le volvieron al
monasterio. Poco después, habiendo perdido su obispo la iglesia de Riez, en la
Provenza, mandó sus comisarios al monasterio de Lerins, para ofrecer al santo
la silla de aquella diócesis. Pero huyendo él de aquella dignidad, navegó hasta
las costas de Italia, donde los comisarios le alcanzaron: y a pesar de su
resistencia, le condujeron a Riez.
Allí
fué recibido con extraordinarias demostraciones de júbilo: y todo el tiempo de
su gobierno fué amado como padre, y reverenciado como santo, por las maravillas
que obraba, entre las cuales se refieren dos muertos resucitados. Asistió a
varios concilios que se celebraron en su provincia y en las comarcanas: y fué
uno de los prelados que aprobaron la célebre epístola del papa san León a
Flaviano de Constantinopla contra los herejes Eutiquianos: y firmó asimismo la
epístola sinodal que los obispos escribieron en respuesta a la del papa.
Finalmente,
después de haber gobernado santísimamente su iglesia, descansó en la paz del
Señor; y fué sepultado con gran solemnidad, en la iglesia de San Pedro, que él
mismo había edificado.
*
Reflexión: ¿De dónde
proviene nuestra negligencia en practicar la humildad, y con ella las demás
virtudes cristianas, siendo así que los santos tanto se desvelaron en el
ejercicio heroico de los actos virtuosos?
Muy fácil es descubrir la causa. Para apreciar debidamente las virtudes,
debemos hacer de ellas la ocupación principal de nuestro espíritu: y para
ponerlas en práctica, debemos desearlas con todo nuestro corazón. Más, ¿qué hacemos? Con el
pretexto de obligaciones fingidas, nos vamos olvidando de nuestro fin: y
empleando todo el tiempo en buscar y cuidar los bienes perecederos, no nos
queda espacio para los eternos. ¡Deplorable
error, que si no lo enmendamos en tiempo oportuno, lo lloraremos perpetuamente!
*
Oración: Concédenos, oh
Dios omnipotente, que la venerable solemnidad de tu venerable confesor y
pontífice Máximo acreciente en nosotros la devoción y el deseo de nuestra
eterna salud. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA
CRISTIANA-1946.
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